Cómo llevarte mejor con tu viejo
Si vivís en cortocircuito con tu papá o simplemente no sabés qué compartir con él, te pasamos algunas herramientas sistémicas para mejorar su relación.
15 de junio de 2014 • 16:02
Encontrá la forma de conectarte con tu papá - Créditos: Archivo
Desde que te fuiste a vivir sola o desde que formaste tu propia familia, encontrarte con tu papá no parece ser tan sencillo. Y no son solo las miles de cosas que hacés por día. Eso no ayuda, obvio. Lo que te pasa es algo más. Por ahí no sabés de qué hablarle. O te cuesta encontrar espacios donde se sientan cómodos. Mucho de lo que los unía era la diaria propia de la convivencia, y dentro de esas cuatro paredes, todo –hasta las peleas y las reconciliaciones– se daba con naturalidad. Pero ahora todo parece complicado, o porque no comparten nada o porque lo único que comparten son discusiones sin sentido. No está bien, algo te hace ruido y de solo pensar que esa relación puede quebrarse, o que este malestar puede volverse permanente, se te hace un nudo en el estómago. Es momento de revisar ese vínculo fundamental en la vida de todas y, al hacerlo, descubrir el lugar en que vos estás parada como hija. Así que aquí van algunas herramientas concretas que te pueden ayudar a volver a disfrutar de tu papá.
Empezá de a poco
No esperes que a la primera de cambio vayan a tener "la" gran charla. Porque quizá tampoco sea lo que necesitan. Muchas veces, lo que aporta a un vínculo es mucho más lo que se hace que lo que se habla. Tu papá es un hombre, después de todo, y lo que te sirve con tu mamá –hablar una hora por teléfono– probablemente no te sirva con él. Tratá de sacarle solemnidad al asunto. Arrancá por lo mínimo. Para que una relación empiece (o vuelva) a fluir, hay que recomponerla de a poco. ¿A los dos les gusta el tenis? Por ahí pueden ir a pelotear un rato. Podés pasar a buscarlo y aprovechar la ida en auto para conversar de lo que pasó en el día. O quizá sea un concierto o una película. Organizá la salida con inteligencia: un lugar neutral, donde no entren en cortocircuito. O un lugar que les traiga buenos recuerdos.
Mirate a vos misma
Dejá de concentrarte en él –lo que hace bien, lo que hace mal– y preguntate cómo encarás la relación. Qué es lo que das o dejás de dar. Si tenés demasiadas críticas hacia él, preguntate qué es lo que te está pasando. A vos, no a él. Pensá que un vínculo es como un puente que cada uno atraviesa desde un lugar determinado. ¿Desde qué presente partís? ¿Seguís escondida detrás de aquella chica rebelde de la adolescencia? Porque a una hija rebelde suele responderle un padre juzgador. ¿O seguís esperando encontrar en tu papá al héroe que veías en la infancia? Mirá a tu alrededor. Cuántos logros, ¿no? Encará la relación desde ese lugar. Desde tus certezas, desde tu costado positivo, desde la persona con los pies bien plantados que sos hoy. Solo así vas a poder encarar la relación con más libertad.
Focalizate en agradecer
Gracias a él estás en el mundo. Al menos en un cincuenta por ciento. Suele suceder: nos cuesta dar gracias por aquello que parece obvio. Un clásico en las relaciones familiares: como los padres siempre están al alcance de la mano, muchas veces no nos detenemos en mimar, en cuidar esos vínculos. Seguramente tenés más de una amiga cuyo padre ya no está. El tuyo está a solo una llamada de distancia. Otra razón para dar las gracias. O preguntate qué heredaste de todo lo bueno que tiene tu papá. ¿Su capacidad analítica? ¿Su sensibilidad? Eso que está inscripto en tu ADN o que fuiste recibiendo en la infancia, eso que hace que hoy seas la mujer que sos, tiene que ver con él. Empezá, entonces, por hacer el trabajo interno de agradecer. Ya habrá tiempo de encontrar la manera de transmitírselo.
Sacá a los demás del medio
De chica recurrías a tu mamá para que intercediera por vos. Y el método te funcionaba. O quizá te hayas pasado años pegada a sus reclamos, mirando a tu papá a través de sus ojos, y no pudiste construir una relación con él. OK: eso forma parte del pasado. Hoy, mucho mejor es que la relación pase solo por tus manos. Si te quedás colgada del marido que no fue, o del profesional que no fue, la que pierde sos vos. Otra punta útil es dejar de comparar la relación que tenés con él con la de tus hermanos. Como todos, tu papá tiene varias facetas –marido, profesional, padre, hijo, hermano–. Tomá solo aquella que tiene que ver con vos, con tu lugar de hija. Y sostenela interiormente frente a los demás. Tampoco le cuentes a toda la familia aquello puntual que te molesta de él. Hablalo directamente con él.
Mostrale qué es lo que necesitás
Estamos de acuerdo: hay cosas que queremos que cambie. Ahora, ¿cómo se lo decimos? Porque si arrancás con la crítica, tu papá se va a sentir en falta, exigido, y van a ir al choque. Vos querés que te escuche: lo mejor es empezar por revalorizarlo. Si estudiás cine, por ejemplo, y eso para él es un foco de conflicto, empezá por contarle cómo te gustaba ver pelis con él de chica. Cómo eso te marcó y cómo ese recuerdo, hoy, te acerca a él. Hacelo sentir importante. Decile cuánto te gustaría que te acompañe en esta decisión de vida. Después, sí, planteale lo que te molesta su actitud ante tus decisiones. Mostrale puntualmente qué conducta, qué cosa que dice o hace te hace mal. No empieces cual bola de nieve a tirarle todo un alud encima. Explicale por qué te hace mal que no te apoye. Y proponele un camino de cambio concreto.
¡Disfrutalo!
Lo que aporta tu papá a tu vida es muchísimo. Para el psicoanálisis, simboliza la ley, las normas sociales. De él tomamos la fuerza, la capacidad para lidiar con los límites. Es quien nos da confianza y seguridad. Si tradicionalmente la madre es la guardiana de lo interior, de lo íntimo, tu papá es quien te muestra el mundo, quien te abre a todo lo exterior. Está buenísimo poder sostener una imagen de padre y poder disfrutar de esos encuentros para enriquecerte.
Experta consultada: Mabel Ugarte, médica pediatra, terapeuta familiar, experta en herramientas sistémicas y constelaciones familiares.
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