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El amor después del amor: la historia real del asesinato de la abuela y tía de Fito Páez que se ve en la serie de Netflix

El 7 de noviembre de 1986, Delia y Pepa fueron cruelmente asesinadas en su casona de Rosario. ¿El culpable? Un viejo compañero del secundario del músico.


Fito Páez reflejó en su música el dolor por el asesinato de su abuela y tía, a quienes consideraba sus mamás.

Fito Páez reflejó en su música el dolor por el asesinato de su abuela y tía, a quienes consideraba sus mamás. - Créditos: Archivo LN (Agencia AP)



Dicen que el arte es una gran herramienta a la hora de canalizar las emociones. A lo largo de los años, Fito Páez ha demostrado que esto es así, ya que ha recurrido a la música para hacer catarsis sobre su vida. Sus amores, sus fracasos, la relación con su padre, y el brutal asesinato de su abuela y su tía se han convertido en canción, lo que ayudó al rockero a superar cada momento difícil.   

Así como El amor después del amor fue un álbum dedicado a superar el fin de su relación con Fabiana Cantilo y al inicio de su apasionado romance con Cecilia Roth, Ciudad de pobres corazones fue un disco enteramente escrito desde el dolor, un reflejo de toda la rabia que le causó el asesinato de sus amadas Delia y Pepa. 

Es que estas dos mujeres, de 76 y 80 años respectivamente, se convirtieron en los pilares fundamentales de su vida cuando su mamá murió apenas ocho meses después de su nacimiento. También, fueron la única familia que le quedaba cuando perdió a su padre a mediados de la década del ‘80. Sin embargo, el destino también se las quitó y de la manera más escalofriante que puede existir.  

Sus años más oscuros

El artista expresó toda su furia en su disco Ciudad de pobres corazones

El artista expresó toda su furia en su disco Ciudad de pobres corazones - Créditos: Instagram Fito Páez: @fitopaezmusica

El 7 de noviembre de 1986, Fito Páez se encontraba en Río de Janeiro presentando Giros, su segundo álbum de estudio. Sin embargo, esa madrugada su felicidad se vio opacada por una demoledora llamada telefónica: habían asesinado a sangre fría a su abuela Delia Zulema Ramírez de Páez y a su tía Josefa Páez.

Junto a ellas, también había muerto Fermina Godoy, la empleada doméstica de la casa que, por ese entonces, estaba embarazada. De hecho, fue su marido el primero en advertir que algo raro estaba pasando en la vieja casona de la calle Balcarce al 600, en Rosario, cuando al ver que su mujer no llegaba del trabajo decidió ir a buscarla.

Según relató la policía, luego de tocar la puerta y no recibir respuesta, este hombre llamó a la Comisaría Tercera para pedir ayuda. Al llegar los efectivos, tiraron la puerta abajo y allí se encontraron con la escena más cruel que podían imaginar.

La radio estaba encendida, una de las alfombras doblada y la enceradora enchufada. El cuerpo de la tía Pepa (como él llamaba a Josefa) fue el primero en aparecer, tendido sobre el pasillo de entrada y cubierto de sangre con claros signos de apuñalamiento.

El resto de las víctimas estaban en el dormitorio. Mientras que la joven empleada tenía una puñalada a la altura del corazón, la abuela Delia se encontraba en la cama con una bala en la cabeza. No había sido un accidente, tampoco un robo (sólo faltaban algunas joyas) por lo que esta tragedia se convirtió en uno de los crímenes más misteriosos de Rosario.

“El mundo está mal hecho. Hoy me tocó a mí, hace cinco años le tocó a John Lennon. En este momento estoy aturdido, desamparado. Mataron al amor de mi vida, mi abuela”, expresó Fito recién aterrizado de Brasil mientras se dirigía a hablar con la policía.

Mi abuela y mi tía eran las personas que más quise. Para mí eran como dos madres. No puedo creer esta cosa loca que ha ocurrido. No la entiendo. Es muy poco lo que puedo decir, con todo el lío que tengo en el mate. Vine a contar cómo vivía mi familia en su casa, porque puede servir a la investigación; a contar cómo vivían esas maravillosas mujeres”, dijo con una gran angustia ante la prensa que esperaba en la puerta de la comisaría.

El asesino, un compañero de colegio de Fito

La historia de cómo se llegó a dar con el asesino de este triple crimen fue tan sorprendente como el hecho en sí. Una joya en el lugar incorrecto hizo caer al verdadero culpable: Walter De Giusti, un viejo compañero de Fito Páez del Dante Alighieri, institución donde el músico hizo el secundario.

Fue su novia, una joven travesti, quien lució un collar de la abuela de Páez delante de un agente encubierto y, sin querer, lo entregó. Las sospechas terminaron por confirmarse cuando en pleno allanamiento del hogar del sospechoso la policía encontró un grabador que el músico le había regalado a su abuela. De Giusti no tuvo opción y confesó que había cometido el triple crimen junto a su hermano.

“No puedo calificarlos. Son locos, pero todos estamos locos. Yo tengo mis rollos y ellos los suyos. Los conocía desde hace muchos años, eran vecinos”, dijo el compositor cuando se conoció la verdadera identidad de los responsables. A pesar de la crueldad de los hechos, Fito nunca pudo odiarlos. “No me enseñaron a odiar, no fui una persona educada para eso”, se justificó en una entrevista con Rolling Stone en 1999.

El 24 de agosto de 1987, el asesino (que contaba con más de un crimen en su haber) fue condenado a reclusión perpetua, pero debido a que en la cárcel se contagió de VIH y se quedó prácticamente ciego logró reducir su condena. Sin embargo, poco tiempo después volvió al penal por violar la prisión domiciliaria. En 1998, 12 años después del fatídico crimen, De Giusti murió por complicaciones con su enfermedad, llevándose a la tumba las verdaderas razones por las que cometió semejante atrocidad.

“No hay un motivo claro por el cual cometió esos crímenes. Ningún motivo por el que se pueda entender semejante barbaridad”, le dijo a TN el periodista Federico Anzardi; autor del libro Hay cosas peores que estar solo. Fito Páez y Ciudad de pobres corazones, para el que reunió más de 80 testimonios.

Si bien para el periodista los asesinatos no fueron una casualidad, tampoco puede afirmar que haya sido algo premeditado en contra de Páez. “Se habló de drogas, venganzas y hasta supuestos enojos personales, pero ninguna teoría relacionada con Fito se sostiene”.

El hecho de ser vecinos podría ser tal vez la única explicación de por qué las madres postizas de Fito se convirtieron en sus víctimas. “A lo sumo puede haber una combinación de una persona desequilibrada con la expectativa de llevarse algo de la casa de un famoso”, agregó Anzardi, en un intento por trazar una teoría al respecto.

Sus incondicionales

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"No puedo explicar cómo quedó el cuarto del hotel en Río. Lo destrocé. Dolor violento. Perdí tanto la conciencia que hoy no me acuerdo exactamente lo que sucedió. Era como un animal enjaulado en su propio dolor", reveló Fito Páez sobre cuál fue su reacción al enterarse de la trágica noticia. Esa noche, el cantante estuvo acompañado por su novia de entonces Fabi Cantilo y su amigo Charly García, quien lo acarició hasta que se durmió (según cuenta el libro Historias del rock argentino en los 80).

Los días que siguieron al asesinato fueron los más oscuros de su vida. "A partir de ahí, todo en la vida de Fito fue negro: sus vestimentas, sus canciones, su vida. Su casa de la calle Balcarce pasó de ser un lugar de alegría y reunión a un lugar macabro, encintado", contó el bajista Fabián Llonch, sobre cómo este triple crimen marcó su vida para siempre.

Es que su vida no tenía ningún sentido. Su familia estaba muerta, su padre había fallecido un año antes y su abuela y su tía eran el único vínculo de sangre que le quedaba. “Entrás en unos mambos que no tienen explicación, ni la psiquiatría puede hablar sobre qué le sucede a una persona que queda afectada de esta manera”, contó Fito intentando entender su presente.

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Por aquel entonces, el rosarino estaba en pareja con Fabiana Cantilo; quien fue un pilar fundamental y lo ayudó a salir del pozo depresivo en el que cayó durante meses. “Fabi me sacó de la cama, me agarró de los pelos, me puso en un auto y me llevó a la sala de ensayo de Luis Alberto (Spinetta) a ensayar “La la la”. Si eso es salvarle la vida a alguien, ella lo hizo y no fue la única vez, reveló el músico.

"Estaba muy mal y yo no sabía qué hacer con él: no sabía qué poner en la tele, no sabía si decirle ‘hola’, si hablarle, si no hablarle... Fito lloraba y no podía contenerlo. Estaba muy asustada y no entendía nada, creo que hice todo lo que pude”, contó la cantante de “Mi enfermedad” en una nota con el periodista Enrique Jorge Symns.

Fabi no fue la única que estuvo allí para apuntalarlo. El flaco Spinetta también fue un gran bastón para él. “Luisito fue un gran amigo del alma, de esos que realmente te ayudan y te meten el hombro en momentos duros, bravos", reconoció Fito en una entrevista con Jorge Guinzburg.

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Ese estado dark y perturbador fue clave para entender las composiciones que llegaron más tarde. "En esta puta ciudad, todo se incendia y se va. Matan a pobres corazones", escribía a modo de catarsis en "Ciudad de pobres corazones"; un tema que compuso en medio del dolor luego de haber pasado semanas llorando, mezclando whisky y lexotanil.

Un dolor que, a pesar del paso del tiempo, estuvo presente en sus posteriores creaciones. “Llegó la muerte un día y arrasó con todo”, reflexionó en “Tumbas de la gloria”, dando cuenta de esos años de tanta oscuridad. También, estuvieron presentes los buenos recuerdos cuando “ellas cocinaban el arroz, él (en referencia a su padre) levantaba sus principios de sutil emperador” (parte del hit “Mariposa tecknicolor”) en esa casona de Rosario. 

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