La talibanización de nosotras mismas: claves para actualizar el software personal
En el editorial de la edición de mayo, nuestra directora Sole Simond reflexiona sobre algunas claves para cuando sentís que tu propio "algoritmo personal" necesita una actualización.
3 de mayo de 2024
¿Qué hacer cuando estás aburrida de vos misma? Sole Simond te da algunas claves para hackear tu propio algoritmo. - Créditos: Getty Images
A veces estoy un poco harta de mí. Me encuentro repitiendo como un lorito las mismas cosas, o enojándome por lo mismo, o topándome con esos mecanismos ya conocidos, haciendo los mismos chistes o riéndome de las mismas cosas, diciendo “gordi” a todo el mundo y sin saber cuándo arrancó, pero no tenía esa muletilla; leyendo sobre las mismas personas, incluso atrapada en shorts de YouTube con recortes gossip o de pastelería o de videos callejeros emotivos, o mirando series que reversionan cosas que ya he visto –ahora viendo Community–, o comiendo pastel de papas vegano todos los sábados, y confirmando que es mi comida favorita; o despertando del lado izquierdo viendo cómo asoma el sol por mi ventana del cuarto; me aburro de mi ropa, de saber cuáles son las combinaciones que funcionan; y, como en el Día de la Marmota, todos los días mi gato, Budín, pide entrar tipo 6 a. m. después de su recorrida nocturna y yo –que mil veces me prometí no abrirle, para que aprenda a dejarme dormir– le abro, y me impacienta que se tome su tiempo, como si dudara de entrar o seguir de joda. “¡Dale!”, le digo. Todas las veces.
Estoy aburrida de mí. Y no es que mi vida sea monótona, te juro que no. Sin embargo, la rutina tiende a poner cada cosa en un casillero, a rotular, a repetirse para seguir existiendo. La estandarización es la fórmula de los procesos eficientes. Ahora, claro, esto se profundiza con nuestro consumo en redes. ¿¡Por qué veo pasteles!?, ¡¿por qué me voy a dormir coptada por tortas presentadas en ese hipnótico pie giratorio mientras le ponen cremas multicolores?!, ¡¿será por eso que me levanto con ganas de azúcar?!
Un día que estaba medio bajón, mi hermana Clari me agarró el celular y me dijo: “Te voy a cambiar el algoritmo”, entonces empezó a likear y reenviar y guardar reels tiernos sobre perros. “Así nunca más vas a estar triste”, me dijo. Bueno, permitime discrepar..., pero entendí su lógica. ¿Qué pasaba si yo cambiaba mi consumo?, ¿y en vez de leer frases inspiracionales pedorras, veía cómo un cachorro le hacía ojos de “yo no fui” a su dueño cuando se encontraba con su sillón destrozado al volver a casa?, ¿qué se encendía dentro de mí?, ¿qué emoción? Entonces, me di cuenta de que esta tendencia “tailor made” de los contenidos, que te prometen “como viste tal cosa, te va a gustar esta otra”, no hace otra cosa que volvernos descoloridas impresiones de un original viejo.
¿Cómo creamos nuestras posiciones?, ¿a quién escuchamos?, ¿quién crea nuestro casete interno ahora, que los videos que desafían el feed duran tan solo un minuto?, ¿de qué verdades estamos hechos? ¿Leo al que piensa como yo para reafirmar lo que ya sé o leo cosas nuevas, con perspectivas incómodas?
Aprender algo nuevo: una forma de hackear nuestro algoritmo
Aprender a jugar al pádel con amigos fue una forma de hackear el algoritmo para Sole. - Créditos: Gentileza Sole Simond
Hace unas semanas “jugué” al pádel por primera vez; mi amigo Rami se ofreció a enseñarnos y fue una actividad que, sin duda, hackeó mi fin de semana. Esos son los momentos en que decidís cambiar el rumbo prefijado para confundir a la existencia, los momentos en que el GPS se queda recalculando porque no le hiciste caso, y siento que ahí es donde se enciende la vida. Si es que existe un camino prefijado, todo este universo se reconfigura cuando doblás a la izquierda en vez de a la derecha. Ahora, una pregunta tonta que tuve ese día fue: “¡¿El vidrio no se rompe?!”. “Nunca, ¡cómo se va a romper!”, me respondió Rami. ¿Qué creés que pasó? En la semana me empezaron a aparecer videos de pádel, seguramente porque había googleado canchas, de jugadas en las que el vidrio estallaba. Se lo reenvié a mi amigo, claro, y ahora solo veo reels donde el pádel, parece, es un deporte de alto riesgo. Incluso veo jugadas, y yo, que solo fui una vez, ya sé lo que cuesta una raqueta, cómo se cierra el golpe, cómo jugar de rebote, y tengo esa falsa sensación de pertenecer a algo que ni sé qué es. ¿Somos lo que consumimos?, ¿somos la vida que no vivimos, pero que vemos por esa ventanita?, ¿soy graciosa yo porque veo a Caro Pardíaco?, ¿sé cocinar bien porque tengo cientos de recetas guardadas que nunca hago?, ¿soy profunda porque veo Caja negra?, ¿soy contemplativa porque estoy leyendo a Alejandra Kamiya?, y así... E incluso sintiéndome todas esas cosas, ¿acaso no quiero cambiar mi algoritmo?
La talibanización de nosotras mismas es el comienzo de lo absoluto y las construcciones de verdades que nos alejan de los otros, de otras dimensiones. No se me ocurre mejor propósito que seguir actualizando el software, seguir escuchando, abriendo el diálogo, volanteando cuando nadie se lo espera, likear lo que todavía no entendemos, consumir otras creencias. Elegir ser nuevas, no darnos por sentadas ni darnos por vencidas. A veces pienso que somos de plastilina. Pero hay que hacer el movimiento, hay que mirar el Waze y tomar otra ruta. Solo así se abre un nuevo portal que te conduce a nuevas aventuras, personas, ideas, sensibilidades, amores, oportunidades. Como yo, que cada vez que paso a otra dimensión, por un rato siento: “Uy, quizás en esta Budín me deja dormir”.
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