San Valentín empieza por el autoamor: Dani Aza nos comparte sus claves para abrazar los cuerpos que habitamos
¿Sigue siendo importante la mirada ajena a la hora de querer encajar en ciertos estereotipos de belleza. En la previa de San Valentín, Dani Aza nos cuenta cómo aprendió que todas debemos amarnos desde adentro hacia afuera.
13 de febrero de 2024
Dani Aza, en las vacaciones en la playa y su mantra: "Todas llegamos al verano" - Créditos: Gentileza Dani Aza
Especialmente en estos días de febrero, donde todavía algunas estamos de vacaciones y nos debatimos internamente entre morirnos de calor y vivir libremente nuestros cuerpos. Y también en la previa de San Valentín, el famoso "día de los enamorados", yo quiero hablarles del primer gran amor que hay que habitar y sostener: el amor propio. Porque no hay nada afuera que no puedas encontrar adentro tuyo. Eso aprendí a lo largo de mi vida después de años de buscar afuera salvarme. Salvarme de la agonía de no ser como los demás y de no ser “normal”. De habitar un cuerpo que no encajaba con lo que otros esperaban de mí. Lo que no entendía era que no tenía nada de que salvarme. Solo de mí misma y de esos pensamientos que me ahogaban y no me dejaban ser quién soy.
Pero claro. Como mujer con discapacidad, esto no era nada fácil en una sociedad que permanentemente nos invitó a criticarnos a nosotros y a los demás y que nos fomentó inseguridades y presiones desde conceptos de belleza fuertemente arraigados. Para el mundo yo estaba mal y el espejo me lo recordaba todo el tiempo. Solamente cuando decidí escaparme de la mirada ajena, pude ser libre para aceptar que esas características que yo rechazaba, era lo que me hacía única y especial.
"Empecé a verme desde el amor y no desde el rechazo" -cuenta Dani Aza. - Créditos: Gentileza Dani Aza
Y entonces empecé a verme desde el amor y no desde el rechazo. Después de un proceso de muchos años, comprendí una real paradoja. Aceptar aquello que me acomplejaba e irritaba era lo que me iba a hacer única y destacar más. Era lo que me iba a hacer más y mejor y poder defenderme ante una sociedad que me anulaba. Jamás iba a poder reivindicar mis derechos desde la debilidad. Y una vez que comencé ese difícil y lento proceso de interiorización, me desafié a mostrarme mucho para contagiarlo y hacer que los demás, también, puedan al menos intentar verse desde el poder y no desde la lástima y compasión o la comparación con otros cuerpos.
El espejo ya no me devuelve rechazo. Me refleja mis posibilidades, mi esencia y energía. Me muestra mis cicatrices, resultado de lucha que valoro y aprecio.
Y otra certeza más para que arranquemos el "día de los enamorados": no se arranca desde los demás. Se arranca desde uno. Decidiendo, trabajando por ese bienestar, esa aceptación y ese amor propio, aún cuando no todos los días nos vemos y sentimos bien.
En este camino hay una certeza: somos suficientes.
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