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Sex and the City: 25 años después de su estreno miré la serie por primera vez y esto es lo que me pasó

El 22 de junio estrena la segunda temporada de And Just Like That… el reboot de la icónica serie de HBO. Victoria vio la producción original por primera vez y nos cuenta su experiencia.


Sex & the City cumple 25 años desde su estreno.

Sex & the City cumple 25 años desde su estreno. - Créditos: Gentileza de HBO Max



Sorprendía a todos cada vez que decía que no había visto ni un capítulo entero de Sex & the City. En mis 27 años, no la había mirado aunque fuera la serie preferida de mi abuela favorita, tampoco me importaba que mi mejor amigo fuera el más fanático de todos o, incluso, aunque mi mejor amiga me insistiera cada vez que nos veíamos: “¿Cómo que vos no viste Sex & the City?”.

Todo parecía indicar que era la serie para mí, pero de una forma u otra la terminaba evitando. Sentía que era un contenido que había quedado viejo, una serie vintage, con conceptos anticuados y fuera de época.

Además, yo ya había visto Girls. Una especie de actualización millennial de Sex & the City que cuenta la historia de cuatro amigas viviendo en Nueva York, pero un poco más deconstruidas y con las cosas menos claras también. Porque eso es un poco lo que caracteriza a nuestra generación: ya no tenemos casi ninguna certeza, aunque sí sabemos abrir puertas, cuestionarnos creencias y elegir entre varios caminos posibles.

Es que Girls –como una versión más ‘progre’ de la primera– va bien con el discurso de época; un poco como la voz de una generación, como dice Hannah (interpretada por Lena Dunham, que también es la guionista de la serie).

Miré Sex & the City por primera vez a mis 27 años y esto fue lo que descubrí.

Miré Sex & the City por primera vez a mis 27 años y esto fue lo que descubrí. - Créditos: Getty

Al final, le hice caso a mi amiga y decidí arrancarla. Separada hacía apenas dos meses, necesitaba una serie comfort (como se le dice a los contenidos –o comidas– que te dan la sensación de casa, o de estar frente a la tele tirada en el sillón, con un té y una mantita). Además, ya quería dejar de perderme las referencias o quedarme afuera de usar las frases icónicas de Samantha, la preferida de muchos.

Sex & the City tenía todo lo que me gusta de las series –un poco de drama, un poco de comedia y Nueva York–, pero en el fondo seguía pensando que empezarla era una pérdida de tiempo: cuando se estrenó en 1998 había sido una serie disruptiva. Pero desde una perspectiva contemporánea había quedado desactualizada.

Esta creencia un poco caprichosa empezaba a desgranarse cuando pensaba en que Sex & the City fue pionera en poner sobre la mesa narrativas un poco más reales con una clara perspectiva de género. O en cómo llevó una mayor representación a las pantallas (con personajes estereotípicos, pero dándonos lugar a las mujeres para la identificación).

Un mensaje de WhatsApp de una amiga fue la confirmación que necesitaba. “En la temporada 1, Carrie Bradshaw tiene 33 años. Conclusión: venimos bien”, me escribió Bianca, con la que compartimos las crisis de nuestros late 20s por teléfono, ella en España y yo en Argentina.

Su mensajito llegó en un momento clave. En un período de mi vida en el que algunas estructuras parecían derrumbarse –como la idea de una pareja estable y “para toda la vida”– y se cumplían sueños que creía casi imposibles –irme a estudiar a Nueva York–, la frase de mi amiga fue la certeza que necesitaba: a los 27 o a los 33, en Barcelona, NY o Buenos Aires, la vida se trata de crisis, problemas que solucionar, desamores, sueños que se cumplen y amigas que están al lado tuyo para acompañarte.

Arranqué la serie, pero mi amor por la versión moderna de Sex & the City bloqueaba mi capacidad de enamorarme del grupo de amigas original. Entonces, se generó una especie de "duelo de series" entre mi mejor amiga y yo: Girls vs Sex & the City. Cada vez que nos veíamos, Jose me preguntaba: “¿Y ahora que la arrancaste, cuál preferís?”.

Así como a una le cuesta criticar a su primer amor, me costaba elegir la nueva serie por sobre la que me había marcado antes a mí. Yo, todas y cada una de las veces, le respondía que prefería Girls. “Es más actual, más moderna, me siento más identificada con ellas”.

Carrie Bradshaw y Mr Big, pareja icónica de Sex & the City.

Carrie Bradshaw y Mr Big, pareja icónica de Sex & the City.

Con el paso de los capítulos, Carrie y sus amigas me demostraban que siempre hay espacio para el amor después del amor. Que el primero siempre estará ahí en tu corazón, pero que podés hacer espacio para nuevos si te abrís a ellos.

Obvio que en algunos sentidos la serie quedó vieja: los personajes responden a ciertos estándares de belleza imposibles. Y son mujeres que, si lo analizamos con los ojos de hoy, no podemos entender cómo pagan el estilo de vida que llevan (básicamente, con sueldos ridículamente altos que no existen: Carrie gana 4 dólares la palabra como periodista freelance para Vogue). Además, sus relaciones dejan mucho que desear. Pero, a medida que avanzaba con las temporadas, me sentía cada vez más acompañada por Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte, casi como si ellas también me dijeran: “No estás sola en esto, amiga”.

Porque yo me encontraba entre mudanzas y nuevamente soltera, después de 4 años. Y en ese contexto, aunque feliz de estar cumpliendo mis sueños, muchas veces no me sentía esa mujer libre y empoderada a la que esta época nos invita –a veces, nos exige– a ser.

Casi a diario me invadía la pregunta de si lo que estaba haciendo realmente valía la pena, si todo este recorrido me hacía feliz. Básicamente, me hacía la misma pregunta que se repite a lo largo de toda la serie: “¿Somos felices siendo solteras, o en realidad todo esto es una máscara?”.

Porque así como existen los varones tóxicos y la deconstrucción del amor romántico, también existen los mandatos o las ganas genuinas de compartir con un otro. No todo es blanco o negro; los seres humanos somos con contradicciones.

Y en este momento de caos, confusión y entusiasmo por mi “nueva vida”, Sex & the City me presentaba distintas mujeres independientes, libres y felices, aunque también vulnerables, confundidas y contradictorias. En una sociedad que te exige algo distinto todos los días de tu vida, ver las realidades de este grupo de amigas me dio la tranquilidad de sentir que me divierte su vida y estoy feliz con la mía.

En And Just Like That..., Kim Cattrall regresa al universo de Sex & the City.

En And Just Like That..., Kim Cattrall regresa al universo de Sex & the City. - Créditos: Getty

Entonces, así como en su momento me identificaba con las vivencias de Hannah, Marnie, Jessa y Shoshana, hoy me siento más Carrie por lo escritora, Samantha por lo irreverente, Miranda por lo independiente y Charlotte por lo fantasiosa.

Porque, puede que Sex & the City tenga conceptos viejos respecto del amor romántico –como que Carrie es siempre la culpable de todos los males en sus vínculos con los hombres o que Charlotte cree que la única forma de realización personal es a través de un hombre–, estereotipos sobre los géneros, la sexualidad y la orientación sexual que hoy sabemos son falsos y frases que, fuera de contexto, no resisten archivos.

Pero lo que sigue teniendo –hoy, como hace 25 años — es la capacidad de ayudarnos a poner todo en perspectiva y llegar a la conclusión de que, como ellas cuatro, nosotras, las millennials, también trabajamos por lo que deseamos, como Carrie, luchamos por ser más libres, como Miranda, intentamos que no nos importe la opinión de los demás, como Samantha, y cuidamos nuestra ingenuidad, como Charlotte. Y, por sobre todas las cosas, aprendemos a vivir con nuestras contradicciones, siempre acompañadas de nuestras almas gemelas: nuestras amigas.

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