Es ingeniera y creó un emprendimiento que involucra a 1400 mujeres del Gran Chaco
16 de abril de 2019 • 15:44
Paula Marra, fundadora de Matriarca - Créditos: gentileza de Bill Zules.
Nuestra emprendedora de hoy es Paula Marra. Tiene 54 años y es ingeniera agrónoma. También es madre de tres hijos ya crecidos, que tuvo con su ex marido Gustavo Grobocopatel y crió en Carlos Casares, donde vivieron muchos años. "A pesar de que trabajaba para la empresa familiar, siempre tuve una veta de emprender socialmente. En esos años en Carlos Casares participé mucho de la comunidad, de la cooperadora de la escuela pública, y hasta armé una escuela para jóvenes emprendedores a la que actualmente asisten 800 alumnos, voluntariamente", nos cuenta. Y eso es solo el comienzo de su historia.
Le gusta pensarse como puente. Y siempre en plural. Y aunque la empresa que fundó en 2013 se llama Matriarca, Paula reconoce que la organización se estructura a partir del trabajo de muchas mujeres, pero con la participación de muchos hombres también.
Qué es Matriarca
Matriarca es una empresa que promueve el desarrollo de las áreas rurales de la región del Gran Chaco (Chaco, Formosa, Salta y Jujuy) a través de la comercialización de su producción local. Lana que se transforma en animalitos o en tapices; chaguar que se convierte en bolsos, ropa, en redes; hojas de carandillo que después deshilachan para tejer cestos de todos los tamaños. La encargada de la recolección y de la producción de los objetos es una red de aproximadamente 1400 mujeres de distintas etnias –warmi, wichí, qom, pilagá, entre otras– que funciona como una verdadera cooperativa, con líderes que se reúnen periódicamente para tomar decisiones.
Conocer la materia
Créditos: gentileza de Bill Zules.
Paula llegó a la región en un viaje exploratorio y lo primero que encontró en sus hombres y mujeres fue un fuerte prejuicio hacia los sojeros. Pero, con el tiempo y las conversaciones, fueron apareciendo los puntos en común y se fue moldeando, solito, un plan de desarrollo sustentable. "Poco a poco fui conociendo más personalmente a esas mujeres, a las compañeras de los caciques, a las artesanas locales, y me fui apasionando con sus cosmovisiones, tan distintas a la mía. Entonces nos fuimos metiendo a fondo en sus problemas y armamos una estrategia sobre lo que ellos nos decían que les faltaba. Fue así: nos sentamos a imaginar el futuro".
Para hacerlo, Paula convocó a un colectivo de instituciones públicas y privadas con una propuesta simple: que cada uno aportara su especialidad. El INTA, las Secretarías de Producción de las provincias, la empresa proveedora de Internet y celulares, hasta inversores privados se involucraron en el proyecto. Paula se ofreció a ayudar en la comercialización de los productos, proponiéndose como un puente entre las artesanas y los consumidores.
"Este emprendimiento no surge a partir de una sola emprendedora sino de una red de emprendedoras: desde el equipo de Matriarca, las Comar (la cooperativa de mujeres artesanas del Gran Chaco), las warmi y su equipo de líderes, y otros líderes de ONG e instituciones que también nos apoyaron".
Emprender cuesta
Créditos: gentileza de Bill Zules.
Lo primero que había que hacer era acordar sobre el sistema de producción: si iban a usar los materiales de siempre para hacer objetos nuevos, si iban a usar las técnicas antiguas con materiales nuevos o técnicas más modernas...
Después, el tipo de producto: ¿qué producto?, ¿un monoproducto?, ¿distintos productos? En esta instancia, el colectivo contrató un grupo de 30 diseñadores que ayudaron con las definiciones.
En la base del proyecto está el respeto por las técnicas ancestrales de las comunidades. Las mujeres wichí, por ejemplo, recorren el monte buscando chaguar, una planta típica del monte chaqueño. Después separan las fibras de sus hojas y arman una piola torciendo las fibras sobre sus faldas. Las mujeres pilagá van al monte a recolectar hojas de carandillo en grupos de 4 o 5 y aseguran que las hojas más grandes se consiguen en los amaneceres después de una noche de luna llena. Las mujeres qomle’ec usan la rueca para hilar la lana y la tiñen con tinturas de frutos, cortezas y raíces de distintos árboles. Cada una de las piezas tiene la trazabilidad de su artesana: lleva una etiqueta con el nombre de la autora, la comunidad a la que pertenece y la técnica usada.
Mujeres en red
Créditos: gentileza de Bill Zules.
Para lograr todo esto, hubo que acompañar la capacitación de las artesanas: enseñarles a hablar en español si solo hablaban su lengua nativa, repasar matemáticas, enseñarles a usar el email y los grupos de WhatsApp, a viajar a la ciudad y después al mundo, a ganar experiencia, a conectarse.
"Este colectivo tuvo muchos éxitos en estos años. Logramos darles electricidad, conectividad, agua, huertas para mejorar su alimentación, viviendas...". En la actualidad, las mujeres que integran la red conocen el valor de su producto y se pueden manejar solas con el código de barra.
¿Por qué mujeres? ¿No hay hombres artesanos?
Sí, hay, pero la mayoría se dedican a la pesca y a la recolección. Las personas que más comercializan hacia afuera de sus comunidades son las mujeres, por el tipo de producto que hacen.
¿Y cómo repercutió este proyecto en su propia organización tribal?
Puede que esta autonomía haya tenido su costo. Las cinco mujeres líderes de la cooperativa ahora están separadas y una tiene episodios de violencia doméstica. No fue fácil conseguir este espacio. Y también fue difícil para los hombres, porque a veces no saben cuál es su lugar.
Los productos de Matriarca se venden en su showroom de la calle Bonpland y por su página web. También se comercializan en negocios de otras marcas. Además, se presentan regularmente en ferias artesanales de Argentina y del mundo. Con el tiempo, fueron dándose cuenta de cuáles eran los productos más buscados, y se animaron a presentarlos en ferias internacionales en Francia y Estados Unidos.
¿Cuál es el producto más vendido?
De los distintos colectivos surgieron diferentes productos: los animalitos de lana son uno. Pero, para mí, la estrella es el chaguar y –dentro de esta técnica– la yica, que es la cartera de chaguar que se cruza. En Nueva York la podés conseguir en el Museo del Barrio y estamos intentando entrar en el MoMA. Pega mucho.
Quién ayudó a quién
Créditos: gentileza de Bill Zules.
A la hora de hacer el balance de este emprendimiento, Paula destila humildad. Dice que le llevó bastante tiempo meterse en el universo del retail, que era algo desconocido para ella. Y que sus objetivos iniciales tal vez hayan sido demasiado ambiciosos y que no llega a vender lo que se había propuesto en el business plan.
"Me hubiera gustado hacerlo mejor, pero la verdad es que agradezco a la vida haber conocido a estas mujeres. Aprendí mucho con ellas".
Desde el comienzo, Paula pensó en Matriarca como una marca de identidad latinoamericana. "Así como hay artesanías africanas, siempre pensé en los productos de Matriarca como la representación del continente. Me parecía que había ahí un espacio para ocupar." De hecho, ya incorporó productos hechos en Paraguay y en Bolivia. Otro de los proyectos que la ocupan es la producción de vinos de altura en la bodega Valle Arriba, en Salta, para lo que se apoya en la experiencia de Raúl "Yeyé" Dávalos, sexta generación de vitivinicultores de la provincia. Paula nunca se detiene, y cuando habla de cada proyecto, de cada logro, se le ilumina la cara. One an entrepreneur, always an entrepreneur, reza el dicho que mejor la define.
¿Dónde comprarles?
Aunque revenden a muchísimos multimarcas, tienen su showroom propio en Palermo (Bonpland 1970). Además, si entrás a www.matriarca.com.ar, tienen su tienda online, donde podés chusmear todos sus productos. Envían a todo el país •
Matriarca, mujeres rompiendo paradigmas
Mujeres de la comunidad wichi.
Por Paula Marra.
"Creemos en hacer con otros. En el liderazgo de muchos en el territorio, que se vinculan y gestionan diferentes formas de acceso a la realidad. Creemos en articular con el Estado y sus agencias, con el sector privado, con organizaciones civiles y con fuerzas vivas de las comunidades. Creemos en poner en valor los distintos saberes de las áreas rurales y promover su desarrollo económico a través de la fuerza creadora de sus habitantes. Los vemos gestionar organizados toda la cadena de valor y articular sus saberes locales con los conocimientos científicos. Los vemos generar nuevos sistemas productivos.
Ponemos el corazón en hacer productos sanos, buenos, hermosos y de calidad global, que lleguen a públicos urbanos. Junto a organizaciones como la COMAR, la Fundación Gran Chaco, El Futuro está en el Monte y Avina, y con diferentes ministerios y municipios, vemos prosperar a los colectivos sociales y las personas. Su capacidad para ser empáticos, solidarios, emprendedores y responsables, sustentables y competitivos. Vemos a las personas acceder y gestionar las nuevas tecnologías de la información y comunicación: mujeres y hombres cuidando juntos el ambiente y produciendo, con los mismos derechos y oportunidades. Somos gente trabajando en equipo en distintos lugares, intercambiando saberes, sabores y sinsabores. Somos gente que se hace cargo de su vida, de su consumo, de su ambiente, de su placer, sabiendo que los elementos de nuestra tierra madre son finitos. Somos gente capacitándose permanentemente para potenciar el desarrollo de nuestra creatividad. Queremos gente feliz, embelleciendo al mundo. Fabiana, Lylian, Norma , Rita , Olga , Juana, Nilda , Vanesa, Marina, Rosario, Mercedes, Mirta, Gabriela Silvia, Silvina, Cynthia, Jessi, Claudia, Pia, Patricia, Agustin, Mauricio, David, Juan…"