Mundial Qatar 2022: "Perseguí a una persona por la calle en la búsqueda de figuritas para el álbum"

Las mañanas viniendo a la redacción de OHLALÁ! se convirtieron en largas caminatas en las que me acostumbré a recibir una corta respuesta: “No”, “No”, “No”. Para que, en los últimos días, directamente me contestara un cartel: “No hay figuritas hasta nuevo aviso”. Si a esto le sumo que el teléfono de la fábrica del lugar en donde salen listas de las difíciles, las fáciles, las extras, suena constantemente ocupado... una pesadilla.

Finalmente, seis días después, entró a casa mi marido estoico con seis paquetes. Lo mejor, es que ninguna repetida. Pero ahora faltaban 603 para llenar el álbum y pasarían cuatro días más hasta tener nuevas noticias de un paquete a la venta. Fue él quien, más tarde, también volvió del supermercado con el dato de: "¡En el kiosco de al lado a la carnicería hay!". Hice lo que toda persona haría (¿no?): salí anticipadamente de la ducha, me puse un gorro de lana para no enfermarme, agarré a mi hija de una mano y en la otra la tarjeta de débito. Cuatro cuadras hasta el Banco, tres cuadras hasta el kiosco. “Te puedo vender solo 10 paquetes”, me dijo serio e intransigente el que ahora parecía el presidente de la sonrisa del fin de semana.

Así fue cómo fuimos juntando figuritas, en donde empezaron a aparecer las repes y nuestro Excel (que un fanático que con mucha dedicación compartió en Twitter para que todos pudiéramos completar) comenzó a tomar color entre los "laten" y "nolaten".

Pero si creían que esto quedaba ahí, lo cierto es que la historia se vuelve aún más picante. Ayer, cuando volvía a casa después de una reunión, escuché a una persona decirle a otra: "¿Querés figuritas?, ¿Te traigo figuritas?". Entonces él cruzó una avenida mal, sin mirar y mi reacción fue automática: empecé a seguirlo, a repetir sus pasos, sin ninguna idea de hacia dónde realmente íbamos.

Cuando se dio cuenta, me miró y me dijo: "¡Ey! Me estás siguiendo". Fue ahí cuando, con una sonrisa rendida y mientras seguía trotando para no perderle el paso, le confesé que lo había escuchado: "¡Te escuché! ¡Te escuché! ¡Vas por figuritas!". La corrida valió la pena: gracias a tener las antenas paradas, conseguí otros diez paquetes y volví a casa victoriosa.

Cuando era chica lo divertido era el recreo del colegio. Pasar las figus, cambiarlas, completar las hojas cuadriculadas con numeritos de un color si las teníamos y otro color si estaban repetidas. Negociar y cambiar Batistuta, que salía siempre, por Valderrama que era imposible. Un paquete, dos a lo sumo, por día era lo permitido. Pero el piloncito para salir al recreo era enorme.

La estrategia de marketing (¿será acaso una estrategia de marketing?) que eligieron esta vez además de cruel con los chicos pone el ojo sobre las ridiculeces que somos capaces de hacer los grandes por conseguir 15 figuritas. Y es que los grandes también somos chicos en época de mundial, también nos ilusionamos y sobre todo necesitamos canalizar las ansiedades en algún lugar.