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¿Existe el útero alfa en los grupos de mujeres?

Entre un grupo de mujeres suele haber una sincronización menstrual. ¿Podríamos pensar en la posibilidad de que fuese un útero el que marcara el tiempo y, de alguna manera, liderara el ritmo de este acompasamiento femenino?


Créditos: Ilustración de Ariel Escalante



Cualquier mujer sabe que en un grupo de trabajo, de estudio, de amigas que conviven o de compañeras de facultad, es muy probable que varios hábitos se mimeticen, y también es muy común que varias comencemos a menstruar a la vez. Y si bien es un hecho que se repite, la ciencia no tiene mucho para aportar al respecto: suele vincularse, en definitiva, al azar.

Pero, como estamos convencidas de que sucede algo más que un mero acontecimiento fortuito, y como lo que ocurre cuando las mujeres nos juntamos es muchas veces tan mágico como poderoso, dimos un paso más para preguntarnos: ¿y si esa sincronización menstrual siguiera cierta lógica? ¿Podríamos pensar en la posibilidad de que fuese un útero el que marcara el tiempo y, de alguna manera, liderara el ritmo de este acompasamiento femenino? ¿Es posible o acertado hablar de úteros alfa y úteros beta? Estuvimos indagando en el tema y esto fue lo que encontramos.

¿Qué te aleja de tu ciclicidad?

Lo cierto es que, para poder al menos considerar que estas cuestiones ocurran a nivel colectivo, primero tenemos que estar bastante conectadas con nuestra propia periodicidad. Por eso, si nunca lo hiciste, estaría bueno que te preguntaras: ¿estás igual antes de menstruar que cuando ovulás o cuando estás indispuesta? ¿Cómo va variando tu flujo? ¿Cómo determinan tus hormonas tus cambios emocionales? ¿Cuán hinchado está tu cuerpo antes de que te venga y cuánto más liviano una vez que se te fue? ¿Tenés el mismo apetito durante todo el mes? ¿Tenés las mismas ganas de tener sexo?

Si bien puede adjudicarse esta "desconexión" que solemos tener con nuestro propio cuerpo al estrés, el acelere de la vida moderna o la poca info con que contamos respecto a estas cuestiones, hay un hecho irrefutable, que tiene que ver con la impaciencia, que lleva, en definitiva, a la falta de autoconocimiento y, por ende, la falta de contemplación.

Volver a todas

Aunque podemos pensar que nuestro cuerpo puede mimetizarse con quien mejor nos cae, la realidad es que, si existiera este liderazgo de un útero que comandara el ritmo de un grupo, tu cuerpo no estaría necesariamente siguiendo a la persona que más te gustara ni con la que más cosas tuvieras en común.

Como dice la cocreadora de la terapia menstrual Zulma Moreyra, las hormonas son mensajeras. Y cuando ovulamos, nuestro cuerpo se prepara para gestar (en el sentido más amplio de la palabra), por eso está vibrante, brillando. Nos sentimos bien, nos desplegamos, es un momento muy power. No sería extraño pensar, entonces, en la posibilidad de que, en búsqueda del bienestar y de la armonía, los cuerpos busquen acompasarse a ese que probablemente esté segregando oxitocina, la hormona del placer, ya que la está pasando bien, brilla y llama a otros.

En definitiva, el cuerpo busca lo mejor para él y para el entorno, y se sabe parte de un todo. El resto de las integrantes de ese grupo de mujeres podría, al sincronizarse, estar en un estado receptivo, respondiendo a ese llamado –sutil e imperceptible– del cuerpo de la otra, en un círculo virtuoso en el que la sincronicidad sería una forma de potenciar el poder de sangrar todas juntas.

Las carpas rojas

Esta idea de mujeres menstruando juntas no es nueva. Como cuenta Vicki Noble en su libro La mujer Shakti, de hecho, es primitiva: las carpas rojas formaban parte de un ritual femenino llevado a cabo en un espacio sagrado, en el que las miembros de la tribu se reunían generalmente durante la luna nueva a menstruar, transmitiendo saberes de generación en generación, y esta sangre obtenida sin sacrificio era considerada muy fructífera para sembrar el suelo y abonar la tierra.

Retomada en la serie The Red Tent, el leitmotiv de las carpas rojas es conectar la ciclicidad del cuerpo con los ciclos del universo y honrar la potencia creadora del útero. De hecho, un movimiento homónimo, con presencia en Estados Unidos, Inglaterra y gran parte de Latinoamérica, retoma esta costumbre, con el objetivo de compartir un espacio de reflexión, conocimiento e intercambio de experiencias.

Círculos virtuosos

En los círculos de mujeres suele primar la empatía y se juega fuertemente el sentimiento de pertenencia. En este sentido, la otra está formando parte de ese grupo, con un punto de vista y una entidad distintos; pero también en tanto par: estamos hechas de la misma sustancia, manifestada de diferente forma. El dar y recibir es clave, y ponerse a disposición del bienestar propio y del grupo es esencial.

Por eso, la pertenencia puede ponerse en juego en cualquier agrupamiento, y en acciones de lo más chiquitas. Puede ser ofrecerle una pausa o un vaso de agua a una compañera de trabajo que notás estresada, cambiar de tema si advertís que la conversación va en una dirección que no le hace bien a nadie o cortar la charla de mil audios con una amiga y proponer un encuentro. En definitiva, poner en juego la potencia que las mujeres tenemos y pasar a tener un rol activo de la manera que mejor nos sale: creando realidades.

Armá tu propio ritual con amigas

Lo importante del ritual que armen es que tenga valor para ustedes, que sea amoroso y trascendente. La premisa es que, después de estos círculos, nos sintamos mejor física, mental y emocionalmente. Que podamos soltar lo que no nos está haciendo bien y regar lo que queremos que crezca, contando con la fuerza del círculo como combustible "megaultra".

  • Pueden elegir un tema que actuará como hilo conductor durante todo el encuentro. Por ejemplo, el placer: cada una puede contar cuál es su vínculo con el placer en la vida en general, cuán habilitado está, en qué ámbitos sí y en cuáles no.

  • En el plano físico, pueden darse un espacio para bailar y reír a carcajadas, hacer una práctica de yoga o comer algo delicioso. Haciendo un banquete, rico, lindo, nutritivo.

  • En el plano mental y emocional, cada una puede hacer una lista de los pensamientos más recurrentes que la alejan del placer, y después pueden armar entre todas un fuego donde entregar esas listas para soltar esas ideas.

  • Después del fuego, cada una puede escribir un contrato consigo misma donde se comprometa a habitar el placer de alguna forma nueva y activa desde ese día.

Algunas claves

  • Ideal que sea en luna nueva, es muy propicio para juntarse.

  • El encuentro debe abrirse y cerrarse. Pueden sentarse en círculo, darse la bienvenida, encender una vela en el altar. Lo que se dice y se escucha, ahí queda.

  • Si no hay altar, prepararlo para la ocasión: con fotos de las mujeres invitadas o sus nombres escritos, flores, piedras.

  • Que cada mujer lleve algo para compartir. Una canción, algo para comer, flores. Se puede poner un platito en el altar con un poco de cada cosa como ofrenda a la divinidad.

  • Antes de terminar, mediten, descansen. Pueden escuchar una meditación guiada o poner una música suave y estar todas en silencio un rato, cada una haciendo lo que sienta.

  • Es bueno también que tomen agua durante y después, el solo hecho de encontrarnos a salir de la rutina genera una liberación de toxinas y el agua ayuda a barrerlas.

  • Inviten a mujeres que las nutran: puede ser una instructora de yoga; otra vez, alguien que les enseñe algo nuevo: huerta, bordado, manejo de redes, sexualidad sagrada, poesía.

  • Usen esa unión para hacer servicio: pueden hacer una cadena de favores entre ustedes o hacer algo para la sociedad.

Experta consultada: Eugenia Tavella. Instructora de yoga, terapeuta menstrual y decodificadora bioemocional. @eugetavella.

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