Un domingo al mediodía, día en que comenzaba mi semana 38 de embarazo, empecé a sentir que las contracciones que venía sintiendo los últimos meses eran bastante seguidas. Empezamos a anotarlas y nos dimos cuenta de que, aunque no sentía dolor, eran exactamente cada diez minutos.
A la mañana siguiente, las contracciones eran más intensas y siguieron así durante todo el día. A eso de las 7 de la tarde lo llamamos al médico y fuimos a verlo. ¡Tenía solo uno de dilatación! Y ya ahí nos dijo que podía ser un proceso largo... ¡No sabíamos qué tan largo! Esa noche las contracciones llegaban a ser cada cinco o seis minutos pero sólo por momentos, por lo que decidimos esperar a ver cómo amanecía.
El martes a la mañana, parecía un chiste: ¡se volvieron más espaciadas!... Y así fue durante todo el día... iban y venían. ¡Ya no sabía qué hacer! En cada contracción, intentaba buscar la mejor manera de atravesarla: probaba distintas posiciones, trataba de caminar, pero lo que más me ayudaba era respirar y liberar la voz, una de las herramientas que aprendí en gimnasia para embarazadas. Mi marido, además de encontrar una aplicación que contaba las contracciones y calculaba la frecuencia (¡él tampoco sabía ya qué hacer jaja!), me preparaba a cada rato una bolsa de agua caliente para ponerme en la espalda y los baños de inmersión que me calmaban y ayudaban a relajarme. En estos momentos aprovechaba para hablarle a mi bebé, para decirle que estábamos listos y lo estábamos esperando. Esa noche las contracciones también fueron muy seguidas y más dolorosas, y yo estaba tan cansada que me quedaba dormida entre contracción y contracción.
El miércoles a la mañana las contracciones eran fuertes y sentía que ya no me recuperaba entre una y otra. No podía entender cómo había pasado otro día y yo seguía así... Pensaba "¿Cómo nadie me dijo que esto podía ser tan largo? (¡por no decir interminable!)" ¡Estaba agotada! Fuimos a ver a mi obstetra ¡y tenía solamente cuatro de dilatación! Nos dijo que fuéramos a casa, me diera un baño largo y después fuéramos a la clínica. Por fin sentía que el gran momento se acercaba.
Me revisaron en la guardia y me dijeron que me iban a internar, y que si me parecía bien, me pondrían oxitocina y romperían la bolsa para acelerar el proceso. Les pregunté si eso era lo que mi obstetra recomendaba y dijeron que sí, así que tranquila accedí. Las contracciones se hicieron más seguidas y más fuertes, por lo que ya más que liberar la voz, creo que eran gritos. Mi marido me agarraba una mano y con la otra me sostenía la espalda donde más me dolía. Finalmente me llevaron a la sala de partos para ponerme la peridural. Mientras una enfermera divina me tranquilizaba y me ayudaba a respirar, me pusieron la anestesia. Sentí como un calorcito en la espalda ¡y se me fue todo dolor!
La partera nos empezó a mostrar cómo tenía que pujar pero era difícil porque no sentía nada, ¡ni siquiera las contracciones! Por lo que tuvimos que esperar que se me fuera un poco el efecto. Mi obstetra todavía no había llegado, pero en cuanto empecé a sentir las contracciones, sentí la necesidad de pujar; así que con la partera sosteniéndome de un lado y mi marido del otro, empecé a pujar. Hicimos un par de pujos… y llegó mi médico con su paz característica. Puso música, me dijo que mi bebé estaba perfecto y que faltaba poco. ¡Estaba tan cerca! Hice algunos pujos más con toda mi fuerza y escuché que todos decían "Ahí está, ahí está, fuerza!!" Y de repente, ahí estaba... nuestro pequeño milagrito: Santos. Nos miramos y nos emocionamos. Ya no éramos dos, tampoco dos y una panza, Santos estaba ahora entre nosotros. Mi marido cortó el cordón, lo envolvieron en una toalla y lo pusieron sobre mi pecho. Fue un momento único y mágico, que nunca voy a olvidar y que ya recuerdo con nostalgia. Todo ese dolor y cansancio eran ahora parte del momento más lindo de nuestras vidas, que elegiría vivir una y mil veces más.
Por qué elegimos esta historia
El trabajo de parto de cada mujer y de cada embarazo es muy distinto. Algunos partos se desencadenan rapidísimo y tras pocas horas de contracciones intensas y un par de pujos, la madre puede dar a luz sin inconvenientes. Pero para otras mujeres, como Agustina, ¡el trabajo de parto puede durar días y días! Si bien el parto tiene distintas etapas, la primera, que empieza en el momento en que arrancan las contracciones más notorias y rítmicas, suele ser la más larga (en el caso de Agus, ¡duró casi 4 días!). Por eso hay que estar mentalizada y no ponerse ansiosa ni bien arrancan las contracciones; ¡nos puede quedar mucho por delante! Igual, al comenzar con el trabajo de parto, siempre hay que mantener al tanto a nuestro médico o partera: ellos nos van a indicar qué hacer en cada momento.
Para dejarlo en claro, vamos a repasar cuáles son las etapas del parto:
Etapa 1: empieza cuando aparecen las famosas contracciones, que van a ser más fuertes y dolorosas que las que podemos haber tenido de manera espaciada durante el embarazo. Estas suelen ser rítmicas (cada 10 minutos aproximadamente, al principio) y son las que hacen que el cuello uterino se vaya dilatando. Esta primera etapa termina cuando el cuello del útero está completamente dilatado (cuando te dicen: "Tenés 9 o 10 de dilatación").
Etapa 2: empieza cuando estás completamente dilatada y termina con el nacimiento del bebé. Es el momento en el que tenemos que pujar para ayudar al bebé a salir al mundo.
Etapa 3: justo después de dar a luz, ¡todavía nos queda trabajo por hacer! Hay que expulsar también la placenta.
Como dijimos, el tiempo que dura cada parto varía mucho. Un dato a tener en cuenta es que para las mamás primerizas, el trabajo de parto suele ser más largo que el de las mujeres que ya tuvieron algún otro parto natural.
¡Ojalá esta información les sirva!
Por mi lado, les cuento que ya me queda poco tiempo, ¡estoy llegando a los 8 meses de embarazo! Es el momento de aprovechar para hacer algunos programas de a dos y de disfrutar de los pequeños momentos de tranquilidad ¡que después probablemente escaseen! (Este finde fuimos al cine, a comer, salimos con amigos...) Igual, obviamente, ¡muero de ganas de conocer a mi Nachito! Ya les contaré cómo sigue todo.
Nos leemos la semana próxima,
Cande
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