Emodiversidad: ¿por qué está bueno ampliar nuestro abanico de emociones?

Ahora, alguna vez te preguntaste: ¿cómo es que sabés lo que es cada emoción que experimentás? ¿Cómo sabés que, por ejemplo, el enojo no es ira, y la ira no es frustración? ¿Cuál es el marco de referencia que tomamos? Bueno, resulta que esto depende un poco del contexto cultural y las construcciones de cada sociedad en el tiempo. De acuerdo a la neurocientífica Lisa Feldman Barrett, sonreír como lo entendemos en la actualidad, por ejemplo, era algo que no existía en la antigüedad, sino que fue “inventado” por los europeos en la edad media. Es decir, como explica en su libro “Cómo las emociones son creadas”, las emociones son construidas -sus nombres son distintos según la cultura, que entiende los diferentes estados corporales y emocionales-. Así que, las categorías emocionales que conocemos, y que sirven para organizar nuestras respuestas físicas al mundo alrededor nuestro, pueden tomar infinitas formas y cantidad. ¿Sorprendida?

Barret también es una de las tantas defensoras de lo que hoy día se conoce como granularidad emocional, y que refiere justamente a la diversidad de emociones que podemos experimentar, y que, atenti, es posible entrenar. Cuánto más fina y detallada tu diferenciación entre emociones, más efectivamente te vas a poder mover y desenvolver, propone Barret. Asimismo, la capacidad para experimentar una mayor granularidad de emociones, te permite entenderte a vos mismo y a otros mejor, y también comunicar lo que necesitás.

Pero ella no es la única escribiendo sobre el tema. Existen varios libros y recursos sobre el tema, uno de ellos es Universo de emociones, que presenta más de 300 emociones, alqo que llama la atención cuando la mayoría de las personas no suelen utilizar más de 30 palabras para referirse a las emociones, según especialistas. Otro atlas para consultar es el Diccionario de emociones y fenómenos afectivos, donde aparecen más de 500. Otro proyecto es The Emodiversity Project, un ensayo clínico realizado a 37.000 voluntarios arroja un resultado inequívoco: aquellos que gozaban de un mayor rango de diversidad emocional resultaban individuos con menor tendencia a la depresión y una mejor salud física. Finalmente, está The emotionary, de Eden Sher, un divertido diccionario ilustrado por la célebre artista Julia Wertz que contiene nuevos emoconceptos. 

Según una nota reciente sobre el tema en The Atlantic, los psicólogos plantean que las personas que exhiben emodiversidad no sólo son mejores autoregulándose, sino que beben menos cuando están estresadas -probablemente esto tenga que ver con esa capacidad para regular emociones en los peores momentos-, sufren menos de agotamiento, y visitan menos al médico que los que no lo hacen.

Lo interesante (y novedoso) es que se viene hablando también mucho sobre la diversidad cognitiva, en relación a por ejemplo las personas neurodiversas (personas en el espectro autista, con Asperger, etc), pero este nuevo concepto del campo de la inteligencia emocional nos abre las puertas para empezar a considerar también cómo las personas reconocen y hablan de las emociones según sus contextos culturales. No será lo mismo la manera en que por ejemplo un japonés, un ruso o un noruego hablen respecto de la soledad o el amor.

Al mismo tiempo, si pensamos en que la diversidad en la sociedad está dada por las diferencias que existen entre personas (género, orientación sexual, neurocognición, etc), sumar aspectos referidos a los procesos emocionales de cada uno, podría ampliar la noción de inclusión y colaborar en pos de construir una sociedad cada vez más tolerante.

“El desarrollo de competencias socioemocionales se convierte en algo valioso y que nos ofrece incluso una ventaja competitiva. Así, aprender a gestionar mejor nuestro enojo, nuestra frustración y otras emociones de valencia negativa o desarrollar nuestra autonomía emocional -algo fundamental para nuestra autoconfianza, nuestra automotivación y para tomar mejores decisiones-, o promover nuestra capacidad de resiliencia y de generar redes se convierten en aliados no solo para lograr metas, sino también para nuestro bienestar emocional. Y porque claro, reconocer y expresar nuestra vulnerabilidad nos hace más empáticos y auténticos frente los demás”, explica Adela Cavia, especialista en entrenamiento emocional, bienestar y resiliencia para nuevos liderazgos. Así que ya sabés... ¡a ampliar tu abecedario emocional!

Experta consultada. Adela Cavia. Especialista en entrenamiento emocional, bienestar y resiliencia para nuevos liderazgos.