Inés y Patricio sabían que querían quedarse en Colegiales, su barrio. Tenían la plata para comprarse una casa de tres ambientes con casi todo listo para habitar
o un PH de dimensiones cósmicas (¡tiene siete habitaciones!) construido en 1911 sin agua caliente, estufas ni sistema eléctrico confiable. Ganó el PH. "Cuando vine a verlo, estaba detonado, lúgubre, abarrotado. Pero me impactaron los pisos y la amplitud de los cuartos", cuenta Inés Fraschina (39), diseñadora gráfica e ilustradora, mientras Juana, su hija de siete años, toca el piano en el estudio de su papá músico.
"Yo digo que es nuestro búnker, estamos en el medio de la manzana y lejos del ruido de la calle. No nos queremos ir de acá", dice. Se instalaron hace tres años y desde entonces fueron haciendo arreglos. La consigna fue respetar el diseño original de la construcción (típica casa chorizo) y
hacer pocos cambios.
Donde encontró una debilidad, Inés la aprovechó a su favor: una pared con humedad se transformó en una pared descascarada que le da mucha onda al living, y allí adonde no llegaba la luz natural, decidió tirar paredes. El resto fue volver a darles vida a la cocina y el baño. Eso fue todo. Y "todo" incluye, por ejemplo, dejar intacta la pintura con sus capas multicolores, que evidencian las generaciones de habitantes que pasaron por la casa antes.
La cocina la hicieron de nuevo: negro para los muebles de madera, que contrastan con los azulejos blancos. Un desayunador de diseño propio y vajilla heredada. El balconcito que corona la cocina da a una habitación que, en el futuro, será el cuarto de Juana.
La filosofía de Inés es comprar solo lo indispensable. Y comprar lindo, barato, bonito y usado. Por eso, los muebles de la casa fueron de su mamá, de su tía y de su suegra. Los que no, los compró por MercadoLibre, en locales de antigüedades o en el Mercado de Pulgas de Dorrego, que está a la vuelta de la casa.
En el living, conviven un sillón Luis XV, una lámpara colgante de estilo industrial y una cajonera americana mid century. Ese espacio es el centro de reunión: ahí confluyen ilustradores o músicos en comidas que la pareja organiza cada dos meses.
En el comedor, su lugar de trabajo, una mesa de los años 60 del Mercado de Pulgas y un vajillero que compró por ML. Punch de color con los tulipanes amarillos (La Floreri).
"Todo el tiempo estoy pensando en la ambientación de la casa, para mí es un juego", dice Inés, y define el estilo de su hogar como ecléctico, aunque, si se repara en cada detalle, todo tan personal y tan cuidado, es más justo llamarlo "estilo Inés".
En la habitación matrimonial decidió que el velador metálico que fue de su abuela se luciera sobre una mesa de luz colorada, mientras que el baño lo equipó con una bacha, un espejo antiguo y una bañera con patas que compró muy barato por MercadoLibre.
El patio es el pulmón y el hall de distribución de la casa. Parte cubierto y parte al aire libre, ahí se da la mejor combinación posible: luz natural, plantas, una Singer que hace de mesa y sillones pavo real. En verano le suma una pelopincho. ¿Qué más se puede pedir?