El hechizo del verano es el nuevo libro de Virginia Higa en donde habla sobre su vida en Estocolmo
Conversamos con Virginia Higa, la aclamada autora de Los sorrentinos , sobre su último libro: El hechizo del verano. En este ensayo, cuenta cómo es su vida al mudarse a Estocolmo, reflexiona sobre la lengua, la extranjeridad, el clima, los libros y hasta el deporte. ¿Cómo se vive y se escribe la vida en otro país?
21 de enero de 2024
Virginia Higa, autora de Los sorrentinos y El hechizo del verano - Créditos: Diana Mo
Mudarse a otro país no es fácil. Las costumbres, el idioma, los ritmos de vida, el clima. Virginia Higa lo sabe muy bien. La autora argentina se mudó a Estocolmo unos meses antes de publicar su primera y aclamada novela, Los sorrentinos (publicada por Sigilo en 2018, que ya lleva ocho ediciones, traducida al portugués, italiano, sueco y francés y con más de 15.000 ejemplares vendidos). Allí empezó a escribir la colección de crónicas y ensayos personalísimos que integran El hechizo del verano. Un libro imperdible para sumar a tu valija de vacaciones.
Entre el ensayo, la crónica y el diario personal, Higa mira el mundo con ojos de niña y nos devela la capital sueca con profunda sensibilidad. En la senda de sus admiradas Hebe Uhart, Natalia Ginzburg y Wisława Szymborska, puede posarse tanto en las pequeñas como en las grandes cosas y no hace distinción entre la curiosidad intelectual y la experiencia sensible. Charlamos con ella sobre su último libro, sus anhelos, la escritura y la lectura.
Tu nuevo libro El hechizo del verano habla sobre tu vida como inmigrante en Estocolmo. ¿Cómo surgió la idea de escribirlo?
Cuando llegué a Suecia empecé a escribir sobre la experiencia de estar en un lugar nuevo, la gente que conocía, las cosas que pasaban. Una especie de diario de observaciones que fue creciendo con los años. Después interrumpí esa escritura porque nació mi hijo y me puse a escribir otra cosa. Pero hace más o menos un año volví a leer ese archivo y tuve ganas de editarlo y de hacer crecer algunos de los textos. Era una gran masa sin forma, así que fui cortando y pegando según los temas que me interesaba recuperar. Todos los textos tienen en común ese hilo conductor de la experiencia en Suecia pero hablan de diferentes temas, cosas que me interesan. Era una idea un poco rara para un libro, pero por suerte tengo un editor que se entusiasma con los desafíos y que aceptó de inmediato la idea que yo traía.
Entre el ensayo y la crónica, por momentos el tono es casi el de un diario íntimo, confesionario, ¿qué desafíos encontraste a la hora de escribir(te)?
Tenía ganas de escribir en primera persona porque había estado leyendo muchos ensayos y textos de no ficción donde la voz que narra es una primera persona que va compartiendo su proceso mental, sus impresiones sobre las cosas, sus descubrimientos. Creo que hay una especie de malentendido con la primera persona, una cierta desconfianza, como si escribir en primera persona fuera un gesto de vanidad. En realidad creo que es lo contrario, o que la búsqueda que me interesa a mí no tiene que ver con contar intimidades ni exponerme innecesariamente, pero sí tengo ganas de compartir lo que pienso y lo que veo del mundo, y por eso a veces aparezco en los textos, es inevitable. Además la construcción que una escritora hace de sí misma en un texto siempre es eso, una construcción, no es la persona real, que es inabarcable. Una inspiración fueron las películas de Agnés Varda, que hacía algo entre el documental y el ensayo personal y se daba muchísimas libertades para aparecer en lo que contaba (siempre es su voz la que nos va guiando). Yo quise para mí algo de esa libertad.
También hay una reflexión muy potente sobre el lenguaje y las palabras. Vos sos traductora, ¿cómo la lengua determina nuestra mirada?
Es una pregunta muy compleja que me interesa muchísimo y que no me siento capacitada para responder. Todo el siglo XX está atravesado por esa pregunta: qué relación tiene el lenguaje con nuestra concepción del mundo. Tengo la sensación de que en un momento se llegó a una especie de callejón sin salida donde parecía ser que el lenguaje construía una realidad paralela y que no había conexión posible entre las dos esferas. A mí me gusta la mirada de la lingüística cognitiva porque creo que logra saltar un poco ese cerco poniendo al lenguaje como una más de las facultades humanas, y no la más importante de todas. Es hermoso detenerse a analizar las diferencias entre las lenguas, las cosas que cada una percibe y marca del mundo, las metáforas que moldean la percepción, pero creo sobre todo que no hay que olvidarse del mundo, de lo que está más allá de la lengua. Que las lenguas humanas (como todo) también son parte de una ecología más grande, que son influenciadas por muchísimas cosas, por la geografía de un lugar, por su clima, por nuestros cuerpos.
El hechizo del verano, de Virginia Higa
Vivir en Estocolmo
Lo que más me gustó del libro es esa mirada de extrañamiento sobre las cosas que te permite el ser extranjera, ¿qué es lo que más te llamó la atención de vivir en Estocolmo?
Muchísimas cosas, desde el plano social y humano hasta el natural, el paisaje, la luz, lo seco que es el aire en comparación con Buenos Aires. La mirada también se fue moviendo en estos años porque fui descubriendo otras capas de la sociedad y la cultura que antes no veía. Al principio con la novedad todo parece lindo y después te vas adentrando de a poco en las sutilezas y las oscuridades que están debajo. Lo mejor de vivir en Estocolmo para mí sigue siendo el privilegio de tener un acceso tan inmediato a la naturaleza en medio de una capital. Hay lagos y bosques por todos lados, agua limpia, y lamentablemente eso es cada vez más un lujo.
Contás algo bastante curioso que es que soñás con hacer arquería (de hecho, probaste) y participar en las olimpíadas, ¿de dónde viene este deseo?
No sé, pero quizás venga de mi adolescencia. Yo era muy fanática de la Edad Media, de Tolkien, y la arquería era una disciplina muy seductora, algo que siempre había querido probar. Lo de las olimpíadas creo que viene de un deseo de experimentar esa comunidad que tienen los atletas, que es algo desconocido para mí que nunca hice ningún deporte. Y de la intuición de que los atletas logran una comunión a un nivel que los que nos dedicamos a actividades más mentales no conseguimos nunca.
"Quizás conociendo a mucha gente diferente se conoce una misma mucho más", escribiste, ¿qué sentís que conociste de vos en tu nuevo hogar y con la escritura de este libro?
¡Tantas cosas! En principio, me gusta la sensación de haber conseguido una libertad y unos permisos para mí misma en la escritura que me gustaría darme también en la vida. La escritura es como una dimensión en la que aprendo y evoluciono más rápido, entiendo las cosas antes que en la vida "exterior". Conocí a mucha gente de diferentes culturas en este tiempo, eso es fascinante, y esas diferencias también te ubican en el mundo más grande, te dan una mirada más amplia.
¿Quién es Virginia Higa?
Quién es Virginia Higa - Créditos: Diana Mo
Tu primera novela, Los sorrentinos, fue un éxito, traducida a varios idiomas. Acá ya no es ficción y es una escritura más íntima, ¿en qué género te sentís más cómoda escribiendo?
La verdad es que nunca siento que esté escribiendo en un género determinado mientras escribo. Tampoco sentí que estuviese escribiendo algo más íntimo cuando escribía estos textos, en relación con Los sorrentinos. Esa novela también es mi voz y mi sensibilidad. A veces me sirven las restricciones formales, por ejemplo, si tengo que escribir una reseña de determinada cantidad de palabras. Pero si escribo lo que tengo ganas, en general no tengo una forma previa en la cabeza, el texto va creciendo y después veo qué forma tiene.
Trabajás como traductora, das clases de español, maternás y además, escribís, ¿en qué momento te sentás a escribir? ¿tenés algún ritual o rutina en particular?
No tengo rutinas para escribir, le voy haciendo espacio como puedo. Tengo mi escritorio en un rincón de la cocina y creo que estar ahí sentada, leyendo algo o buscando cosas que me interesan en internet ya es parte del ritual de escribir, aunque escriba poco o a veces nada. También tengo unos cuadernos en los que anoto cosas, ideas, que después a veces recupero. Me di cuenta de que las rutinas rígidas no me sirven para escribir, aunque sí para traducir, por ejemplo.
Mencionás varios autores en tu libro, ¿cuáles te resuenan últimamente?
Últimamente estoy leyendo mucho a John Berger, que siempre es un placer. También el año pasado leí completamente maravillada a Karen Blixen, la autora danesa. También estoy leyendo mucho sobre mitología griega y al antropólogo francés René Girard, que habla sobre la teoría mimética del amor, que me tiene muy interesada.
¿Hay algún nuevo proyecto de escritura para 2024?
No estoy escribiendo algo nuevo, más allá de pequeñas notas e ideas. Este año tengo ganas de animarme a empezar a traducir del sueco, así que mi proyecto va por el lado de la traducción por el momento.