Frida Kahlo: llega al Malba una de sus obras más famosas
Se suma a la colección del MALBA la obra de Frida Kahlo más cara del arte latinoamericano. Te contamos la historia de amor y traición que inspiró la pintura.
26 de agosto de 2022
Frida Kahlo y Diego Rivera en 1939. - Créditos: Getty.
Si te apasiona el arte hay un evento que no te podés perder: la llegada de una nueva pintura de Frida Kahlo al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). A partir del 26 de agosto, se suma a la colección permanente Diego y yo, obra clave de la artista mexicana que batió récords en ventas. El cuadro fue adquirido en una subasta por 34,9 millones de dólares, convirtiéndolo en el más caro del arte latinoamericano hasta ahora.
Más allá de su precio, la pintura tiene un valor histórico incalculable ya que fue uno de sus últimos autorretratos antes de morir. En esta obra se ve a Frida Kahlo envuelta en lágrimas y sobre su frente la imagen de Diego Rivera (muralista y esposo de la autora) como si fuese un tercer ojo. Frida Kahlo solía inspirar sus obras en su vida y este cuadro no es la excepción, la pintura refleja la historia de un matrimonio en el que se amaron con locura pero también hubo celos, traiciones y mucho sufrimiento.
Cómo se conocieron Frida Kahlo y Diego Rivera
Frida y Diego se conocieron casi por casualidad. Ella tenía 15 años y era una de las pocas estudiantes mujeres de la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso. Él tenía 36 y era un artista consagrado al que le habían encargado pintar un mural de 150 metros en el patio del colegio. Fascinada con el trabajo de Diego, la joven Frida se escabullía para verlo en acción, cosa que no le hacía nada de gracia a Guadalupe (Lupe) Marín, quien era la esposa de Diego. Para ese entonces, el artista se había casado dos veces y tenía fama de mujeriego, por eso Lupe lo vigilaba todos los días con la excusa de llevarle el almuerzo.
Como en esa época la familia Kahlo pasaba por un mal momento económico, Frida empezó a trabajar como aprendiz de un conocido grabador. En el taller ella imitaba las obras de grandes artistas y también creaba las suyas propias bajo el tutelaje de su maestro. Sin embargo, su carrera artística dio un giro inesperado cuando el autobús en el que viajaba chocó contra un tren. El accidente le fracturó la columna y la obligó a estar postrada durante largos meses, pero eso no la detuvo de seguir pintando. Su madre le instaló un espejo en el techo de la cama y un soporte para que pudiese retratarse a sí misma y a los que iban a visitarla.
Cuenta la leyenda que, una vez que Frida recuperó la movilidad, le llevó sus cuadros a Diego para que le diese su opinión. El artista, que ya se había divorciado de Marín, le dijo que tenía un “talento prometedor” y le pidió que pintara algo nuevo bajo la promesa de que el siguiente domingo iría a verla a su casa. Desde ese momento Diego visitó la vivienda de los Kahlo todas las semanas con la esperanza de conquistar a la muchacha.
La familia de Frida no estaba contenta con el nuevo pretendiente, Diego era mayor que ella, ya había tenido dos matrimonios y, digámoslo, no era muy agraciado. De hecho, su madre lo detestaba tanto que lo apodó “la rana gorda”, en referencia a sus ojos saltones y la panza que le sobresalía. Al final, fue su padre el que les dio las bendiciones y accedió a que la pareja se casara
Historia de un matrimonio
El 21 de agosto de 1929 Frida Kalo y Diego Rivera tuvieron una boda íntima a la que no le faltó su dosis de drama. Una de las invitadas fue Lupe Marín que, después de unas cuantas rondas de tequila, le levantó la pollera a la novia al grito de “¿Ven estos dos palos? ¡Son las piernas que Diego tiene en lugar de las mías!” Luego se arremangó su vestido para comparar su cuerpo con el de Frida. Varios amigos de la pareja tuvieron que sujetarlas a ambas para evitar que corriese sangre. Para peor, luego de la pelea Diego se fue a una cantina y estando totalmente borracho disparó su pistola adentro del local hasta que se quedó sin balas. Fue tanto el enojo de Frida que tardó varios días en perdonarlo y mudarse con él.
Además del escándalo del día de la boda, el matrimonio tuvo que soportar varias situaciones difíciles. Frida tenía complicaciones de salud graves que impedían que sus embarazos llegasen a término. Esto fue un golpe muy duro para ella, ya que uno de sus sueños era ser madre.
El otro gran problema fueron las múltiples infidelidades de Diego. La artista sufría con cada una de estas aventuras y se las hizo pagar con la misma moneda. Durante su matrimonio Frida se acostó con hombres y mujeres por igual. Se rumorea que por su cama pasaron: la compositora Chavela Vargas, la bailarina Josephine Baker, el político ruso León Trotsky y el escultor Isamu Noguchi, entre muchos otros. Su esposo, parecía tolerar las relaciones homosexuales pero estallaba de celos cuando sentía que tenía competencia.
La gota que rebalsó el vaso fue cuando Frida descubrió que su esposo se acostaba con Cristina Kahlo, su hermana menor. En 1939 la pareja se divorció aunque volvieron a casarse al año siguiente. “Sé que fiel no me serás, pero al menos quiero que me seas leal” le escribió Frida a Diego en una carta. En su segundo matrimonio ella impuso nuevas reglas: vivirían juntos, compartirían gastos, pero no tendrían sexo.
El matrimonio sobrevivió hasta la muerte de Frida en 1954. Más allá de todas las peleas y desencuentros, también hubo mucho cariño y afecto. Diego sentía una admiración profunda por su esposa, se ocupó de su salud y de sostenerla económicamente. Por su parte, Frida en todas las cartas que le escribía, por más que lo insultara, firmaba con “siempre tuya”. Su relación fue como la retratada en Diego y yo: dos personas que no pueden dejar de estar juntas aunque eso les cause un profundo dolor.