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El fin de la girlboss: ¿por qué ya fue el paradigma de la jefa millennial?

La figura de la girlboss, esa mujer emprendedora, independiente y exitosa -popularizada por referentes como Sophia Amoruso- está siendo examinada hoy con otra luz. ¿Por qué está en caída la mística de esa jefa millenial? Y lo más importante: ¿cuál es el nuevo paradigma de liderazgo que propone?


Adiós a la "GirlBoss"

Adiós a la "GirlBoss"



Hace algunos años, estuvo muy en alza la figura de la girlboss como sinónimo de la mujer emprendedora, independiente y exitosa popularizada por Sophia Amoruso -autora de la autobiografía homónima y CEO fundadora de la firma de moda Nasty Gal-. Todas la mirábamos como faro a la hora de pensar en una mujer líder. Pero, sin embargo, ese estereotipo está siendo examinado hoy con otra luz. ¿Acaso referentes como Sheryl Sandberg (ex Directora Operativa de Meta) o Amoruso nos hicieron pensar más en términos individuales que colectivos, haciéndole un disfavor al feminismo? ¿Realmente nos ayudaron a superar el techo de cristal o aceptar que el sistema siempre será desigual para nosotras y usarlo a nuestro favor? 

Los orígenes del boom de la girlboss

Si hubiera que trazar una cronología de la girlboss todo apunta a Amoruso, considerada una “Cenicienta tech” quien en solo ocho años convirtió una tienda de ropa en eBay en un negocio capaz de atraer 40 millones de dólares de inversión, con sucursales en distintos lugares de Los Angeles, clientes en 60 países y hasta una serie en Netflix. Claro que su camino al éxito no fue un lecho de rosas, y tampoco estuvo exento de malos tratos, abusos e infracciones en los que la propia Amoruso incurrió. De hecho, fueron tanto las acusaciones de discriminación como de manejo abusivo de la compañía lo que eventualmente la llevaron a la bancarrota (renunció en el 2015 y luego de ser adquirida por otra empresa, la compañía se declaró en quiebra en 2016).

Pero incluso antes que ella, la economista, autora y CEO Sheryl Sandberg ya hacía olas con su conocido -hoy híper criticado- best-seller Lean-in”, que planteaba, entre otras cosas, que las mujeres eran sus propias enemigas a la hora de alcanzar el éxito, y que “si se lo proponían” podían triunfar actuando como los varones, poniendo como prioridad su carrera y su formación, pidiendo aumentos y validando los propios logros. Y si bien parte del aporte de Sandberg fue hacer ver cuán malas éramos las mujeres negociando la mayoría de las veces y cómo operaba en nuestra contra el síndrome del impostor, ésta híper simplificación de las posibilidades y contextos personales y sociales, pasando por alto los privilegios que la propia autora sostenía, en última instancia le jugaron una mala pasada.

Sophia Amoruso, la referente indiscutida del modelo "girlboss"

Sophia Amoruso, la referente indiscutida del modelo "girlboss" - Créditos: Getty Images

Las críticas al modelo de Sandberg

En años posteriores a la salida del libro de Sandberg, diversos críticos fueron argumentando las falacias del modelo “Lean In”, y desde el feminismo, se señaló su falta de interseccionalidad para pensar cuestiones de desigualdad y brecha económica en el ámbito corporativo/laboral. No sólo no se tocaban cuestiones de raza (estaba escrito por una mujer blanca de clase alta), sino que tampoco se tenían en cuenta distintos contextos socioeconómicos, e incluso, cuán diferente es para las madres que quieren tener éxito en estos espacios. Incluso hasta la propia Michelle Obama ha dicho sobre el tema: ”No siempre es suficiente apoyarse (lean in), porque eso no funciona todo el tiempo”. 

Con estos referentes de liderazgo exitoso, se fue moldeando un pedigrí de mujeres educadas, usualmente blancas, que triunfaron en los negocios al frente de compañías multimillonarias, pero que en muchas más ocasiones de las que nos gustaría admitir, también fueron responsables de malas prácticas, estilos tiránicos de liderazgo y una cultura tóxica del trabajo. En suma, mujeres tan despiadadas y demandantes como los hombres del modelo hetero-patriarcal en el ámbito corporativo que se estaba intentando derrocar en primer lugar.

¿Qué pasó con muchas de estas girlbosses?

Todavía se sigue reflexionando sobre lo que significó la filosofía Lean In y la subsiguiente figura de la girlboss inspirada en ella, que caló tan hondo en un momento en que el #Metoo todavía no había ganado tanta fuerza, y en que la injusticia social y la crisis económica todavía no habían terminado de golpear a la sociedad norteamericana. Hechos recientes como la renuncia de Sandberg a Facebook (hoy Meta), diciendo que “no es un trabajo que deje mucho espacio para mucho más", nos dan qué pensar sobre ese modelo exitoso de mujer propulsado en los tardíos 2000 en donde parecía que con trabajo duro y responsabilidad personal se podían sortear las dificultades sistémicas. Inclusive la propia Sandberg ha admitido públicamente luego de la muerte de su esposo que nunca entendió lo que las madres solteras atraviesan o cuán difícil es para ellas esforzarse en el trabajo cuando están sobrepasadas por las obligaciones del hogar. Y de más está decir que este panorama se vio incrementado post-pandemia.

Otros ejemplos de mujeres poderosas caídas estos años o que debieron renunciar a sus compañías por mala praxis son Steph Korey -CEO de la marca de equipaje de lujo Away-, Audrey Gelman -fundadora del co-working solo para mujeres The Wing-, y Miki Agrawal - fundadora de Thinx, ropa interior tecnológica para el período menstrual-. Pero no hace falta irnos a buscar compañías que coticen en bolsa o aparezcan en los titulares para ubicar mujeres que han hecho de la tiranía y el maltrato su marca registrada para avanzar o sostenerse en la cima del mundo corporativo a là Miranda Priestly -la icónica jefa de Meryl Streep en El diablo viste a la moda-, simplemente nos alcanza con pensar en Anna Wintour o Arianna Huffington (ambas acusadas de maltrato a sus empleados). 

¿Hacia dónde vamos?

Pero entonces, ¿qué es lo que le sigue a este paradigma apodado por muchas como feminismo-pop, más ocupado en el marketing personal que en cambios estructurales que nos beneficien a todas? “Muchas personas necesitaban un cambio, pero no sabían cuánto. Esta versión de supremacía corporativa femenina fue celebrada y emulada por aspirantes a emprendedoras por años. Pero las mujeres también son personas, lo que significa que también responden a los incentivos y los privilegios del poder. Poner mujeres -sobre todo blancas- en las estructuras de poder usualmente ocupadas por hombres no cambia necesariamente los espacios de trabajo, mucho menos el mundo, si esas estructuras permanecen intactas”, explica la la crítica y periodista Amanda Mull en una nota que escribió sobre el modelo que cooptó tan bien la mentalidad de las millennials de clase media y media-alta que aspiraban a convertirse ellas mismas en girlbosses.

Más allá de que el paradigma de Amoruso-Sanberg apuntaba a recrear las estructuras construidas por los varones, solo que con mujeres convenientemente ubicadas en la cima, vale preguntarnos: ¿qué llenará ese vacío dejado por esta visión un poco elitista y exigida del feminismo corporativo? Algunos ya están hablando de visiones menos tóxicas de liderazgo que esté fundado en la empatía y el colaboracionismo y promoviendo los jefes gentiles, replanteando la cultura del trabajo en general -aún más post pandemia- y hablando de la necesidad de interseccionalidad en la visión corporativa.

 

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