Mariana Rodríguez: la mujer detrás del éxito de Antares, la cervecería que arrancó en un garage

Ella tiene 57, tres hijos y le apasiona lo que hace. Su familia era alemana y, ya a los 15, iba a tomar cerveza con sus papás. Su lado B va por el deporte y la naturaleza. Es maratonista, corre 10 kilómetros todas las mañanas, hace trekking, yoga y navega. Ella se considera “relajada, pero también exigente e hincha pelotas”. Más allá de eso se la ve disfrutar. Y eso es lo que ella cuenta como el secreto para todo lo que armó: disfrutó y disfruta el camino.

En 1998, cuando nadie hablaba de cerveza artesanal, Mariana y Leonardo Ferrari, su marido en aquel tiempo, y hoy ex, padre de sus hijos y socio, vivían en Estados Unidos y habían tenido a su hija Chiara. Un amigo de California que hacía cerveza les decía: “ustedes toman una porquería, yo les voy a enseñar a tomar”. Los llevó a un tap room y les encantó la idea de hacer su propia cerveza. Cuando se volvían a Argentina con un contenedor cargado de cosas, su amigo Tim les regaló un kit para elaborar y tuvieron que decidir: era el kit o la cuna. Eligieron la primera opción. En ese entonces Mariana trabajaba como diseñadora industrial y Leonardo en una empresa. Sentían que tenían que buscar un ingreso más así que decidieron probar.

Al principio la regalaban a sus amigos. Al tiempo se encontraron con Pablo, su otro socio, que de a poco había empezado a incursionar en el mismo mundo. Y así decidieron unirse para hacer cerveza en un garage; enseguida abrieron un local chiquito en Mar Del Plata, para que la gente pueda degustar su cerveza y darla a conocer. Enseguida el bar de Antares explotó. Nadie entendía mucho qué era, ellos contaban de qué se trataba, presentaban los sabores, incluso daban cursos para que la gente aprenda a hacer.

Fueron pioneros. Eligieron el nombre Antares, porque es una estrella que se usó mucho en navegación, tiene mucho que ver con la alquimia, y “con mirar las estrellas si te emborrachás”, cuenta Mariana y se ríe. Los primeros años, sus hijos eran chicos y ella los llevaba a la cervecería. Tenían un colchoncito y los ponía a dormir ahí. A las 12 de la noche se iba con los tres. “Si querés sacar plata, tenés que invertir en otra cosa. Si te gusta, entonces sí podés hacer cerveza. Tenés que tener ese espíritu, esa pasión. Muchos caen y quedan los más apasionados”.

Cuando le preguntás a Mariana cómo era trabajar con una pareja, ella responde: “Y, así terminé”, entre risas. Para después desdecirse y contar que si bien al principio fue difícil, enseguida entre los tres socios cada cual encontró su rol y ninguno se metía en el mundo del otro. Eso fue clave para tener una buena sinergia. “Somos socios y somos familia”. Ella se encargó siempre del diseño, las etiquetas, la arquitectura, el marketing, los eventos. En el universo cervecero eran todos hombres. En los eventos y cursos de cerveceros era la única mujer.

Hoy es directora de la marca. Está detrás de la estrategia, el largo plazo. Todo lo aprendió en el hacer. De repente hacía un curso en el IAE de “cómo ser directora”. “Cualquier cosa puedo hacerla, me tengo fe”, afirma.

Mariana y su equipo siempre buscaron inventar, y reinventarse, hacer algo diferente. Cuando nadie abría un bar los lunes en Mar del Plata, ellos decidieron abrir y poner música en vivo. Cuando fue el corralito, allá por los 2000, bajó muchísimo el consumo, y empezaron a hacer martes de “buen gusto”, e invitaban a gente a cocinar. Ninguna crisis los paralizó. Hoy tienen franquicias distribuidas por todo el país. Desde Comodoro Rivadavia hasta Jujuy. En cuanto al diseño y la estética, todos los locales respiran ese espíritu de relajo, de entrar y sentirte como en casa.

La pasión, las ganas, y la fuerza fueron y son las claves de su éxito. “No hay que tener miedo. Son solo desafíos. Hay que hacer las cosas desde adentro, como te salgan a vos, y no fijarte en lo que hacen los demás, ser auténtico”.  La calidad para ella también es clave. Tienen dos fábricas, y una planta piloto donde están constantemente explorando nuevos sabores; hacen cervezas con barrica, ácidas, más frescas, más livianas, disruptivas, “vamos tanteando, y también haciendo lo que nos gusta, porque es divertido”. Se juntan en equipo y piensan desde el sabor hasta la etiqueta. En un punto, el concepto de Antares sirvió de guía para muchas otras cervecerías, y ellos jamás sintieron que se les copiaban. Porque sienten placer de que la gente aprenda y que el negocio crezca. “Si sube la marea, sube para todos; el compañerismo está bueno”, afirma. ¿El secreto para que una cerveza esté buena? “Tiene que ser rica para vos”, no hay mucho más.