Las propiedades de la caléndula - Créditos: Getty
Aunque probablemente ni lo hayamos notado, la caléndula es una de las flores más presentes en nuestras vidas. Es que esta flor no sólo crece con facilidad en balcones y patios pequeños sino que además tiene propiedades medicinales que la convierten en una de las plantas más utilizadas por las industrias farmacéuticas.
Sobre la piel, la caléndula obra su magia gracias a sus elementos antisépticos y cicatrizantes, que estimulan la epitelización dérmica, es decir, la regeneración de la piel dañada. Esto no sólo acelera el proceso de cicatrización sino que permite que las heridas no dejen huellas. No es nada exagerado pensar que la caléndula pudo haber sido el componente principal de la primera crema que usamos en nuestras vida, ya que se considera ideal para tratar las irritaciones de las pieles de los bebés. Seguramente también haya estado presente en lociones y cremas que hayamos usado para tratar el acné adolescente o para prevenir las estrías.
Sin embargo, existen registros de que ya se la utilizaba durante el siglo XVI en forma de compresas para combatir la conjuntivitis y las inflamaciones de los ojos por sus propiedades antivirales y antibacteriales. Desde entonces y hasta hoy, la caléndula se considera también una gran aliada femenina. El té realizado con sus pétalos previene los espasmos musculares clásicos de los dolores menstruales y ayuda a superar las etapas de amenorrea. Su riqueza en flavonoides le otorga poder reparador sobre los vasos sanguíneos, contribuye a recuperar la buena circulación en el organismo y con esto, la energía y vitalidad de cuerpos debilitados.
Las principales propiedades de la caléndula
Antiinflamatoria
Antiemética
Antiséptica y antibacteriana
Fungicida
Antiespasmódica
Anti ulcerosa
Cicatrizante
Emenagoga
Emoliente
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