Día de la Madre: ¿cómo maternarte a vos misma y ser tu propio sostén?
Las mamás tienen la mirada amorosa y compasiva, las palabras de aliento y confianza y también los límites puestos a tiempo. En el mes en el que las celebramos, te proponemos que construyas y seas esa madre interna para vos misma.
16 de octubre de 2022
Maternate: vos sos tu propio sostén - Créditos: Caribay
Divina, misteriosa, intensa, ancestral. La maternidad es eso y muchísimo más. Es una fuerza primitiva y poderosa que, cuando la elegimos, atraviesa nuestra vida. Nos une en red, nos hace cálidas, fuertes, poderosas. Y excede a nuestros propios hijos porque su alcance es infinitamente mayor. Desde el peluche que adorábamos en la infancia hasta la mascota de la casa familiar, hermanos menores, sobrinos, hijos de otros que queremos como nuestros y, seguramente en algún momento de nuestra vida, también nuestros propios padres se ubiquen en ese lugar. Cuidamos, abrazamos, contenemos. Lamemos heridas, damos calor y paz. Somos árboles de ramas enormes que se convierten en cocineras, enfermeras, médicas, maestras de todas las materias y compañeras full time. Damos besos, curamos con palabras, ponemos límites, alentamos a seguir, ayudamos a levantar.
Pero esta rueda de nutrición divina y maravillosa solo fluye si nos encuentra centradas, enteras, y si antes tenemos dentro todo lo que después queremos dar. Porque para maternar a otros también es necesario que seamos madres de nosotras mismas, y eso es algo que solemos pasar por alto porque el afuera siempre tiene prioridad y suele anteponerse a nuestras propias necesidades. La propuesta en este octubre es entonces frenar, mirarnos al espejo, así como somos, y simplemente conectar. Con esa madre interna que nos conoce mejor que nadie. Con aquella que nos cuida, nos sonríe tranquila y nos transmite que siempre, pase lo que pase, allí va a estar.
El círculo de oro
Como lo haríamos con nuestros hijos, nuestra madre interior deja sus miedos de lado para permitirnos crecer y experimentar. Porque está buenísimo que arriesguemos, que nos alejemos un poco del camino, que probemos, que nos equivoquemos una y mil veces, pero también que después de darnos un golpe nos sacudamos el polvo, nos levantemos y volvamos a empezar. Porque es la única forma en la que podemos conectar con nuestros propios recursos, y sobre todo que podemos aprender, para de a poco ir avanzando hacia allí donde sentimos que queremos estar. Intentemos entonces maternarnos desde ese lado, desde un lugar amoroso y comprensivo, desde un lugar que entiende que en medio de la vorágine diaria algunas cosas saldrán bien, pero otras seguramente van a fallar. Y así como nos felicitaremos internamente por los logros, también acompañaremos los fracasos, entendiendo que son parte de la vida y que hay olas más difíciles que otras, pero ya en algún momento y finalmente, las vamos a aprender a surfear.
¿Cómo maternarnos a nosotras mismas? - Créditos: Caribay
Decálogo para una auto-maternidad amorosa
1
Permitirnos ser quienes somos: por dentro y por fuera. Enteras, completas, sinceras con nosotras mismas y con nuestro alrededor. Sin personajes ni caretas. Orgullosas, absolutamente. Sea cual sea nuestra identidad.
2
Reconocer y honrar lo que hacemos: Que es mucho. Y requiere esfuerzo, energía y dedicación. Mirar lo que hay siempre es más sabio y reconfortante que fijarnos en lo que falta.
3
Centrar nuestro foco en el presente: Evaluar cada situación, decidir cuáles son las posibilidades en el AHORA y actuar. Y también reconocer con humildad y sabiduría todos los casos en donde no podemos hacer nada. En donde el contexto decide y las cosas escapan a nuestro control.
4
Abrazar los fracasos y dolores con comprensión: Empatía hacia nosotras mismas y mucha, mucha amorosidad. Así, con paciencia, con suavidad, entendiendo que seguramente hicimos lo que pudimos, y que fue suficiente, y estuvo bien. La adversidad es parte de la vida y tener siempre la vara muy alta nos expone a un estado constante de frustración e inconformidad.
5
Celebrar los logros: Reconocerlos, no pasarlos por alto. Hacerles un pequeño podio en el día a día y tener en cuenta que muchas veces (quizás más de las que somos conscientes) las cosas, ¡sí salen bien!
6
Cuidarnos de lo que sabemos que nos hace mal: Esa persona que nos resulta tóxica, aquella actividad que sabemos que nos deja agotadas o las miles de veces que cedemos, entregándole nuestro poder a los demás. En todo lo que refiera a nuestro cuidado personal debemos ser diarias y minuciosas, detallistas al extremo y estar todo el tiempo muy pero muy alertas.
7
No rechazar nuestras partes oscuras: Que las tenemos, obvio, como todos. Pero seamos astutas, no les demos la espalda, integrémoslas, tratemos de conocerlas y seguramente hasta puedan jugar para nosotras y dejar de pertenecer al equipo contrario.
8
Ser nuestro propio interlocutor, sin terceros en el medio: Intentemos dialogar con nosotras mismas, con las diferentes partes, con todos los opuestos que conviven en nuestro interior. Debatamos, escuchemos, analicemos con el corazón abierto y aprendamos de todo aquello que somos y aún no terminamos de conocer.
9
Establecer límites sanos: Darle un borde saludable a todo el círculo de relaciones que nos rodean, al encuentro – desencuentro – disfrute – molestia – enojo – felicidad… Todo es un circuito que se repite en el tiempo y debemos ponerle, siempre, nuestra medida personal.
10
Encontrar en nuestro interior el mejor calmante: Y sí, como decimos siempre, el silencio, además de saludable, es el mejor pasaporte para conectarnos con quienes somos de verdad. Y volver a la fuente, alivia, calma, ordena, pero sobre todas las cosas, trae muchísima paz.
¿Cuáles son tus fotogramas de felicidad?
Como una película antigua, todas tenemos en la cabeza diapositivas o recuerdos de nuestra infancia sobre cosas que nos calmaban, nos hacían sentir seguras o nos daban tranquilidad. El calor del abrazo de alguno de nuestros padres, los colores del cuarto en donde dormíamos cuando éramos chicas, el aroma de la comida de nuestras abuelas, o el sabor a sal que nos quedaba en el cuerpo después de jugar un rato largo en el mar. Cerrá los ojos entonces y conectá con todas las sensaciones amorosas que recuerdes. Seguramente, a pesar de los años que hayan pasado, allí seguirán estando. Volvé a abrirlos y anota cada una de esas sensaciones en un papel. Guardalo y tenelo siempre cerca, para volver a ese lugar cada vez que lo necesites. Sabiendo que todo aquello sigue dentro tuyo, y que podés reproducirlo en cualquier momento y lugar.
Volver a casa
Maternarnos finalmente, no es otra cosa que volver al inicio. Es tomar el camino de regreso y es llegar a ese lugar en donde estamos tranquilas y conectadas con nuestra esencia. Es tener la consciencia de que vamos a poder lidiar con el afuera, y de que si las cosas no salen como pensamos siempre habrá otra oportunidad. Porque nadie nos conoce más que nosotras mismas y sin duda somos la mejor voz que nos puede acompañar y guiar. Para convertirnos en las mujeres que queremos ser, para poder ser madres de otros, para enseñarle a nuestros hijos a cuidarse y para sostener una base sólida desde donde podamos evolucionar. Entonces, si mañana a la noche llegamos agotadas, si tenemos un mal día, si nada salió como creíamos o si sentimos que el ambiente en todos lados está fatal, solo respiremos, regalémonos un baño caliente, una comida con aroma a mimo de madre y una manta suave donde podamos descansar. Y volvamos a sonreír como cuando éramos chicas, abrazando a cada una de nuestras partes, y sintiendo el sostén y el confort que nos da aceptarnos tal cual somos, formando esta red femenina y maternal que es mucho, muchísimo más grande de lo que nos podamos imaginar.
Experta Consultada: Inés Dates. Nuestra psicóloga.