Teoría antifrágil: una guía para atravesar las crisis
¿Cómo sos ante los cambios y las crisis de la vida: flexible como una palmera o tan rígida que te rompés ante la primera tormenta? Acá te damos una guía para practicar tu flexibilidad y resiliencia y así volverte más fuerte.
2 de agosto de 2022
La propuesta del antifrágil nos resulta interesante, porque crecimos mirando Disney, creyendo que todo tiene un happy end. - Créditos: Getty Images
Pasada la mitad de este año tan bisagra de lo que fue y lo que va a ser nuestra calidad de vida a partir de la pandemia, nos proponemos darle una vuelta más a cómo somos a la hora de transformarnos. Nos propusimos pensar cómo nos impactan las crisis y quiénes queremos ser frente a la oportunidad de un cambio.
A veces, encontramos desacuerdos entre la Generación X, los millennials y centennials en cuanto al significado de palabras como “esfuerzo”, “compromiso”, “paciencia”, “frustración”, “sacrificio”. Palabras que son inherentes a cualquier proceso de adaptación al cambio, ¿no? Pero esta diferencia de significados genera brechas en el universo laboral, intrafamiliar y escolar. Incluso, genera una brecha en nosotras mismas: entre cómo fuimos educadas, las expectativas que se pusieron en nosotras y la exigencia contemporánea que caracteriza a nuestra generación. Un “al que madruga Dios lo ayuda” versus el “sé fiel a tus deseos, ser feliz es tu decisión”. Un “sangre sudor y lágrimas” versus “tené calma y respirá”. ¡Que confusión tenemos a veces! Si honramos a nuestros padres, nuestros pares quizá nos tildarán de workaholics o de permanecer en una relación desgastada. Y si somos fieles a la época en que nos toca vivir, nuestro superyó nos llenará de culpa. ¿Entonces qué hacemos? Esta propuesta de aplicar la teoría antifrágil nos acerca a algún lugar en el medio de estos dos polos. Pero primero entendamos de qué se trata.
¿Qué es ser antifrágil?
La teoría de la antifragilidad fue desarrollada por el ensayista e investigador Nassim Nicholas Taleb en su libro Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden, publicado en el año 2012. Taleb sostiene que solo podemos evolucionar a partir de animarnos a atravesar momentos de crisis. De habitar la tempestad en pos de salir fortalecidos con recursos nuevos y mejor preparados para la vida misma, que se compone de altibajos. El autor presenta a un sujeto “frágil” que se daña cuando hay desorden o estrés, a un sujeto “resiliente” que sale inafectado de la crisis y a un último tipo llamado “antifrágil”, cuya diferencia es que provoca la incomodidad porque entiende que se beneficia de ese estrés. Estas distinciones, en 2012, representaron un cambio de significado para la forma en que solíamos usar la palabra “frágil”. Porque la usábamos para describir a algo delicado, que requiere una mayor atención y ser tratado con suavidad. Y “resiliente” para alguien que salía fortalecido de una circunstancia negativa. Por eso, el antifrágil viene a patear el tablero para luego ordenarlo mejor.
La propuesta del antifrágil nos resulta interesante, porque crecimos mirando Disney, creyendo que todo tiene un happy end, y después nos encontramos con la infidelidad, con parejas conflictivas, con trabajos tediosos o con una jefa insoportable. Miramos por Instagram el lado lindo de la historia y después nos chocamos con la infertilidad, con la soledad, con el aburrimiento. Somos de la generación que con un clic soluciona la incertidumbre, que con muchos likes se siente valorada, somos también los hijos de Google, que nos brinda todas las respuestas rápidas. Pero acá están las buenas noticias: ¡la vida no es Disney! Y qué bendición que así sea. Por eso, ¿qué tal si aprovecháramos las malas rachas de la vida para volvernos mejores, más conectadas, más presentes, más enfocadas, más asertivas?
Ilustración de Juliana Vido.
El arte de ser palmera
Las palmeras sobreviven huracanes, tormentas, vientos fortísimos. ¿Por qué? Hay tres características distintivas que tiene una palmera: sus raíces son profundas y robustas; su tronco entrelazado y elástico absorbe agua y se dobla hasta 60 grados sin romperse, y sus hojas flexibles en forma de pluma permiten dejar pasar el viento.
Ya quisiéramos que nuestros vínculos fueran sólidos como sus raíces, nuestra capacidad de aprender tan elástica y absorbente como su tronco y nuestra flexibilidad para adaptarnos al cambio tan desarrollada como sus hojas, ¿no? Pero ser palmera puede ser un proceso de construcción personal. Una transformación de víctimas que se rompen y que no pueden con lo que les toca afrontar hacia tu antifrágil, tu versión palmera.
Hagamos un ejercicio simple. Pensá y contestate esta pregunta: ¿cuál fue la última “tormenta” de vida que pasaste? ¿Ya vino a tu mente? Ahora seguí indagando ahí: ¿cuál fue tu reacción? ¿Huíste? ¿Aprendiste algo de esa vivencia? ¿O te la bancaste a pesar de que terminaste rota en algún aspecto de tu vida? Ya sea una de todas esas opciones ¡o todas esas juntas!, podés construir un lugar antifrágil dentro de vos. Hacia ahí vamos.
Pequeña guía para lograrlo
Dejá de ser “hija”... un poco.
La postura de hija habla de una versión nuestra acostumbrada a recibir lo que necesita. A que se le faciliten los recursos necesarios para evitar el sufrimiento y alcanzar el éxito en diferentes logros que nos proponemos. Esta versión nuestra es súper tierna cuando somos chiquitas y súper inhabilitadora cuando somos adultas. En tanto sigamos pensando que los recursos me serán otorgados desde afuera hacia adentro, nuestra actitud será pasiva y de espera. A veces somos hijas de nuestros jefes, a veces somos hijas de nuestras parejas. ¿Y vos? ¿Identificás algún área de tu vida en la que estés siendo hija hoy? ¿Qué acción estás necesitando activar para pararte en tu versión adulta?
Abrazá también lo que apesta de la vida.
Es el mismo hogar de todos tus aprendizajes. Un buen trabajo viene con tareas que no te gustan, un título universitario viene con materias aburridas o difíciles, una pareja saludable viene con mil esfuerzos, negociaciones. Te proponemos el siguiente ejercicio: identificá a tres personas que admires por su empuje.
Una vez que las tengas, pensá cuáles son los mayores desafíos que tuvieron que enfrentar esas personas (si tenés acceso a ellas, hasta podrías preguntárselo). A veces, solo vemos la punta del iceberg y nos creemos que las personas que admiramos son solo sus resultados, pero hay mucho proceso que apesta atrás, quizá mucho más de lo que solemos ver a simple vista.
Merecimiento vs. preparación.
Te lo merecés, sí, ya lo sabemos, pero sin preparación ni esfuerzo, no habrá recompensa. El genio de la lámpara de Aladino no existe, nadie nos concede tres deseos mágicamente. El deseo debe venir con estudio, formación, trabajo, equivocarse y volver a intentar. ¿En qué quisieras mejorar? ¿Qué tipo de entrenamiento estás necesitando? ¿En qué podrías prepararte mejor hoy?
Ilustración de Juliana Vido.
Exponete a la tormenta, a los vientos.
No le escapes a lo que más te cuesta. Animate a hacerlo mal y a aprender de la caída. No te va a costar siempre, lo vas a hacer cada vez mejor si te animás a probar. La magia sucede afuera de tu zona de confort. Preguntate: ¿qué voy a salir a explorar? ¿Cuál es esa aventura que me atrae emprender? ¿O ese grupo de gente que me interesaría conocer? ¿O esa habilidad que querés aprender?
Ampliá tu tolerancia a la frustración.
Animarse viene con altas chances de fracasar, así que estate preparada para bancarte a vos misma en las buenas y en las malas. Todo lo que vale la pena tiene un nivel de dificultad entre medio y alto, no sale fácil. Si querés que algo tenga valor para vos, integrá a la ecuación que probar mil veces hasta que salga es parte del proceso. ¿Cómo está tu tolerancia a la frustración hoy?
Aguantate no gustar todo el tiempo.
Que todos gusten de vos todo el tiempo te vuelve frágil. Como dice la oración de la Gestalt: “Vos sos vos y yo soy yo, yo no estoy en este mundo para cumplir con todas tus expectativas…”. Cuando queremos agradar, nos amoldamos a las expectativas de los demás y dejamos de lado nuestros deseos. Es imposible agradarle a todo el mundo. Que el foco esté puesto en agradarte a vos. Por eso, hoy: ¿qué harías para caerte mejor?
Construí flexibilidad: la nueva fortaleza.
Esto es básicamente la capacidad de mantener tu forma, perderla y recuperarla todo el tiempo. Soltar tus opiniones tan rígidas que no te permiten escuchar algo nuevo, distinto, que te abra posibilidades. ¿Te animás a escribir tus tres mandamientos? ¿En qué te solés poner rígida, inflexible? ¿Cómo podrías flexibilizar esas ideas o actitudes?
Ilustración de Juliana Vido.
Volvé a vos, siempre.
Después de la tormenta, quedate con el orgullo y no con la víctima. Mirá para atrás, todo lo que sí pudiste, lo que aprendiste, guardalo en tu caja de herramientas y seguí. Preguntate: ¿qué consejo le darías hoy a tu versión de los 8 años?
Tu vulnerabilidad es un superpoder.
Exponerte, emocionarte, navegar la incertidumbre…, todo eso es vulnerabilidad. Y no hay acto de valentía sin exponerse, emocionarse ni sentir incertidumbre. La vulnerabilidad es la habilidad que usamos para conectarnos con los demás. Quien viva con una armadura se vuelve impermeable a las heridas, puede ser, pero también se vuelve impermeable al piel con piel, a los abrazos, a compartir momentos de intimidad. ¿En dónde estás necesitando sacarte la armadura?
Experta consultada. Lic. Inés Dates. Nuestra psico. @ines.dates.viviendo.