¿Cómo es la nueva regulación que se implementará en la fabricación de los juguetes sexuales?
La industria multimillonaria adoptó los primeros estándares de seguridad globales en medio de un auge en las ventas.
17 de noviembre de 2021 • 11:44
Foto: Gwen Mamanoleas/Unsplash
Hace tan solo una semana la Organización Internacional de Normalización (conocida como ISO por su nombre en inglés: International Organization for Standardization) publicó la primera guía de pautas para la fabricación de consoladores, vibradores, plug anals y el resto de los juguetes sexuales disponibles en el mercado mundial.
Bajo el título de “ISO 3533. Juguetes sexuales: requisitos de diseño y seguridad para productos en contacto directo con los genitales, el ano o ambos”, el documento busca regularizar tanto el proceso de producción, así como las formas y materiales para que su uso sea seguro para los usuarios. Sobre todo, teniendo en cuenta la enorme evolución en estos dispositivos que pasaron de objetos inanimados o a pilas, para encontrarnos ahora con aquellos con features digitales o controles externos.
De acuerdo con Grand View Research, en 2020 la industria de los juguetes sexuales generó 33.64 billones de dólares a nivel mundial
¿Cuáles son los puntos más importantes?
Mientras que el primer borrador fue presentado en septiembre de este año, el proyecto tomó fuerza después de que Martin Dahlberg, un cirujano sueco, empezara a notar el crecimiento en el número de operaciones para extraer juguetes sexuales alojados en el recto. “En nuestro hospital, alrededor del 40% de los casos de objetos extraños retenidos se deben a juguetes sexuales. [Ante esto] me puse en contacto con la agencia de protección del consumidor [de Suecia] para averiguar si había alguna regulación en el mercado de los juguetes sexuales, pero no la había”, contó en un comunicado.
Si bien estos nuevos estándares ISO no impiden que juguetes sexuales de mala calidad salgan a la venta, sí brinda a los fabricantes la posibilidad de resaltar aquel ‘sello de seguridad’ en sus productos y distinguirlos de los que son realmente peligrosos. Entre los puntos más importantes, se destacan:
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Advierte a fabricantes sobre el uso de materiales como el bisfenol-A y los colorantes azoicos o ftalatos, los cuales hacen que el causho y silicona sean más flexibles pero que ya han mostrado efectos nocivos. Además de materiales alergénicos como son el ftalatos, alquil fenoles o cadmio.2
Define límites de seguridad en tanto la temperatura máxima que un jueguete puede alcanzar antes de quemar a una persona, así como cuán fuerte puede vibrar antes de generar dolor. Un punto que es particularmente complicado ya que algunas personas -de manera voluntaria y dentro de una relación de consenso- buscan justamente el placer a través del dolor.3
Aclara que el diseño debe estar pensado para minimizar el riesgo de lesiones durante un uso razonable y predecible.4
Y, además, refuerza la importancia de proporcionar información clara sobre los materiales y uso de dicho juguete.
¿En dónde surge el debate?
Aunque varios expertos -entre ellos ingenieros, médicos, fabricantes y diseñadores industriales- coinciden en que esta regulación es ‘mejor que no tener nada’, la principal crítica al documento es que se tratan de lineamientos demasiado superficiales, generales y que no profundizan lo suficiente en el tema de los materiales y las formas. Por ejemplo, en este mercado decir “seguro para el cuerpo” resulta tan amplio que -al final de cuentas- pierde valor y termina no significando nada. Este mismo tipo de crítica se hace a la regulación de materiales, punto en que la mayoría de los especialistas coincide en que debería haberse definido el uso exclusivo de silicona de grado médico.
No menor es el tema de la ciberseguridad que, con juguetes conectados a la web, presentan un dilema en sí mismo. Tanto que en 2017 We-Vibe llegó a un acuerdo de $ 3,75 millones con el gobierno norteamericano frente a una demanda colectiva que alegaba que su aplicación conectada al vibrador recopilaba y conservaba datos del usuario sin consentimiento. Aparentemente si bien el punto fue debatido durante el diseño de las normativas, la complejidad del mismo provocó que fuese dejado de lado y se sostuvo que las regulaciones locales deberían aplicarse en este tema.
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