Taylor Swift: "La descubrí a los 41 años, fui a verla a River y esto es lo que aprendí con ella"
La visita de Taylor Swift a la Argentina dejó en cada uno de sus fanáticos una marca personal. Esta es la mirada de una periodista que la descubrió recién a sus 41 años, la fue a ver a River y comprendió algo mucho más profundo que su impecable talento musical.
15 de noviembre de 2023
The Eras Tour y una reflexión acerca de lo que nos dejó el paso de Taylor por nuestro país. - Créditos: Gentileza Prensa
Es 2006. Trabajo en una revista para adolescentes, Seventeen. Entre otras cosas, tengo a mi cargo la sección Música. Una discográfica me alcanza un disco de una tal Taylor Swift. Dice la gacetilla que “Our song”, su tercer sencillo, la convirtió en la persona más joven en escribir temas de forma solista e interpretar una canción número uno en la lista de Hot Country Songs. La chica de 16 años y ondas rubias usa pequeñas camisas cuadrillé al estilo country folk, aunque con un twist sexy y pop. Suelo curiosear todo lo que sale, pero de ésta... paso.
Es 2022. Ahora trabajo como Directora Editorial en una agencia de comunicación digital. Mis compañeras sub-30 aman a esta tal Taylor. Me recomiendan ver Miss Americana, el documental de Netflix que narra su transformación como artista y como mujer.
La chica ya no es una chica, sino una mujer de 32 años.
“Quiero amar el brillo y también defender los dobles estándares que existen en nuestra sociedad. Quiero vestirme de rosa y decirte lo que siento acerca de la política. No creo que esas cosas tengan que anularse entre sí”, dijo, y me conquistó.
El despertar de la consciencia feminista y ciudadana
Taylor Swift fue nombrada por Spotify como la Mejor Artista Global del 2023. Para celebrar su logro, la cantante presentó en streaming “You’re Losing Me” - Créditos: ge
El juicio que enfrentó contra un hombre que la abusó la hizo abrir los ojos. Si ella -que era ella, que tenía foto y testigos- había tenido que pasar por un proceso judicial tan arduo, ¿qué les esperaba a las demás? Fue su despertar a la conciencia feminista. A eso siguió su decisión de apoyar al candidato demócrata en Tennessee, frente a una contrincante republicana que amenazaba con quitar derechos a las mujeres y a la comunidad LGQBT+. Fue cuando compuso la canción Only the Young, señalando a los adultos rotos que habían olvidado muy rápido sus sueños, que en su letra decía esto:
No nos van a ayudar
Demasiado ocupados ayudándose a sí mismos
No van a cambiar esto
Tenemos que hacerlo nosotros mismos
Ellos piensan que se acabó
Pero esto acaba de empezar
Sólo una cosa puede salvarnos
Sólo los jóvenes.
Cuando decidió mostrar su posición como ciudadana, sabía que arriesgaba mucho. Su padre mismo le aconsejaba no hacerlo, por su seguridad, por la cantidad de gente que iba a dejar de seguirla, por el hate que se le venía encima. A ella no le importaba. Enfrentó un verdadero escarnio público en medios y redes, del que hasta el mismo Donald Trump fue parte. Y por eso en su canción Delicate lo canta:
This ain't for the best
My reputation's never been worse, so
You must like me for me
Ella siguió. “Quiero pararme del lado correcto de la historia”, dijo. Se lamentaba por no haberlo hecho antes.
Entonces Taylor que -según ella misma narra- había sido criada para obtener la aprobación del público, no generar controversia, ser adorada como una muñeca impoluta que cantaba canciones de amor y desamor, conoció al fin un amor verdadero. El amor que no es admiración, el amor de cerca, el de carne y hueso. Alguien que vio la persona en ella, alguien con quien ir a comer una pizza después de que decenas de miles de personas te ovacionaron. Eso completó su transformación hacia la mujer que tomó su vida y su carrera artística por las astas y la impulsó a niveles de éxito que ningún artista había alcanzado antes.
"Cuando descubrí a Taylor, me redescubrí a mí misma"
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En lo que respecta a mí, fue a mis casi 42 años que descubrí a Taylor Swift. Empecé a escuchar sus canciones. De pronto se convirtieron en mi compañía para todo. En un año en que me decidí a ir por varios de mis sueños -empezar danza, sacar el registro, publicar mi libro, volver a correr- ella estaba clavada en mi playlist de Spotify. Para correr, para limpiar cantando a los gritos, para bañarme, para trabajar. Cuando saqué el registro amaba agarrar Libertador y meterme al túnel con Epiphany, The Archer, Mirrorball.
Yo, que soy una escritora apasionada del storytelling, descubrí a una cantautora pop y súper masiva que cuenta historias. No conocía nada parecido. Y te las cuenta de cerca, como si te las estuviera confesando. Después de oírla un rato, creás un vínculo con su voz, con esas escenas que narra con una verosimilitud que hasta ahora no existían en las canciones de las divas pop. Así nos canta en "All too well" y en "New year´s day":
We dance round the kitchen in the regrigerator light.
But I'll be cleaning up bottles with you on New Year's Day
You squeeze my hand three times in the back of the taxi
Taylor no es la mina empoderada, anunciando su nuevo status de mujer fuerte; tampoco es la mina despechada, jurándole venganza al que la dejó; ni mucho menos alguien que dé consejos new age desde sus canciones. No. Es una mujer que se muestra vulnerable: feliz, alegre, ilusionada, triste, decepcionada. Así canta otra vez, en "New Year´s Day" y en "Dear John":
Please don't ever become a stranger
Whose laugh I could recognize anywhere
And I'll look back and regret how I ignored when they said
"Run as fast as you can"
¿Cuántas veces habíamos tenido la oportunidad de oír canciones escritas de puño y letra por una mujer, compuestas en su guitarra, sin bases prefabricadas ni autotune? ¿Cuántas veces vimos a una mujer ser su propia marca y jamás ceder a ser la cara de otra? ¿Cuántas veces pudimos escuchar a una mujer expresar su feminismo sin declamarlo, tal como lo hace en The Man?
I'm so sick of running as fast as I can
Wondering if I'd get there quicker
If I was a man
Mis respetos, queridas swifties...
En junio, cuando finalmente las entradas se pusieron a la venta, naufragué en la cola virtual. Pero conocí a mujeres de todas las edades que aseguraban haber estado ahorrando años para cuando el evento sucediera. Sentía un profundo respeto por ellas, que amaban a Taylor desde mucho antes que yo, todas esas swifties, con sus rituales y códigos secretos; que escuchaban las Taylor´s versions que su ídola iba sacando para recuperar las canciones que un empresario discográfico le había robado; que lo sabían todo sobre su vida, sus ideas, sus noviazgos.
A lo largo de este 2023 mi principal logro no fue ni el registro, ni un premio literario ni publicar mi libro: fue memorizar los 10 minutos de letra de All too well. Un relato de la relación de Taylor con Jake Gyllenhaal. La mañana del jueves 09 de noviembre me la aprendí en la guitarra y subí una historia a mi Instagram diciendo que estaba feliz de que estuviera acá, de que muchas swifties la fueran a ver, y que incomprensiblemente no perdía las esperanzas de ir a verla. Al minuto, una seguidora me avisó de una entrada a la venta. Tenía 8 minutos antes de una reunión de trabajo. No me daban los dedos. La conseguí. ¡Sí! ¡Esa noche iba a ver a Taylor en su primer concierto en Argentina!
Así viví la noche con Taylor en el Monumental
Taylor Swift en Buenos Aires. - Créditos: Getty
Lo que pasó después todas por aquí lo saben. Solo puedo añadir algunas impresiones. Y es que esa artista que te cuenta sus historias al oído es la misma cuando está sobre el escenario. Que sabe reírse de sí misma si equivoca una nota o se le enreda el vestido; que había mujeres que llegaban de otras provincias, de otros países, que sacaron entrada para más de una fecha -y cuando eso no sucedía, iban a escuchar desde afuera- que las más de 70 mil personas -mujeres y varones de todas las edades- sabían absolutamente todas las letras (algo que en las decenas de recitales que fui no vi jamás); que vi mujeres +40 llorar de emoción; que oí a chicas gritar Fuck the patriarchy como si se les fuera la vida en ello; que vi parejas abrazadas, felices; vi a mamás, como yo, con sus hijas; a chicas lookeadas con botas texanas, lentejuelas: vestidas para una fiesta que era solo de ellas; vi el intercambio feliz de los brazaletes de la amistad; la alegría, el respiro anhelado, la fiesta en semanas tan espesas en Argentina. Vi una artista que dio todo -y más- durante tres horas: 45 canciones, no sé cuántos cambios de escenario y de vestuario; vi a una mujer conmoverse hasta las lágrimas por el amor de su audiencia; vi a un minón de 33 años sin el beboteo.
La noche del 9 de noviembre comprendí de cerca la humanidad de Taylor Swift, que no tiene precedentes, porque no: no los tiene. El corazón en cada letra, en cada palabra para el público que se acerca a vibrar con ella; alguien capaz de recordar que eso que sucede ahí es el encuentro de miles de seres humanos, personas que crecieron juntas, que están unidas por experiencias y emociones parecidas, entre las que ella es, apenas una anfitriona, o esa chica de Nashville que un día agarró la guitarra y la usó para contar cómo se ve la vida a medida que una crece, se enamora, fracasa, pierde, se equivoca, aprende: vive.
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