Venir a trabajar a Río y cubrir un Mundial es tan intenso que un tiempo libre, para abstraerse de las obligaciones laborales y poder recorrer esta increíble ciudad es, sin duda, muy bien recibido.
En mis 48 horas libre, sin presiones de ningún tipo, me relaje y armé un itinerario sobre lo que sí o sí quería conocer. Sonará obvio, pero decidí empezar por el Cristo Redentor, símbolo máximo de la ciudad.
Para llegar a la cima opté por el bondinho, lo más recomendado por los lugareños, una especie de tranvía con dos vagones que atraviesa la selva del Corcovado. La ansiedad de ver una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo venía bien condimentada con una preciosa y bien típica samba, ejecutada por un grupo de músicos que había subido en una de las tantas paradas. La estatua se encuentra a 710 metros sobre el nivel del mar, en el Parque Nacional da Tijuca .
Una vez que bajás del transporte hay varios escalones bordeando el Corcovado en forma de espiral y en su recorrido hay paradores donde se puede tomar algo mientras disfrutás la espectacular vista de la ciudad. Llegar a la cima es realmente impactante: los 46 metros del Cristo Redentor son imponentes.
Para una población como la del Brasil (que cuenta con el mayor número de católicos en el mundo, además de una gran cantidad de fieles de otras ramas del cristianismo) el Cristo Redentor representa la omnipresencia, protección y bendición de Jesús.
Me tome unos minutos para observar y tomar consciencia de donde estaba. Una amable turista chilena (tan amable que hasta se acostó en el piso) me sacó una foto al pedirle. Ese día, sobre una de las manos del Cristo, había un ingeniero trabajando en las uñas de la estatua, ya que hace un tiempo un rayo quebró uno de sus dedos y ahora están en plena reparación.
A la vuelta el bondinho se llenó de italianos, mexicanos y franceses, y así se fue generando la famosa guerra de canciones, pero en este caso con la temática del Mundial. Si bien los periodistas especializados habían recomendado no realizar esta visita en esta época (debo confesar que en un momento me sentí algo agobiada por la cantidad de turistas amontonados, buscando el mejor ángulo para tener su selfie) la verdad es que mi consejo es totalmente contrario. La alegría mundialista fue un valor agregado.
El sábado pasado fue (hasta ahora) uno de los partidos más difíciles para la Selección de Brasil.Antes de que comenzara el alargue decidí verlo rodeada de brasileros. Quería ver cómo vivían este momento tan crucial. Observar sus caras, sus gestos, suspiros, sus broncas y alegrías. Me fui a un puesto de comidas y viví la definición por penales entre Brasil y Chile rodeada de hinchas locales. El país estaba parado (cada vez que juega Brasil acá es feriado), la única gente en la calle era la que, con la verdeamarela puesta, llenaba los bares. La tensión era profunda, cuando pateaba Chile el silencio se apoderaba de la ciudad.
Después seguí la jornada en el Fan Fest, en la playa de Copacabana repleta de hinchas siguiendo el partido. A la pantalla gigante que tienen para transmitir todos los partidos esta vez sumaron otra.
El Fan Fest tiene la ventaja de que se puede vivir el partido al compás de la hinchada sin necesidad de ir a la cancha por lo que termina siendo una opción más que interesante para los que, sin haber conseguido entradas, eligen la experiencia del ambiente futbolero. La alegría tras la victoria era infinita. Los brasileros se abrazaban, brindaban y, claro, aprovechaban para ver si levantaban algo.
El domingo a la mañana
Tuve la posibilidad de conocer la Fundación Gala-Salvador Dalí en Figueras, España, y también el Museo Salvador Dalí en St. Petersburgo, Florida, Estados Unidos, pero no quería perderme visitar la exposición de uno de los grandes pintores surrealistas de la historia acá. Esta muestra, la mayor retrospectiva sobre Dalí que hubo alguna vez en Brasil, reúne obras de estos dos espacios, además de algunas otras procedentes del Museo Reina Sofía. Se trata de 150 piezas entre pinturas, grabados, instalaciones, fotografías y películas (Un perro andaluz, de 1929, y La edad de oro, de 1930, codirigidas con Luis Buñuel) que recorren la historia de este artista desde sus primeros años. Cabe destacar que se realiza especialmente ahora por el Mundial. Es una actividad cultural que desde el gobierno quisieron impulsar y que se expondrá en Río hasta fines de septiembre para luego trasladarse a San Pablo.
Lo que me llamó mucho la atención fue la cantidad de personas que había. Uno piensa que tal vez en un Mundial la gente no es justamente arte lo que busca, pero la realidad es que la muestra estaba llena de gente todo el mundo y, sobre todo, de brasileros que se mostraban muy contentos de tener la oportunidad de conocer la obra de este artista en su país.
La bohemia Santa Teresa
Este es el barrio que todo visitante de Río me recomendó conocer. Le dicen el "Montmartre carioca" por la cantidad de artistas que viven ahí. No pude subirme al clásico bondinho que la recorre, ya que fue clausurado hace tres años debido a un accidente que sufrió con víctimas fatales. La idea es reinaugurarlo para los Juegos Olímpicos de 2016 pero ya que estoy les dejo un video que encontré que me encantó donde se muestra cómo era parte de su recorrido.
Las casas son de estilo colonial, de colores claros y la zona está llena de bares y restaurantes. Yo fui al muy conocido Bar Aprazivel .Tuve que esperar como 40 minutos para sentarme, pero valió la pena.
Llegué cuando estaba bajando el sol (si lo hubiese planeado no me hubiese salido tan bien). La vista desde ahí es una de las más lindas que vi en mi vida. Se llena de parejas y familias. Pude disfrutar de un hermoso atardecer, degustando una variedad de petiscos (un tapeo) que incluía pasteles de carne especiada, pão de queijo y mandioca frita, acompañados por una Caipibella, espectacular trago con maracuyá, tamarindo y cachaça. ¡Me acuerdo y quiero volver!!
Las escaleras de Selaron
Para finalizar fui a conocer las famosas escaleras (el chileno Jorge Selaron fue el artista que estuvo a cargo de su intervención) decoradas con miles de mosaicos de todo el mundo. Más de 250 escaleras que comienzan en Lapa y finalizan en el Convento de las Carmelitas de Santa Teresa. Es muy difícil sacar una foto ya que siempre hay un turista en cada escalón esperando su turno.
La verdad es que estas casi 48 horas me hicieron ver Río de otra manera. Introducida en un contexto plenamente futbolístico disfruté mucho el hecho de compartir otras cosas con brasileros o turistas y poder conocer más a fondo su cultura y pensamiento. Es bueno saber que si un día no tenés ganas de ver qué pasa con Holanda, Francia o Alemania la ciudad te invita a conocer un mundo difícil de olvidar.
En esta nota: