Newsletter
Newsletter

Aprendé a elegir

Tomar una decisión te define y te libera del círculo vicioso de la duda, pero a veces nos pesa y no podemos avanzar. Una guía para alivianar el equipaje.




En este mundo tan cambiante y lleno de estímulos, decidimos todo el tiempo, desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir. Pero no es lo mismo decidir para el ahora que para el futuro y no todas las decisiones ponen tanto en juego. De esas decisiones estamos hablando: de las difíciles, de las que no plantean a futuro malos escenarios sino escenarios diferentes y en las que nosotras tenemos que decidir por cuál de esos futuros queremos apostar. Decidir implica elegir, pero también descartar. ¿La clave? Confiar en una, entender que el error o la mala elección es parte de la vida y concebir que no hay buenas decisiones sino decisiones más adecuadas.
Los seres humanos estamos diagramados para decidir para el presente; por eso, cuando pensamos en el futuro, debemos tomarnos el trabajo de imaginar cómo nos vamos a sentir con el resultado de esa decisión, y aquí hay un gran problema: muchas veces, las expectativas nos pueden confundir. Las decisiones a corto plazo y sobre temas conocidos son fáciles (estilo qué desayunar) y las tomamos con conocimiento de causa. Pero nuestro desafío es con las decisiones a largo plazo y sobre temáticas o resultados desconocidos, como apostar o no a una relación, cambiar de trabajo, renunciar a un empleo que quisimos mucho y ahora no tanto, separarse de una pareja, tomar una oportunidad de trabajo o estudio en el exterior, mudarse. No son decisiones fáciles ni rápidas ni tampoco podemos anticipar los resultados aun exprimiendo nuestra imaginación con miles y miles de elucubraciones sobre lo que podría pasar y lo que no. Por eso, este no es un plan estilo "¡tomá YA una decisión!", porque muchas veces necesitamos postergar nuestra decisión para tener más información y sentirnos más armadas para tomarla.
En este futurismo que todas empleamos (¿cómo sería si...?), hay algunas que solo visualizamos lo malo y otras que solo imaginamos lo bueno. Lo ideal es integrar, abrazar el panorama completo y visualizar todas las posibles consecuencias como una guía a futuro, pero con un amplio margen de error.

NO HAY UNA DECISIÓN PERFECTA

Créditos: Lucas Engel. Producción Carol Schmosiman. Arte de Ana Pagani

Las decisiones se plantean de manera lineal en nuestra mente, pero se dan en un contexto multidimensional. En The Executive Brain, el especialista en neuropsicología Elkhonon Goldberg plantea que existen dos clases de problemas:
Los de respuesta correcta: como el famoso "2+2=4".
Los que no tienen una respuesta certera: como a dónde irse de vacaciones, a qué barrio mudarse o si elegir un trabajo u otro.
La vida se parece poco a las ecuaciones matemáticas en las que hay un resultado correcto al cual llegar; los problemas suelen ser ambiguos y sus respuestas también, porque somos nosotras quienes en el futuro, con los resultados a la vista, definimos si fue una decisión correcta o no. En definitiva, tenemos que decidir todo el tiempo qué significa para nosotras ese problema y cómo queremos resolverlo en pos de nuestra propia versión de felicidad. Según Goldberg, son pocas las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana que tienen soluciones intrínsecamente correctas. Las elecciones que solemos hacer en el día a día son un interjuego complejo entre las situaciones, nuestras habilidades, nuestras aspiraciones, nuestras dudas y nuestras historias. Como plantea el reconocido psicólogo y economista Dan Ariely, si no conocemos perfectamente nuestras preferencias, somos muy influenciables a las fuerzas externas. Por ende, para decidir bien, nos tenemos que conocer bien.

HERRAMIENTAS PARA TOMAR DECISIONES

Hacernos cargo y tomar una decisión no es tarea fácil, pero nos da fuerza, confianza, y pone en relieve las ganas que tenemos de cambiar. Eso sí, una decisión es una bisagra, no un remedio: es el final de un proceso y el comienzo de otro, y por eso existen ciertas cuestiones que podemos tener en cuenta para facilitarnos la decisión y no caer en el círculo vicioso de la duda:
Bancarse la incomodidad de la incertidumbre. Cuando sentimos que algo "no va más" o se nos presentan oportunidades que pueden bifurcar nuestro imaginario futuro, tenemos que tomar una decisión, y para esto, lo más importante (y es de lo que estamos hablando hasta ahora) es que no hay que ver las opciones en blanco y negro sino en un claroscuro. El psicólogo Dan Gilbert dice que muchas veces nuestro grave error a la hora de tomar una iniciativa es que nos planteamos expectativas erróneas sobre cómo nos vamos a sentir cuando ESO ocurra (algo completamente difícil) porque nos molesta no saber qué va a pasar. Entonces, no pierdas tiempo elucubrando futuros posibles, porque todavía ninguna bola de cristal funcionó, y si funcionara, la vida sería muy aburrida. Como dice el dicho, la que no arriesga no gana..., y hay que no saber para ganar.
Saber que cada decisión tiene un costo. Toda decisión es un duelo porque dejamos afuera otras posibilidades y un pasado. Presupuestar los costos es una buena herramienta. Un duelo siempre tiene negación, enojo, dolor, aceptación y construcción de algo nuevo; debemos dejarnos transitar todas esas etapas, sin apurarnos ni queriendo saltearlas. Este costo es del que nos habla Nassim Nicholas Taleb en su libro Antifrágil. Las cosas que se benefician del desorden, y nos plantea que si no somos capaces de bancarnos los costos de cualquier decisión, nos hacemos frágiles, porque en un mundo lleno de obstáculos, de imprevistos, de incertidumbre, la mejor forma de construirnos a nosotras mismas es a partir de utilizar la propia falla para conocer en qué no somos buenas y la incertidumbre como algo deseable, incluso necesario para avanzar. Tanto los costos de la decisión como los errores que podemos cometer al corto plazo son parte constitutiva del proceso, por eso hay que tener en cuenta que no se puede edificar algo nuevo sin costos y que estos costos, aunque cuestan transitarlos en el corto plazo, a largo plazo actúan como fortalecedores.
Desdramatizar: Salir de la zona de alerta y preguntarnos qué tan malo puede resultar si tomás tal o cual rumbo o hacés tal o cual cosa es totalmente necesario y nos saca una mochila recontra pesada. Lo importante es dejar de ocupar nuestra cabeza con esa sirena de ambulancia para poder disfrutar de la elección tomada. Está bueno saber que si ambas opciones no fueran "buenas", ¡no sería tan estresante tomar una decisión!, porque se caería de maduro cuál no va. Por eso, no es posible que una elección sea "mala". Eso no significa que no vayan a existir imprevistos.

Créditos: Corbis

Dejar a un lado la impulsividad. Cuando no queremos sentir miedo o la incertidumbre de lo que vendrá, muchas veces hacemos cosas de manera impulsiva para aplacar o tapar esas sensaciones. Buscamos el alivio que nos da esa decisión rápida y podemos agarrar algo al voleo sin elaborarlo porque lo que buscamos es escapar de tomar una decisión real y pensada. Eso se llama "evitación" y es casi una mala palabra. Para lograrlo, hay que ahuyentar a los "opinólogos" generales y pedirle opinión a alguien de confianza que piense diferente de una para abrir nuestro panorama. Para construir, hay que transitar las emociones negativas, como el miedo, la incertidumbre, la ansiedad. Si tenés que tomar una decisión muy difícil y te dan miedo las consecuencias, probá con decisiones que no pateen el tablero sino que lo reacomoden de a poco, y así el miedo, la ansiedad y la incertidumbre van a aparecer, pero en una dosis aguantable, y así vas a evitar la evitación.
Definir tus criterios. Decir "quiero esto o aquello" es el resultado de un proceso, y por eso, en la toma de decisiones, lo más importante son los criterios con que las tomamos. Debemos preguntarnos con qué criterios tomamos esta decisión y tenerlos claros para que no resulten "estafadores" con nosotros mismas. Hay una charla TED dada por la filósofa Ruth Chang sobre decisiones dificiles (te la recomendamos) en la que plantea que lo que hace difícil una elección es, que entre todos los posibles resultados o respuestas, no haya uno mejor que el otro. Cuando las alternativas o los escenarios futuros están al mismo nivel o en el mismo radio en cuanto al valor, somos nosotras quienes tenemos el poder de crear razones para otorgarles valor propio. Se trata de forjar nuestro propio poder normativo, y es aquí donde tenemos que tomar una decisión muy difícil que puede constituirnos como personas; por ejemplo, si nuestra prioridad es agrandar la familia, quizá defina qué auto querremos, dónde vivir, cómo armar nuestra agenda laboral. Dice Chang: "Cuando enfrentamos elecciones difíciles, no deberíamos darnos con la cabeza en la pared tratando de averiguar qué alternativa es mejor. No existe la mejor alternativa. En vez de buscar las razones fuera, deberíamos buscarlas dentro: ¿quién quiero ser?".
Ser compasiva con una misma. Todas podemos equivocarnos, todas podemos fallar, es más, siempre nos fallamos un poquito. Ahí está la clave para no darnos con el látigo en la espalda y entender que si pensamos, aplicamos criterios que nos resultan importantes y tomamos una decisión, podrá estar bien o mal, pero lo armamos según lo que creíamos en ese momento. Ser compasiva con una en el presente, en nuestro yo del pasado –y, por qué no, en nuestro yo del futuro– es necesario para transitar la vida con más liviandad, tranquilidad y cariño. Lo que queremos hoy no es lo mismo que lo de ayer ni lo de mañana, y también, sobre todo en decisiones difíciles, priorizamos una faceta de nuestra vida por sobre la otra, por lo que nuestro comité interno está en pleno debate y hay que saber sobrellevarlo. Cada una tiene que armar y amar su propia identidad, y es en estas decisiones en las que no podés copiarte de la hoja del de al lado. Darle el mando provisorio a un proyecto o decisión no es definitivo, siempre se lo podés pasar a otra faceta que también está en vos.

DECIDIDO... ¿Y AHORA QUÉ?

El momento posterior es el más importante porque hay que cuidar eso que elegimos. Los costos empiezan a sentirse y muchas veces queremos rebobinar el tape porque lo que lo hizo tan difícil puede empezar a darnos vueltas por la cabeza. Entonces, estos costos hay que pasarlos a pérdida para que no nos generen dudas sobre la decisión que tomamos y darle crédito al porqué de nuestra decisión. Recordar los criterios con que la tomamos, acordarnos de qué estábamos transitando en ese momento y con qué sentimientos la tomamos es fundamental. Se trata de cuidar la decisión, no de defenderla, y de saber que en el resultado siempre hay una cuota de azar, una cuota de influencias que no tuvimos en cuenta, y que su producto final no está en nuestras manos, pero no por eso es mejor quedarse con lo conocido que atravesar las decisiones que apuestan a un futuro desconocido pero quizá bueno por conocer.
Si observás, en el minuto 15 o 20 de cualquier película algo pasa y de repente todo cambia. Es el primer punto de giro, el motor de arranque de toda la trama. Esa primera decisión que toma frente a lo que le pasa será la motivación del personaje para tomar decisiones durante la hora y media que nos falta ver y la que impulsa toda la historia hasta el final. Es cierto, nuestra vida no está compactada como una película pochoclera, pero sí tenemos esos puntos de giro a lo largo de nuestra vida. Situaciones en las que debemos decidir, elegir nuestra propia aventura, y que no tienen respuestas correctas sino que hay elecciones que darán contenido al recorrido de nuestra propia historia. Por eso, cuando leas en esa placa negra el famoso "basado en una historia real", ponete a pensar en todas las posibles películas taquilleras en que podría convertirse tu vida y cuál –y de qué género– es la que elegís vos.

Voto racional o emocional?

Y llegamos a octubre, y con su llegada, el retorno a las urnas a poner nuestro voto presidencial. Muchos estudios neurocientíficos afirman que una vez en el cuarto oscuro, lo emocional es lo definitorio. El cerebro toma decisiones y el voto es una más de esas tantas decisiones importantes que tomamos. Por eso, cuando hablamos de cómo se produce la decisión del voto, tenemos que hablar del cerebro emocional. Cuando votamos, pensamos que estamos tomando una decisión totalmente racional, pero está pregnada de emociones como cualquier otra decisión que tomamos. Las estructuras emocionales del cerebro tienen respuesta a lo básico, y lo que aparece en el ser humano con más fuerza es el miedo, el cual nos preserva a nivel supervivencia. Por eso, las campañas políticas (y esto se ha estudiado mucho para su realización) buscan una identificación con los candidatos con promesas que apuntan –reduciéndolo a lo más básico– a seguridad y supervivencia económica, porque son las dos certezas que nuestro cerebro emocional quiere escuchar. Educarnos e informarnos de buenas y variadas fuentes es lo que nos da la posibilidad de hacer convivir nuestros intereses e ideales como mujeres ciudadanas para no reaccionar impulsivamente y poder aplicar criterios más racionales a la hora de emitir el voto.
¿Te cuesta decidir? ¿Qué tomás en cuenta a la hora de hacer elecciones importantes? Leé también Otra oportunidad: las segundas vueltas, ¿nunca fueron buenas?
Fuente: licenciada Ofelia Franchi, abogada y psicóloga, con formación en neurociencias.Experta consultada: Lic. Inés Dates, nuestras psicóloga. Maquilló: Mauricio Camilo para Sebastián Correa con Productos Lancôme. Peinó: Karina Otero para Estudio Olivera. Agredecemos a Alvear Palace Hotel, Maria Fernandez da Silva, XL, Blaquè, Las Pepas, Valdes, Tentroya, Basement, Lomm, Inedita, Complot, Catalina de Aragon, Waith, Lovita, Muaa, Soers y complementos por su colaboración en esta nota.

¡Compartilo!

En esta nota:

SEGUIR LEYENDO

¿Qué es el Mommy Brain y por qué hace que crezca nuestra materia gris?

¿Qué es el Mommy Brain y por qué hace que crezca nuestra materia gris?


por Natalia Miguelezzi
Celos: aprendé a transformarlos en una emoción positiva

Celos: aprendé a transformarlos en una emoción positiva


por Redacción OHLALÁ!
Ejercicios para evitar la incontinencia urinaria

Afecta a 1 de cada 4 mujeres. Ejercicios para evitar la incontinencia urinaria

Tapa de octubre de revista OHLALA! con Ambar de Benedictis y Juana viale

 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP