Bellevue, un refugio patagónico lleno de flores con más de 30 años de historia
8 de julio de 2017 • 00:45
Bellevue es el jardín del paraíso. Pero es, ante todo, un hogar abierto a huéspedes del mundo entero. Es el hogar de Karin y Rolf abierto a huéspedes hace exactamente 35 años.
Rolf, inmigrante alemán, compró el lote en un remate en Buenos Aires, en 1945, sin ver el lugar. Fue un visionario que se empeñó en construir su casa allí, cuando apenas se confundía el azul del lago con el azul del cielo, por la tupida vegetación.
En 1980 cuando la construcción estuvo terminada, Rolf bautizó a su refugio situado frente a las nieves eternas del tronador, a orillas del lago Moreno, con el nombre de un Castillo ubicado en su Berlín natal. Bellevue, fue desde entonces el nuevo hogar.
Casa de té
En 1982 el matrimonio comenzó a servir el té en el living de su casa, junto a la estufa a leña, cerca del piano. En las tardes Rolf tocaba piezas de compositores rusos. Karin servía la torta de avellanas con la receta de su madre. La receta la acompañó desde que dejó su casa natal en un pequeño pueblo cerca de Hamburgo.
Otras recetas como la sacher torte, o torta de chocolate, llegaron desde amigos de Viena. La receta de la torta de manzanas la aportó una amiga británica, por eso Karin la llamó Helen’s Apple cake.
Pero no todas fueros recetas traídas desde Europa. Las tartas con frutas frescas de la zona fueron improvisadas dada la enorme cantidad de frambuesas, frutillas y boysenberries que florecen en Bariloche cada verano.
Los inicios fueron duros. Pero toda la familia se involucró con el emprendimiento: Rolf repartía folletos hechos a mano en Puerto Pañuelo para atraer huéspedes.
La hija más grande del matrimonio pintaba a mano un cartel, con flores azules, para poner en la avenida Bustillo.
El hijo menor ayudaba a servir las mesas, junto a su madre. Eran tiempos en que sólo unos pocos aventureros llegaban hasta el kilómetro 24,600 de Bariloche. Una vez en la ruta pocos se animaban a cruzar un pequeño bosque y un arroyo, para llegar al hogar de la familia alemana.
La mayor atracción del lugar, el Hotel Llao Llao estaba cerrado. Solo los viajeros audaces, llegaban a la Casa de Te con con vista al Tronador.
El tiempo pasó. Y el matrimonio resistió nieves y tempestades. El suave sonido de la nieve se fundía con el crujido de la leña en el hogar de Karin y Rolf Geczynski.
Los hijos crecieron. La casa se amplió con un salón exclusivo para el té, detrás de la cocina, con vista al lago que en invierno es un espejo blanco de nieve y en verano es un espejo azul de cielo.
El jardín de Karin floreció: rosas, hortensias, tulipanes y rododendros en todos los colores del arco iris, mezclados entre abedules y sorbus, dieron fama al lugar como el jardín del paraíso. Hasta los colibríes hallaron en Bellevue un hogar.
Pasaron los veranos, los otoños, los inviernos. En pocos años Karin quedó sola al frente de Bellevue, cuando Rolf falleció.
Bed and Brekfast
La Casa de Té cerró entre 2004 y 2008 para convertirse en un Bed and Breakfast. Los huéspedes – que desde entonces duermen en los departamentos dentro del hogar- son recibidos con café humeante a la mañana, tostadas y mermeladas de frambuesas o rosa mosqueta. Desde entonces ganó notoriedad: el viajero que llega a descansar despierta en el lugar que es recordado como el paraíso terrenal.
En 2008 la Casa de té volvió a abrir sus puertas. El hijo menor del matrimonio que lleva el nombre de su padre, se puso al frente de la cocina: heredó las recetas de su madre y de su abuela, pero amplió la carta con pan, queso, vino. O platos más sofisticados con salmón.
Karin aún toma los pedidos a los huéspedes que llegan desde el mundo entero. Inglés, alemán, castellano, y un poco de francés se habla en Bellevue.
En el salón de té hay tres cuadros pintados a mano: uno dice Rie, el otro dice Sueña. El tercer cuadro dice: Las flores son la sonrisa de la tierra. En otoño, en verano, en primavera y hasta invierno siempre hay flores en Bellevue, el jardín del paraíso.
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