Brasil: para cada onda, una playa
Con casi 7500 km de costa, las alternativas son tantas que no alcanzan los días del año, ni siquiera una década, para conocerlas. De agua de mar y de río, con olas de dos metros y piscinas naturales, rodeadas de ciudades y desoladas, diez playas imperdibles.
14 de diciembre de 2014
1. Para alternativos: Alter do Chão (Pará)
Las playas de Alter do Chão son estacionales, aparecen entre agosto y enero, cuando el caudal del río Tapajós baja. Están en plena selva, a 35 kilómetros de Santarém, la segunda ciudad más importante del estado de Pará después de Belém, su capital. Y están de moda. Con arena blanca, posadas sencillas, pescados frescos de río que cocinan a la parrilla, frutos amazónicos y viajeros del mundo entero, fue elegida por el diario inglés The Guardian una de las diez mejores playas de Brasil.
Cómo llegar: en avión hasta Manaos y desde allí en barco hasta Santarém. El viaje en barco dura dos días y se puede elegir hamaca o camarote.
2. Para ir con bebes: Bombinhas (Santa Catarina)
Una de las ventajas es que está a dos horas de avión de Buenos Aires y 70 kilómetros del aeropuerto de Florianópolis. Tiene más de 25 playas con características diferentes: solitarias, familiares, pequeñas, largas, escondidas. Eso sí, todas desembocan en un mar turquesa que abraza la península y hay muchas con agua calma y piscinas naturales, perfectas para bebes y niños. Las más indicadas son Praia de Bombinhas, Bombas, Zimbros, Canto Grande, do Cardoso y da Conceição. Las posadas son amplias y varias tienen habitaciones equipadas con cocina, también hay casas para alquilar y tiendas a mano para comprar desde palita y balde hasta pañales.
Cómo llegar: hay vuelos directos a Florianópolis desde Buenos Aires o con escala desde Rosario. En auto son 1742 km; 20 horas de viaje aproximadamente.
3. Para aventureros: Ilha Grande (Río de Janeiro)
Arena y Mata Atlántica, en Ilha Grande - Créditos: Embajada de Brasil
Al no haber autos en esta isla, a 180 km de Río, sólo resta caminar o navegar. Las playas están conectadas por senderos que atraviesan la Mata Atlántica, con distintos niveles de dificultad. El que va de la Vila do Abraão, donde está la mayor infraestructura de la isla, hasta Praia das Palmas, con un par de posadas y campings, se recorre en una hora y media. Es posible dar la vuelta a la isla a pie con un guía local; hay que caminar unos 14 kilómetros por día durante cinco días, se pasa por 20 playas y se duerme en posadas, casas de pescadores y en carpa.
Cómo llegar: desde Río de Janeiro hay buses y transfer privados hasta Angra. Desde allí ferry o lanchas rápidas hasta la isla.
4. Para aventureros, pero no tanto: Ilhabela (São Paulo)
El corsario inglés Thomas Cavendish la usaba de refugio en el siglo XVI. Hoy 120 cruceros la usan como escala durante sus travesías. A unos 200 km de la capital paulista, Ilhabela amerita una estada de por lo menos tres días. Uno para visitar Baia dos Castelhanos, una aldea de pescadores que está sobre una playa con forma de corazón y a la que se llega en jeep o tres horas de caminata por la selva; otro para ir a la playa de Jabaquara, en el extremo norte, y uno más para practicar stand up paddle o kit surf y por la noche salir a comer a la Vila y probar la caipirinha de hojas mixirica, una fruta parecida a la mandarina.
Cómo llegar: desde San Pablo o Río de Janeiro, tomar un ómnibus hasta São Sebastião y cruzar en balsa hasta la isla. Los peatones embarcan gratis, la travesía dura 15 minutos.
5. Para enamorarse: Jericoacoara (Ceará)
En Jericoacoara sí se puede vivir del amor - Créditos: Embajada de Brasil
Hasta la forma de llegar es novelesca, a través de dunas y lagunas, a bordo de una jardineira, un camioncito con bancos de madera. La electricidad llegó hace 20 años a esta villa de pescadores donde siempre hay sol y las calles siguen siendo de arena. Igual, la mayoría de los restaurantes y bares usan velas, no para iluminar, apenas para mantener el encanto. El atardecer grupal diario en la cima de la duna; las posadas tropicales; las hamacas en el agua de las lagunas que se forman con las lluvias; el fútbol en la playa; los pescadores y sus jangadas; el surf, el kit surf, los surfistas y los viajeros que llegan desde los países más recónditos. Sea de alguien que uno acaba de conocer o de la pareja desgastada, enamorarse en Jericoacoara es más fácil que pronunciar el nombre de esta playa nordestina.
Cómo llegar: desde Fortaleza salen ómnibus y transfer particulares hasta Jijoca, a 300 km de la capital. Desde allí, la jardineira demora una hora para atravesar las dunas hasta la villa.
6. Para fiesteros: Morro de São Paulo (Bahia)
La Toca do Morcego es el chill out más famoso de la isla y sus dueños son unos argentinos visionarios. En música y atardeceres, nadie les gana. Morro está 260 km al sur de Salvador, en el archipiélago de Tinharé, y sus playas son amplias y numeradas. Cuanto mayor el número, más tranquila y alejada. Está llena de europeos, atraídos por el mix de playa más fiesta. Música electrónica, samba, rock, reggae y axé, la programación nocturna cubre todos los estilos.
Hay fiestas el año entero, pero la temporada oficial empieza en noviembre con el Festival de Primavera: tres noches de recitales gratuitos en la arena. Además, todos los jueves se hace un Luau, fiesta de la luna, gratis y bien concurrida.
Cómo llegar: desde Salvador zarpan ferrys y catamaranes directo a la isla. Con mar calmo, la travesía dura dos horas y media.
7. Para olvidarse del dinero: Maragogi (Alagoas)
Cuando pensamos en vacaciones, generalmente, viene a la cabeza una imagen como ésta: una caipirinha a mano, los ojos entrecerrados por la modorra, el cuerpo meneándose con el vaivén de una hamaca colgada entre palmeras, arena que parece harina y agua color esmeralda a treinta grados. Así es Maragogi, que lleva ese nombre por el río que la rodea. Tiene una costa repleta de piscinas naturales, playas que no terminan nunca y dos resorts all inclusive que son exactamente como se ven en las fotos, el Salinas do Maragogi y el Grand Oca. Para pasar una semana haciendo nada y lejos de la billetera.
Cómo llegar: Maragogi está a 125 de Maceió y la misma distancia de Recife, Pernambuco. Hay buses desde ambas ciudades, el viaje dura 2 horas 10 min saliendo de Maceió y 2 horas 30 min de Recife.
8. Para ir con amigos: Río de Janeiro
Una ciudad donde todo sucede puertas afuera tiende a ser amigable. La calle, las playas, las plazas, los bares y las veredas de los bares cariocas están siempre movimentados, y si uno está abierto, conocer gente es muy fácil. Ipanema, desde Arpoador hasta el Posto 10, es donde va la juventud. El Posto 8 es LGBT y Leblon es más familiar. Copacabana es una mezcla de gringos -como los brasileños llaman a cualquier extranjero- y locales, de mañana es bastante tranquila. En la punta izquierda de la playa, está Leme, el barrio donde vivió la escritora Clarice Lispector. En la Pedra do Leme, hay varios barcitos nuevos y la playa en esa zona es siempre amena. En la punta derecha de Copa, están todas las barracas de stand up paddle, el deporte hit de la temporada. Arpoador sigue siendo el punto de encuentro para ver atardecer, y Prainha -pasando Barra da Tijuca y Recreio- es la más agreste y la preferida de los surfistas; para llegar hay que tomar el Surf Bus (www.surfbus.com.br).
Cómo llegar: hay vuelos directos desde Aeroparque y Ezeiza en Buenos Aires, y con escala desde Rosario y Córdoba.
9. Para ir de a dos: Ponta dos Ganchos (Santa Catarina)
En Ponta dos Ganchos, cerca de Florianópolis, definitivamente no es bueno que el hombre (ni la mujer) esté solo - Créditos: Embajada de Brasil
No es una playa, sino un resort exclusivo en el municipio Gobernador Selso Ramos, a 40 km de Florianópolis; un lugar al que ni se le ocurra asomar la nariz si no es acompañado por su pareja o amante. Para que quede claro, el ganador del TripAdvisor Traveler's Choice 2014 y miembro de The Leading Hotels of the World no acepta menores de 18 años. El complejo tiene 25 bungalows de lujo esparcidos en un morro selvático; playa propia en el mar de la Costa Esmeralda; spa, jacuzzis privados con vista al mar; cancha de tenis, cine, lounge. Y detalles cuidados, como la posibilidad de comer a la hora que quiera y donde prefiera: en la isla de enfrente, el restaurante o el living de su cabaña.
Cómo llegar: desde el aeropuerto de Florianópolis tomar la BR 101 hasta el km 180 y luego la SC 410, 15 km en dirección este. La entrada está después de Praia das Palmas, a la izquierda. También se puede llegar en barco o helicóptero.
10. Para ir sin celular: Caraíva (Bahia)
Caraíva, libre de autos - Créditos: Embajada de Brasil
No es una isla, pero se siente como si lo fuera. Está a 70 km de Porto Seguro, al sur de Bahia, y siete años atrás no tenía electricidad. Cuando no es verano, ni julio -mes en que llegan los europeos-, Caraíva es de su propia gente, unos mil habitantes que viven de la pesca y recolección de frutos y mariscos. Para llegar hay que cruzar en bote el río, que también se llama Caraíva. No hay autos, las calles son de arena, las casas bajas, de colores, y la iglesia que está en el quadrado, diminuta. Es como Trancoso, pueblo al que se llega caminando por la playa, pero sin las tiendas de diseño ni restaurantes gourmet. Hay palmeras y almendros; hay una aldea indígena Pataxó a 6 km; hay comida simple, posadas simples y en la calle Porto dos Canoas un cibercafé con conexión a Internet.
Cómo llegar: lo más directo es volar hasta Porto Seguro, cruzar en balsa a Arraial D'Ajuda y desde allí tomar un bus (Viação Águia Azul) o un taxi.
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