Día del padre 2018: 10 cosas tiernas que hacen los papás primerizos
7 de junio de 2018 • 00:20
Créditos: Clara Lagos
Ellos nos hacen reír y suspirar de ternura.
No tienen idea de los talles cuando compran ropa.
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Y ni hablar de cuando los visten siguiendo el "me cago en la elegancia style". Para ellos gana siempre la practicidad, así que proponen dejarlos descalzos y en pañales todo el día.
Pretenden transmitir sus pasiones desde la cuna.
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¡O incluso desde la panza! Empiezan comprándole el babero del equipo de fútbol, la camiseta talle 0 de su banda favorita o el peluche de Luke Skywalker. Que aprovechen cuando son bebés, porque seguro que en unos años sus hijos se coparán con (exactamente) lo contrario.
Son fans de los dispositivos para facilitar las cosas.
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Por eso, vas a verlos muy amigos del microondas para calentar leche en la madrugada. Y si hay algún gadget que les falta..., ellos lo inventan.
Una febrícula es capaz de generarles un pico de estrés.
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Son exagerados y bastante hipocondríacos, y ante el mínimo síntoma quieren salir corriendo a la guardia. Si pudiesen vacunarlos contra los mocos, seguro que lo harían.
Se vuelven instagrammers y suben 10.000 fotos por día.
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Se quejaban de sus amigos monotemáticos... y ahora creen que semejante maravilla no puede pasar desapercibida, ¡el mundo debe enterarse! "Ehhhh... ¿por qué no dejás un toque el celu y venís a ayudarme, que no puedo bañarlo sola?".
No le tienen miedo al ridículo.
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Pasean al bebé con el chupete abrochado en el cuello de la campera o una mantita con ositos colgando del hombro sin pudor. Hacen morisquetas, sonidos guturales e inventan palabras con tal de calmarlos. ¡Y lo logran!
Le hablan a la panza.
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Le nombran a todos los abuelos, tíos y primos, le cuentan cómo es la casa y cuántas cosas harán juntos. A veces le cantan canciones muy tiernas... ¡y un poco extensas! "Sorry que interrumpa el momento mágico, pero me hago pis otra vez".
Les encanta jugar.
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Enseguida les aflora el niño interior y se divierten con cualquier cosa. También juegan a lo bruto con almohadonazos o revoleos aéreos. ¡El bebé, encantado..., y la mamá, aterrada!
Lloran en el parto (¡o les baja la presión!).
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Pensás que él te va a calmar y pondrá su hombro para que lo estrujes con cada contracción. Pero no: los nervios le juegan una mala pasada y la emoción lo arrincona y lo deja inmóvil nivel mueble...
Los quieren dormir... y a veces se duermen ellos primero.
O se autofelicitan porque lograron una siesta de 5 horas a la tarde... sin saber que esa noche ¡no va a dormir nadie!
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