Epuyén en imágenes: esa suerte de isla encantada

Jade Sívori nació en El Bolsón en 1992. Creció entre México y la Patagonia. En 2007 vivió en Redonda, un pueblo de pescadores en el estado brasileño de Ceará, donde empezó a aproximarse a la fotografía y junto con su madre dio talleres de pintura a niños del lugar. Estudió fotografía en la escuela de Andy Goldstein y fotoperiodismo en Argra (Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina). Realizó talleres con Tony Valdez, una clínica con Diana Aisenberg y, actualmente, forma parte de Proyecto Imaginario, un ciclo de formación para fotógrafos y artistas visuales. Trabajó los últimos años colaborando en diferentes medios del país y como editora en festivales de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires.

"Nací y crecí en la naturaleza salvaje e indómita del sur andino. Mi madre me cuenta que siendo bebé me cargaba en una mochila en su espalda y me llevaba cada día al bosque profundo y que, allí, desde mi sitio privilegiado, sobresaliendo por detrás de su cabeza y sin saber hablar, hacía ruiditos y señalaba con el dedo las pequeñas y deliciosas frutillas silvestres que se escondían en la hojarasca. “Esta bebé, cuando mira, ve”, dice que decía. En esa mochila parece que también crucé ríos y montañas. Ojo, retina, mirada.

Crecí del otro lado de un lago, que es como vivir en una isla, llegar o salir a remo, agua, vapor, noche estrellada como espejo se refleja mientras la canoa avanza, estaciones marcadas, a veces a fuego. Crecí sin tele, ni shopping, ni asfalto, ni tráfico. Sin cines o ascensores. Crecí con libros, música y colores. Con huerta, tierra mojada, misterio y tribu.

En 2011 me vine a vivir a Buenos Aires. Recién ahí comprendí lo maravilloso que fue haber crecido en ese lugar. Cada vez que regreso, siento que mi mirada se volvió un poco externa a esa comunidad, a ese paisaje, a esa magia. Y esa lejanía me duele un poco. Por eso empecé a hacer fotos.

Quería mostrar esa cuestión de extrañeza. Todos viven un poco en otro planeta, en una dimensión diferente, donde no hay tiempo, no hay hora, no hay reloj.Los habitantes de Epuyén que me atraen son los que inventaron su propia forma de vida. Porteños y extranjeros que, en los 70, como mis padres, iniciaron un exilio psíquico y crearon una sociedad alternativa.

Me llaman especialmente la atención las personas que viven en las tierras linderas al lago. Por eso hay tanta agua y tantos botes en las fotos. Viven al borde del lago, pero viven, también, al borde de la sociedad. Al borde, casi, de la locura.

Mi personaje adorado es un escultor que vive lejos de todo. A su casa se llega únicamente en bote, después de navegar una media hora, atravesando el lago. No es alguien que necesite demasiado del mundo exterior. Puede pasarse meses esculpiendo la cabeza del doctor Albert Hofmann, su ídolo absoluto, ajeno a cualquier otra realidad.

En esas vidas, en esos márgenes, encuentro el encanto."