La isla del dos por uno-Sint Maarten/Saint Martin
Un solo viaje, dos destinos, uno holandés y el otro francés, con mucho en común: playas de película, la mejor gastronomía y una sociedad relajada, libre de algunos de los problemas de la región
12 de enero de 2014
No es un truco. No hay Photoshop ni perspectiva engañosa. Las fotos o videos que quizás haya visto de enormes aviones volando apenas unos metros sobre la playa Maho, en Sint Maarten, son auténticas y también muy realistas. Y no registran un fenómeno extraño, aislado, sino más bien una escena repetida muchas veces al día, sobre todo entre las 12 y las 16, la mayor parte del año.
En esta isla del Caribe con doble nacionalidad (ampliaremos), el aeropuerto internacional está pegado a la concurrida playa Maho y al Sunset, un bar que ha hecho el gran negocio gracias al diario espectáculo que todo el mundo quiere fotografiar (anuncian los horarios de los vuelos sobre una tabla de surf-pizarra).
Los aviones pasan sobre la franja de arena justo antes del aterrizaje. Para despegar se ubican de cola al mar y las turbinas parecen a punto de soplar toda la arena de la playa. De hecho, cuando es el turno de los gigantes de Air France y KLM, los curiosos deben tomarse fuerte del alambrado que separa el aeropuerto de la playa y quedan flameando como banderas al viento. Hay docenas de videos de esa situación en YouTube; para el destino turístico, es una campaña publicitaria viral espontánea e invaluable.
Tampoco hace falta mayor retoque cuando se trata del color del mar en las postales de Saint Martin-Sint Maarten. El Caribe realmente luce sus mejores tonos y la arena es clara y fina alrededor de esta isla de 87 kilómetros cuadrados. Una isla pequeña, pero ciertamente compleja, ya que su restringido territorio está dividido política y socialmente en dos partes, la francesa, en el Norte, y la holandesa, en el Sur.
Franceses y holandeses conviven acá desde el siglo XVII, mayormente sin conflictos. Cada sector tiene su capital, su gobierno, su idioma oficial, su moneda, su color de patente de autos y hasta su tipo de corriente eléctrica, además de una herencia cultural y una identidad particular. Pueblo chico, confusión grande ¿Vivís del lado francés o del holandés? ¿Dónde naciste? ¿En qué parte trabajás? ¿De dónde es tu pareja? ¿Qué idioma se habla en tu casa?, son preguntas recurrentes y bastante curiosas si se consideran las estrechas dimensiones de la isla y su población de unos 30 mil habitantes en la parte francesa y algo más de 40 mil en la holandesa.
Sin embargo, lo que para la vida cotidiana local debe presentar más de un desafío, para el turista es una ganga: por el mismo pasaje (vía Panamá, la mejor opción desde Argentina), quien visita Saint Martin-Sint Maarten tiene dos destinos para descubrir, cada uno con sus centros urbanos, sus playas, sus polos hoteleros, sus atractivos. "Me gusta que sea así. Gracias a esta situación creo que somos más abiertos y políglotas... Acá todo el mundo habla dos o tres idiomas, como mínimo", explica Marla Chemont, de la oficina de turismo de Sint Maarten (sí, cada sector tiene su propia oficina).
El lado holandés de las cosas
Aunque el sector más amplio es el francés, el aeropuerto fotogénico queda en el holandés, igual que el puerto de cruceros y el mayor centro comercial, Philipsburg.
Desde Maho y el aeropuerto, hay unos veinte minutos hasta Philipsburg, viaje que es una introducción a la montañosa y verde geografía de la isla, muy distinta de la plana y seca Aruba, por mencionar otra colonia holandesa del Caribe. Trasladarse por Sint Maarten (o Saint Martin) es importante, ya que a cada momento puede revelarse una espectacular vista, acantilados, casitas caribeñas colgadas de las laderas, playas de película y otras islas en el horizonte, como Saba o Anguila.
Esta posibilidad de girar sin problemas por la isla no es algo que se deba dar por sentado en el Caribe. En ciertas islas, se desalienta preventivamente la sola idea de caminar más allá del alambrado de púas en los hoteles. Acá, todo lo contrario. Sint Maarten no es para quien busca sólo resorts cerrados, apartados del mundo y custodiados por guardias y barreras, sino que invita constantemente a salir, a vivir la isla, con sus distintos rincones y matices e idiomas. La gracia no es retirarse a una semana de régimen todo incluido sino circular, probar otras playas públicas, comer en distintos restaurantes. Por extravagante que parezca a esta altura del negocio turístico, cuando hasta algunas cosas naturales suenan raras.
En el Sonesta Maho Beach Resort, por caso, justo al lado del aeropuerto, basta con salir caminando por la puerta principal para recorrer una callecita con tiendas, bares, restaurantes, casino y el animado y célebre Cheri's Café. También son caminables, sin acoso de vendedores ni nada peor, las calles de Philipsburg, donde se ven fotos de Guillermo y Máxima en las vidrieras tanto de joyerías para cruceristas como de farmacias y casas de electrodomésticos para locales. Dicen que a la pareja le gusta especialmente Sint Maarten. Por allí estuvieron hace poco, en noviembre último, de visita oficial. Pero reconocen también que la parte holandesa no es tan Dutch como sus vecinos sí son afrancesados.
No hay, por ejemplo, casitas holandesas como se ven en el puerto de la isla de Curazao. La costanera de Philipsburg, en cambio, ofrece una seguidilla de tentadores restaurantes de lo que se podría denominar fast food caribeño , que va del picante jerk chicken jamaiquino a las quesadillas y la ensalada César, con jugos exóticos (para un argentino) y cerveza Presidente.
Al otro lado de Philipsburg desde el aeropuerto, Oyster Bay es una de las zonas de concentración hotelera, con algunas de las mejores playas. De noche, el sector para salir es Simpson Bay, con bares y restaurantes de todo tipo, incluso argentinos, si hiciera falta. También de Simpson Bay parten diariamente los catamaranes para contemplar la caída del sol. El Lambada, por ejemplo, navega más allá de Maho en un clima de fiesta entre perfectos desconocidos, un capitán con reflejos para el stand up, barra libre y un DJ con buen oído para el reggae. Es curioso, aunque comprensible, ver como muchos de los pasajeros son habitués y saludan a la tripulación como quien le dice lo de siempre al mozo del bar de la esquina.
Caribe para francófilos
Saint Martin es diferente. Su capital, Marigot, es más pueblerina que Philipsburg, quizá por no tener puerto de cruceros. Pero, por otra parte, cuenta con la playa mejor rankeada de la isla: Orient Bay, a la que algunos llaman la Saint Tropez del Caribe. La comparación no es tan exagerada: la justifican el público, el ambiente y cierta onda que recuerda al sur de Francia. Algunos precios, también; aunque se trata de una playa pública y en verdad no es necesario pagar nada para disfrutarla.
A pesar de desembarcar en Sint Maarten, muchos cruceristas invierten su día en la isla para ir hasta Orient, que aún hoy es mentada como la playa nudista. Sin embargo, aunque todavía hay un hotel libre de ropa en un extremo de sus dos kilómetros de costa, hoy ya no es aquella playa despojada de antaño y la mayor parte es ocupada por turistas pudorosos y familieros. Con o sin traje de baño, Orient Bay es idílica, aunque un poco sobrepoblada en días con varios cruceros en puerto.
Sobre todo por la escena gastronómica del lado francés, la isla se ganó el título de Capital Gourmet del Caribe. Por dos aspectos bien diferentes. Por un lado, están esos increíbles bistró de chefs franceses que algún día dijeron dejo todo y pongo un restaurante en Saint Martin, principalmente en la zona de Grand Case, donde hay más de sesenta sitios para comer, uno mejor que otro. Además, están los lolos, tradicionales carritos, que no son ninguna oda a la comida sana, pero sí al placer culposo del fast food callejero, y que encontraron en Anthony Bourdain (declarado fan de esta isla) a su apologista más célebre, sin reservas.
También la hotelería tiene sus particularidades en el lado francés, donde hay más alojamiento boutique y aparts. Los franceses, además, se pueden jactar de contar con La Samanna, exclusivísimo resort de Orient Express en la increíble Baie Longue.
No sólo Orient Bay sino todo Saint Martin recuerda a la Costa Azul, con sus barcitos de playa relajados, pero exactos, con su andar casualmente chic. Aunque a sólo diez minutos de auto reinen las fotos de Máxima y Guillermo.
Datos útiles
Cómo llegar
Copa. La aerolínea vuela de Buenos Aires y Córdoba a Panamá, donde conecta a Saint Martin/Sint Maarten (este vuelo es de dos horas y media). Tarifas, 1385 dólares (de Buenos Aires) y 1522 (Córdoba). www.copa.com
Copa. La aerolínea vuela de Buenos Aires y Córdoba a Panamá, donde conecta a Saint Martin/Sint Maarten (este vuelo es de dos horas y media). Tarifas, 1385 dólares (de Buenos Aires) y 1522 (Córdoba). www.copa.com
Dónde dormir
La Samanna: del grupo Orient Express, uno de los mejores hoteles de la isla, sobre la Baie Longue, en el lado francés. Habitaciones con balcón sobre la playa, desde 850 dólares, www.lasamanna.com.
La Samanna: del grupo Orient Express, uno de los mejores hoteles de la isla, sobre la Baie Longue, en el lado francés. Habitaciones con balcón sobre la playa, desde 850 dólares, www.lasamanna.com.
Sonesta Maho Resort: en el lado holandés, una alternativa más económica, todo incluido, junto a Maho. Desde 300 dólares, más impuestos. www.sonesta.com/mahobeach
Dónde comer
Le Pressoir: para quien no se decide entre unas vacaciones de playa o un viaje gastronómico por Francia, esta es la solución. A cargo de un chef bretón que llegó a la isla por un mes y se quedó quince años, en esta romántica casita de madera, uno de los mejores franco-restaurantes del Caribe. 30 Boulevard de Grand-Case.
Le Pressoir: para quien no se decide entre unas vacaciones de playa o un viaje gastronómico por Francia, esta es la solución. A cargo de un chef bretón que llegó a la isla por un mes y se quedó quince años, en esta romántica casita de madera, uno de los mejores franco-restaurantes del Caribe. 30 Boulevard de Grand-Case.
L’Escargot: en la calle principal de Philipsburg, pescados y mariscos en una colorida casa colonial que es un atractivo en sí mismo. 96 Front Street, Philipsburg.
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