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Despachás la valija, pasás por migraciones, esperás a que te llamen para embarcar y pasás por la manga hasta el avión. Una vez adentro, después del aviso de seguridad, las luces bajan. Lo mismo pasa antes de aterrizar. Apenas la nave empieza a descender, la cabina se oscurece. ¿Por qué?
La respuesta no tiene nada que ver con el descanso de los pasajeros (aunque más de uno se queda dormido en el despegue). El propósito es acostumbrar al ojo a que vea mejor en la oscuridad, por si ocurre algún accidente. Eso explicó el piloto Chris Cooke a la revista Time: "Imaginate estar en una habitación desconocida, llena de obstáculos, que alguien te apague la luz y te pida que salgas rápido".
Tiene mucho sentido. Quizás podamos movernos sin luz por casa, en busca de un vaso de agua, pero en un escenario nuevo nuestras capacidades se ven totalmente reducidas. Por la misma razón se le pide a la gente que suba las persianas de las ventanas al aterrizar, para dejar entrar ayudas luminosas en caso de accidente.
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