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Nieve sin fin

En la ciudad más austral, Cerro Castor, que cumple 10 años, asegura la práctica deportiva hasta octubre




USHUAIA.- Da vértigo cuando uno mira el mapa pensar en llegar hasta ahí abajo, a lo que se conoce como el Fin del Mundo. Como si fuera posible caerse del planeta desde el punto más austral del continente americano. Por eso, mejor hacerlo rápido: en menos de cuatro horas de vuelo desde Buenos Aires (lo mismo que se tarda en auto hasta Mar del Plata) estamos sobre el Canal de Beagle, que conecta los océanos Pacífico y Atlántico. Tan cerca que parece que el avión va a tocar el agua segundos antes de aterrizar en esta isla custodiada por la cordillera de los Andes.
Hace frío en Ushuaia, sí, pero no más que en otras ciudades del país. En invierno la temperatura baja, como mucho, a -3°C; el calentamiento global dejó para la historia los -25°C de los años 80. Pero la noche no se hace desear: son las 16 y sólo queda una hora y media de sol para disfrutar de la cordillera nevada.
Una buena excusa para salir de compras por la calle San Martín, donde se puede encontrar buenos precios porque Tierra del Fuego está exenta de varios impuestos, gracias a la ley de promoción industrial de 1972. Para el año próximo, Eidico promete abrir las puertas de un shopping con vista al mar.
Al día siguiente, la nieve es un programa obligado. Varios centímetros se acumulan en el centro de esta ciudad de 65.000 habitantes, y hay mucho para hacer en los siete centros invernales a menos de media hora de aquí: desde esquí andino y de fondo, paseos en trineo y moto o caminatas con raquetas hasta patinaje sobre hielo y escalada en las cascadas que se congelan.
La temporada, como siempre, arrancó antes que en otros centros de esquí del país. Y seguramente, gracias a esta ubicación privilegiada, terminará recién a mediados de octubre. Aunque no se salvó del golpe de la gripe A, que empujó a miles de turistas brasileños a cancelar sus reservas a último minuto.
"Este año comenzamos el 12 de junio; fuimos el primer centro abierto en toda América del Sur", dice con acento francés Nicolás, instructor de esquí y snowboard, sentado en la flamante silla cuádruple del Cerro Castor, que habilita la nueva pista Liquen, de nivel avanzado.
Es una de las sorpresas que preparó la familia Begué para celebrar la primera década de este centro: también reubicó y amplió el snowpark, agregó dos magic carpets (cintas transportadoras) y sumó un pisapistas y un cañón de nieve artificial a los que tenía.
En 2010 prevé inaugurar un tercer restaurante, donde seguramente se ofrecerán platos imperdibles como los que se sirven en la base del cerro. Dos de las especialidades de La Morada del Aguila son el cordero a la estaca y el helado de Calafate; quien prueba este fruto, dicen los fueguinos, tiene asegurado el regreso a la Patagonia.
Algo de eso debe haber, porque el Cerro Castor se destaca por su perfil internacional. Más de 20 equipos nacionales de esquí y snowboard -como Mogul, equipo francés de freestyle- hacen sus dobles temporadas en este centro fundado en 1999 por Juan Carlos Begué y dirigido por su hijo Gastón, ex integrante del equipo olímpico argentino, con pistas homologadas por la Federación Internacional de Esquí (FIS). Ellos representan, sin embargo, apenas el 10% de los visitantes, en su mayoría provenientes de Brasil, Chile, Buenos Aires y Río Grande.
Acá, además del paisaje de postal, encuentran buena nieve (porque el sol casi nunca pega directo en el cerro); 24 pistas para todos los niveles; instalaciones comparables con las de los centros europeos -que incluyen máquinas que enceran las tablas y afilan los cantos-; pocas colas en los medios de elevación; una escuela de esquí y snowboard con 60 instructores; un jardín de nieve para niños desde el primer mes, y un Ski Lodge con 15 cabañas de piedra y madera, como salidas de un cuento, a las que se puede llegar esquiando. Desde la base del cerro, con room service, es posible mirar cómo nieva junto al fuego de la chimenea.
"¿Escuchás el silencio?", dice Nicolás, el instructor, arrodillado con su tabla de snowboard en el camino que cruza el bosque de lengas. "Esa es la paradoja", agrega.

Perros, zorros y castores

Silencio andino, justamente, se llama la excursión que se ofrece a diez minutos de ahí, en el centro invernal Llanos del Castor. Por 300 pesos incluye traslado ida y vuelta desde Ushuaia, caminata con raquetas, paseos en moto y trineo, y cena.
Ahora, sin embargo, los ladridos ensordecen: los huskies quieren salir a correr lo antes posible. "¡Vamos Klaus!", grita nuestro guía. Klaus y Karen, dos siberianos, arrancan a toda velocidad liderando el grupo de diez perros que tiran del trineo.
No vamos a más de diez kilómetros por hora por un sendero irregular rodeado de árboles, y nos quedamos con ganas de ir por más: minutos después recorremos el mismo camino manejando una moto, bastante más rápido. Adrenalina pura.
Una experiencia muy distinta a la del tranquilo paseo con raquetas, que nos lleva hasta las castoreras siguiendo las huellas de un zorro gris que nos mira desde unos árboles, cincuenta metros más allá. Los lugareños lo llaman Zotita, Pancho o Juan, igual que a los demás zorros que se acercan atraídos por el olor a cordero que llega del restaurante.
Llegamos hasta un dique construido por los castores, considerados una plaga por gran parte de los fueguinos. El Estado, incluso, paga a quienes los cazan. El desastre está a la vista: los árboles no sólo mueren porque los animales los cortan para hacer sus diques, sino que el agua acumulada pudre las raíces de los que se mantienen en pie.
¿Cómo llegaron hasta acá? Veinticinco parejas fueron traídas en 1946 desde Canadá para fomentar la industria peletera. Encontraron el paraíso: un clima más cálido en una tierra sin predadores, donde pudieron alimentarse y reproducirse más y mejor. Pero la falta de estrés hizo que su cuero y su pelo cambiaran y ya no sirvieran para fabricar pieles, sólo para destruir bosques. Hoy se calcula que hay 120.000 en toda la isla, y hace tiempo que estos hábiles nadadores cruzaron al continente y se instalaron en Punta Arenas.
Sus huellas se ven incluso en el Parque Nacional Tierra del Fuego, el más austral del planeta y el único del país que combina mar, bosques y montañas. Fue creado en 1960 para proteger los árboles de otra amenaza aún más peligrosa: la de los aserraderos.
La vista de las nevadas montañas chilenas reflejadas sobre el espejado lago Roca hace que valga la pena llegar hasta acá en invierno. Pero también es un programa tentador en cualquier otra estación, para acampar y hacer trekking junto a las lagunas con patos, ver las montañas teñidas de rojo y amarillo, pescar truchas y salmones o navegar por el Canal de Beagle.
En Tierra del Fuego, la temporada alta comienza en octubre, cuando el deshielo libera la ruta, y termina recién a fines de mayo. Para levantar esos meses que siguen hasta que vuelva la nieve se idearon una bienal de arte y un festival internacional de música clásica.
Finalmente, llegamos al fin del mundo. O por lo menos al último tramo de la ruta 3, a 3079 kilómetros de Buenos Aires, donde terminan los caminos que empiezan en Alaska y conectan toda América. Estamos en Bahía Lapataia y podríamos quedarnos horas mirando el agua, respirando el aire puro y escuchando el crujido de los pasos sobre la nieve. Este final, aseguran los fueguinos, puede ser un nuevo comienzo.

El fantasma del Río Pipo

El trencito de trocha angosta va a paso de hombre junto a un hilo de agua que se abre entre la nieve. Parece inofensivo, pero no lo es. Su nombre, río Pipo, recuerda a un preso que se ahogó allí hace mucho cuando intentó una fuga imposible. Hasta este cementerio de árboles llegaron durante décadas los prisioneros de la cárcel que el Estado instaló en Ushuaia en 1920 para establecer soberanía. Nadie quería vivir en terrenos tan inhóspitos. Con esos árboles se hicieron obras públicas y los rieles del tren, que se construyó para transportar la madera. Claro que no es el mismo Tren del Fin del Mundo en el que viajamos hoy, de madera de caoba, con sillones tapizados en pana y guías que nos hablan en varios idiomas, que comenzó a funcionar en 1994 y que el año último transportó a 130.000 pasajeros. Porque esta historia de hombres que dieron la vida para pagar sus culpas, trabajando con pico y pala casi congelados en medio de la nada, atrae visitas de todos los continentes ( www.trendelfindelmundo.com.ar ). Tarifa: $ 85 (clase turista) y 160 (primera clase), por persona.

Nadar bajo las estrellas

Bucear en la pileta climatizada, sacar la cabeza al aire frío, mirar al cielo y ver las estrellas. O sentarse en el jacuzzi a observar el Canal de Beagle. Después, con la misma vista desde el restaurante, sopa de centolla, merluza negra y sorbet de pomelo rosado y gin. El programa sólo es posible en Los Cauquenes Resort & Spa ( www.loscauquenes.com ), complejo con 54 habitaciones y seis cabañas que en estos días estrena deck de madera y un jardín de invierno vidriado sobre el mar. Y, como siempre, está la chimenea encendida en el Wine Bar, un equipadísimo salón para entretener a los más chicos y todos los servicios de un hotel cinco estrellas. Ofrece snow weeks de cuatro y siete noches desde US$ 295 y 468, respectivamente, por persona. Informes en Buenos Aires, 4735-2648.

Datos útiles

Cómo llegar

  • En avión: LAN ( www.lan.com ) aumentó la frecuencia de sus vuelos de cuatro a seis por semana (desde $ 850 ida y vuelta). 0810 9999 526.

Cerro castor

  • Medio de elevación:

    T. alta (4 al 31/7 y del 15 al 17/8): diario mayor, 156; menor, 107. Tres días, 421 y 294. T. media (1° al 14/8 y del 18/8 al 18/9): diario mayor, $ 124; menor, 85. Tres días, 337 y 235. T. baja (19/9 al 12/10): diario mayor, $ 102; menor, 71. Tres días, 275 y 192. Más información, en www.cerrocastor.com

Paseos

  • Llanos del Castor ofrece paseos en trineo con perros ($ 160 p/dos pasajeros) y en motos de nieve (120 para dos personas), alquiler de raquetas y de equipos de esquí de fondo (30 por día). Más información: (02901) 15607762, acichero5@gmail.com

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