Pompeya, cenizas de otros tiempos
28 de agosto de 2011
Saliendo de Nápoles con la línea de tren Circumvesuviana que me dejó en la puerta de Pompeya pude experimentar lo que es transitar en una ciudad arrasada por un volcán. Fue sepultada por la erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 d.C. Lo impresionante de la ciudad es cómo la fueron excavando a través del tiempo. A pesar de la vaga idea que tenía del lugar ni siquiera llegué a contemplarla por completo: más de 20 hectáreas excavadas dejan apreciar cuantiosos edificios intactos, así como pinturas, murales y frescos. La sensación de caminar entre sus calles eriza la piel. Pilinio el Joven, único testigo, narró: "Durante muchos días antes hubo temblores de tierra". Las excavaciones no han cesado. Están habilitados menos de un tercio de los edificios para visita turística. Esto se debe a los incesantes trabajos de mantenimiento para evitar el deterioro de la parte descubierta. Aparte de derrumbes y usos inadecuados, cada año, al menos 150 m² de frescos y trabajos de enyesado se disipan por falta de manutención. El foro, los baños, las incontables casas y algunas villas persistieron en buen estado a pesar de la capa de cenizas. Hay que tener en cuenta que durante la erupción los edificios vivieron un fenómeno muy parecido a un bombardeo, motivo por el cual la mayoría de los tejados se vino abajo y muchas edificaciones grandes se arruinaron.
Hay una sección de restos humanos de los ciudadanos que no pudieron escapar a la erupción. En algunos la expresión de espanto es perceptiblemente visible. Otros se afanan en cubrir su boca o la de sus seres queridos con trapos o atuendos para no respirar los gases tóxicos, y alguno se sujeta con ímpetu a sus joyas y ahorros.
Los perros guardianes siguen encadenados a los muros de las moradas de sus patronos, al igual que los gladiadores del anfiteatro. Son innumerables las secuencias de esta ciudad sepultada por las cenizas que abriga la esperanza de que la terminen de excavar algún día.