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Soltar los mandatos: "Quiero vivir en otra parte y no me animo"




Cada tanto, me pongo existencialista. En esos instantes, no puedo evitar pensar que los seres humanos construimos y somos construidos. Llegamos a este mundo con una cantidad de bases impuestas que no elegimos, que quedan fuertemente arraigadas en nuestro ser desde que somos concebidos: no elegimos a nuestros padres, no elegimos nuestro credo, no elegimos nuestro nombre y no elegimos en qué parte de este agridulce planeta vamos a nacer.
En los primeros años de nuestra infancia, normalmente nos educan según las convicciones de las personas que se unieron en el camino para formar una familia. Dependiendo de las posibilidades, ellos deciden en qué barrio vamos a vivir y a qué colegio vamos a asistir y, por ende, nos insertan a su voluntad en el entorno en el cual nos vamos a mover durante nuestros años de formación.
Por todas estas razones, cada uno de nosotros es construido; resulta inevitable que ese destino impuesto por terceros, influya en nuestra visión de la sociedad y el mundo; así como en nuestros miedos, nuestras fortalezas, nuestras carencias y nuestras tendencias a la hora de trazar nuestro propio devenir.
Creo que no podemos ser necios; mucho de lo que creemos que es fruto de nuestra propia convicción y de lo que sentimos como lo correcto y verdadero, son sólo un manojo de ideas pre condicionadas.
Y, sin embargo, aun cargados con todo aquello que no pudimos elegir, los seres humanos somos capaces de cambiar la dirección de nuestro destino. Y observarlo y comprobarlo, me resulta maravilloso.
Somos construidos, pero tenemos la habilidad para construir senderos hacia nuevas experiencias impensadas. Y, en la medida de nuestras posibilidades, siento que debemos hacerle honor a la vida y luchar por ser felices incluso si esto significa rebelarnos a ciertas situaciones impuestas por personas que nos quieren bien.
Y creo que lo único que necesitamos para lograr bifurcar nuestras posibilidades, es estar dispuestos a abrir nuestra mente, escuchar atentamente lo que otros tienen para contar, abandonar las culpas, y sentir. Sí, observarnos y sentir, a fin de distinguir si aquello nuevo que buscamos forjar para nuestra vida, es algo que tal vez nos guíe hacia una existencia apegada al amor en el sentido más completo, y hacia nuestra verdadera esencia e identidad.
Para lo que sigue, les comparto un tema que me gusta desde muy chica. Esta versión del año 77, es imperdible:
"Quiero tener la experiencia de vivir en otra parte y no me animo", me dijeron hace poco. "Lo que sucede, es que mis padres me dicen que no puedo abandonar mis raíces, mi familia. Mi viejo dice que tenemos que hacer patria, que me debo a mi país." Y, unos días antes, había recibido un comentario parecido, pero en vez de tratarse de otro país, refería a dejar su provincia para mudarse a otra ciudad. "Pero no debería dejar la empresa familiar."
En mi caso creo que, a esta altura de la humanidad, deberíamos empezar a darnos cuenta de que nos debemos al mundo. Que el Planeta Tierra, todo él, es nuestro hogar; uno que nos pertenece por completo y que debemos cuidar en su totalidad. Que las fronteras son una construcción y que tendríamos que estar parados en ese lugar del mundo que nos haga lo más felices que podamos.
Tengo la certeza de que será sólo desde nuestra mejor versión de nosotros mismos, que podremos generar un impacto positivo en la vida, y un efecto dominó realmente diferencial en aquello que nos rodea.

Créditos: BudgetTraveler

Sin dudas, considero que la única forma de construir un mundo mejor, es empezando por el propio bienestar. Darse amor, para dar amor. Siempre digo que es como en el caso de una emergencia en el avión: primero tenemos que proveernos nosotros de oxígeno, para poder brindarlo con plena conciencia a aquellos que no lo tienen al alcance.
Me da la sensación de que si obedecemos sólo a la porción de nuestra vida que fue impuesta y que no elegimos, si continuamos sólo con el legado de lo que no es de nuestra propia creación, de a poco, nos iremos enojando y apagando. Y en una sociedad que de por sí es compleja, ese estado gris se traduce en ira y desilusión; se manifiesta en rencores y desconstrucción.

Créditos: Huffigton Post

Es probable que todos mis pensamientos tengan que ver con mis propias bases: mi madre, finlandesa, siguió a su corazón décadas atrás y en esa elección dejó ir a toda una vida de tradiciones tan opuestas. Mi padre, nunca dudó en hacer las valijas todas las veces que fue necesario, para perfeccionarse en su carrera y conquistar una mejor vida. Mis propias experiencias viviendo afuera, cursando en otras escuelas y en otras casas de estudio... viendo otros cielos y otros mares, me ayudaron a considerar otras visiones del mundo. Mi hermano se fue hace tantos años del país, que ya perdí la cuenta de cuántos son, y una de mis hermanas mujeres, que hoy vive en Nueva Zelanda y que ahora está de visita en la Argentina, hace ya casi un par de años que se fue.
Y, tal vez inspirada en la felicidad que veo en ellos y en mis sobrinos; en sus rostros luminosos y sus sonrisas genuinas, es que puedo repetirles a todos aquellos que no se animan a cambios que rompen con paradigmas impuestos: la vida es hoy y tenemos la enorme responsabilidad de honrarla. Y la mejor forma de hacerlo, es construyendo nuestro propio camino hacia nuestra auténtica esencia y hacia el hecho de ser mejores seres humanos en esta tierra, capaces de dar y amar desde nuestra mejor versión. Si sentimos que eso sucederá en otra parte del plantea, que así sea.
Soltemos el deber ser que nos inculcaron, soltemos las culpas y abracemos la certeza de que podemos ser los creadores de una propia construcción. Será en la experiencia de la travesía, que descubriremos qué es lo que queremos dejar ir definitivamente y a dónde quisiéramos volver con amor sincero.
Ser mejores seres humanos, no se lo debemos a una porción de tierra; se lo debemos al mundo.
«Ve el mundo. Es más fantástico que cualquier sueño». Ray Bradbury

Créditos: Acción Poética

Ustedes, ¿sienten a veces que se rigen por mandatos impuestos? ¿Se animarían a vivir en otra parte del mundo?

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