Marruecos es impactante desde el momento cero; sus aromas, colores y texturas no hacen otra cosa que estimular los sentidos. Vas a querer sacarles fotos a cada trama de mosaico de las paredes y a todas las puertas talladas con diseños geométricos árabes maravillosos. Las callecitas estrechas y laberínticas de sus ciudades y los mercados –que funcionan a pleno regateo– son muy distintos de cualquier lugar que hayas conocido. Y recorrerlos es, a la vez, interesante y abrumador. Sus habitantes son súper hospitalarios, pero muuuy insistentes a la hora de concretar ventas. Las mujeres muestran solo la cara y su vestimenta contrasta con la de la mayoría de los viajeros, que, con más de 30 °C, usamos shorts y remeritas.
Descubrir este país y aprender de sus costumbres eran sueños para mí y el viaje superó mis expectativas.
Marrakech
La llamada "Ciudad Roja" –por el color de sus edificaciones– es uno de los centros culturales más importantes del país. Desde el aeropuerto, salen buses o taxis a la Medina, que es la parte de la ciudad amurallada en donde te conviene alojarte. Atenti: es fácil perderte en las desordenadas calles. Bajate un mapita en el celu con antelación por las dudas. Te contamos cuáles son los 3 imperdibles.
- Plaza de Yamaa el Fna: es el centro neurálgico de la ciudad, en donde vas a encontrar ¡de todo! Encantadores de serpientes, músicos, magos, acróbatas, un mercado de frutas y puestos de comida que forman un gran restaurante al aire libre. Van a intentar incluso ponerte un mono en la cabeza para que te saques fotos. ¡Yo huí! Te aconsejo subir a las terrazas de uno de los barcitos que rodean la plaza y disfrutar de las vistas del atardecer tomando un jugo natural.
- El Zoco: explorando las callejuelas de este gran mercado vas a encontrar faroles, vajilla de cerámica de colores, juegos de té, ropa, telas y hasta carteritas de metal con apliques de mosaico. Si regateás a full, vas a conseguir muy buenos precios. Lo que te guste, compralo acá, ¡no vas a encontrar lo mismo en otras ciudades! Tiene cosas hermosas y artesanales. Si te gusta cocinar, te vas a volver loca con la diversidad de especias y frutos secos.
- Mezquita Koutoubia: es el edificio más alto de la Medina. No está permitida la entrada a aquellos que no son musulmanes, pero se aprecia desde los jardines, en los que te va a encantar descansar del bullicio de la ciudad.
El camino al Sahara
El desierto del Sahara tiene más de 9 millones de kilómetros cuadrados (casi el tamaño de China). Abarca gran parte del norte de África y se puede acceder a él desde el sur de Marruecos. Para llegar desde Marrakech, necesitás por lo menos dos días. Podés entrar a través de un pueblo llamado Merzouga, que está a 560 km al oeste. Pero si no tenés mucho tiempo, vale la pena contratar una excursión grupal para recorrer varios pueblos en el camino y atravesar el Alto Atlas: la cadena montañosa que recorre el país. Mientras el paisaje cambia del verde del valle al ocre rojizo de las montañas áridas, vas a conocer el kasbah de Ait Ben Haddou. Es una ciudad con construcciones de adobe y adornos geométricos, declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Más adelante, podés visitar los "Estudios del Atlas" donde se filmaron pelis como Gladiador, Babel y Lawrence de Arabia. Por la noche, lo ideal es dormir en un hotel en la ruta en la Garganta de Dades.
El segundo día, después de visitar algunos pueblos, finalmente vimos la inmensidad del desierto desde la ruta, casi como si fuese el mar. De un lado, el piso seco del pueblo, y enfrente, las dunas amarillas interminables. De repente, el cuerpo se me sacudió con escalofríos y mucha emoción. La combi hizo un alto en el hotel para que pudiéramos desprendernos del equipaje y preparar una mochilita: el planazo era pasar la noche entre los médanos.
Seguramente te van a sugerir que compres el "pasaporte al desierto", un pañuelo para la cabeza que te cubre el cuello del sol y la cara de la arena, aunque después de las cinco de la tarde el sol no te mata, con lo cual es más para la foto que para las quemaduras. ¡Aun así vale la pena!
Una vez en el dromedario (el camello de una sola joroba), iniciamos el recorrido de una hora y media sobre la arena para llegar a las jaimas –las carpas árabes– donde íbamos a pasar la noche. ¡Cuanto más lejos del pueblo llegues, mejor! En el camino, frente al atardecer, tuve por momentos esa sensación inexplicable de ser tan pequeña ante la naturaleza, de estar rodeada y conmovida por la inmensidad. Quise sacar miles de fotos, pero es imposible: en la pantalla no entra tanta magia. Es una experiencia que solo se logra dimensionar al vivirla.
En el campamento, preparamos la comida y un fogón al ritmo de los tambores marroquíes. ¡Bailá aunque te sientas más turista que nunca! Más tarde, te recomiendo que te alejes de las carpas con el celular en modo linterna. Recostada sobre la arena, inmersa en la oscuridad total, vas a estar rodeada de millones de estrellas, muchas de ellas fugaces. Incluso vas a poder ver esas formas que parecen nubes, pero que en realidad son conglomerados de estrellas de la Vía Láctea. Otra vez puede pasarte que no encuentres palabras para describir tanta belleza, pero te vas a sentir muy afortunada y agradecida.
Un dato no menor: es importante chequear el clima y ¡la fase de la luna! La visión de las estrellas puede ser parcial con la luz de la luna presente y total sin ella.
Casi no usamos las camas de las jaimas, porque a las 4 a. m. y con abrigo puesto, arrancamos la vuelta al pueblo, con amanecer espectacular incluido. En el hotel nos estaba esperando el desayuno para terminar esta experiencia inolvidable.
¡A comer!
- Tajín: es una cazuela de barro en la que preparan de todo. Apenas levantás la tapa cónica, sentís el aroma. Pollo al limón, verduras, cordero o ternera se cocinan a fuego lento con muchas especias (jengibre, cúrcuma, comino y pimentón). A veces agregan dátiles, ciruelas, almendras o frutas en conserva.
- Cuscús: la base es sémola de trigo y varía su acompañamiento. Hay opciones con carne o veggies.
- Pastilla: es como una empanada agridulce redonda de masa filo, rellena de carne, almendras picadas y con aroma a canela. Dulces marroquíes: suelen venderlos por kilo y pueden ser tu perdición. Almendras, nueces, pistachos, azúcar, canela y miel son algunos de los ingredientes de estas masitas deliciosas.
Fez
Es la primera ciudad imperial de Marruecos y se la considera capital cultural, religiosa y espiritual del país.
La medina Fez el-Bali es la mejor manera de empezar el recorrido. Otra vez va a ser difícil orientarte, pero es parte de su encanto. Caminá con zapatillas cómodas sin rumbo y descubrí cada rincón.
La puerta azul es la entrada principal de la ciudad amurallada y, siguiendo por la calle principal, vas a descubrir la Madrasa de Bou Inania (una escuela muy bien mantenida). La mezquita Al Karaouine es una de las universidades más antiguas del mundo y, antes de encontrarla, te vas a cruzar en el camino con fuentes de agua decoradas con mosaicos, pequeñas plazas y, otra vez, los zocos (mercados).
Las curtidurías son uno de los lugares que más te van a impactar. Desde algunas terrazas de los edificios, vas a ver fosas con diferentes tintas que se utilizan para darle color al cuero. El olor es insoportable y van a ofrecerte hojas de menta para aplacarlo. Muchos van a querer ser tus guías a cambio de que compres algo en sus tiendas. Pueden ser un poco invasivos, pero si arreglás el precio con antelación, no vas a llevarte ninguna sorpresa.
Otro datazo: a tres horas de Fez en tren hacia el suroeste podés visitar Casablanca –sí, la de la película–, con su gran mezquita Hassan II. Y al noroeste de Fez está Chefchaouen, "el Pueblo Azul", conocido por el color de las casitas de la medina. Otra vez: miles de fotos y esa sensación de querer que el viaje no termine nunca.
¿Hotel o Riad?
Riad significa "jardín" en árabe. Es una estructura de dos o tres pisos con un patio central (suele tener una fuente o piscina) y unas pocas habitaciones alrededor. Yo me decidí por este plan y te lo aconsejo: el riad es acogedor, el trato es familiar y las habitaciones son como las de un hotel. Suelen recibir a los huéspedes con un riquísimo té de menta y generalmente el desayuno está incluido. Además, al ser más pequeños, vas a encontrar muchas opciones para alojarte dentro de la medina y arrancar el recorrido desde adentro de la ciudad.
Datos útiles
- Ramadán. Es el mes de ayuno de los musulmanes: no comen ni toman nada. Nosotros viajamos en los últimos días del Ramadán (las fechas varían año a año), la gente se veía muy cansada y con ritmo lento. Vas a poder recorrer la ciudad sin ningún problema, pero tené en cuenta que los museos y los mercados cierran antes y algunos restaurantes no abren al mediodía.
- ¿Viajar sola? Yo viajé con mi novio y cada vez que nos separábamos los hombres se acercaban a saludarme o a susurrarme alguna cosa. Puede ser incómodo. La solución es ignorarlos y seguir caminando.
- ¿Está prohibido tomar alcohol? Los musulmanes no pueden consumirlo y no se vende en todos lados, pero para los turistas está permitido. En algunos establecimientos tienen licencia y vas a poder brindar legalmente.
- ¿Cuándo ir al desierto? Los mejores meses para viajar al desierto son los de la primavera europea: entre abril y principios de junio, y también los de otoño. Es mejor evitar julio y agosto, pueden ser demasiado calurosos.
- ¿Hay Internet en todos lados? ¡Sí! Podés comprar una SIM card (te la ofrecen en la estación de bus o en el aeropuerto). Yo pagué €5 y la usé durante una semana, excepto en el desierto.
- Transporte. Dentro de las ciudades podés hacer casi todo caminando. Para moverte largas distancias hay trenes y buses. Los turísticos son más directos y los que frenan en todos los pueblitos, más económicos.
- Cómo llegar. En avión: no hay aerolíneas directas desde Argentina, pero sí aerolíneas low cost desde varias ciudades de Europa (que vuelan principalmente a Marrakech o a Fez). Por ejemplo, Ryanair tiene vuelos directos desde Madrid y Barcelona. Si lo sacás con antelación, puede costar alrededor de €60 con el equipaje incluido. En barco: desde el sur de España, por aproximadamente €30, podés cruzar desde Tarifa a Tánger o desde Algeciras a Ceuta.
Agustina Arostegui
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