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Citas: organizó un encuentro de sexo casual y terminó en la guardia de una veterinaria

Súper metida en el universo de las citas y en la búsqueda de conectar con alguien, una noche de diversión... también es un planazo. Ahora bien, ¿qué pasa cuando todo eso que planificaste termina con vos en una guardia de una veterinaria?


Un encuentro casual terminó en la guardia de una veterinaria.

Un encuentro casual terminó en la guardia de una veterinaria. - Créditos: Getty



Leí mucho sus comentarios en el posteo de Instagram y, además de agradecerles el amor y de celebrar este espacio, también me hizo pensar muchísimo en las ideas de intimidad, de comunidad, de compartir experiencias que -sobre todo cuando estás en el mundo de las citas- hacen clic de una manera muy diferente. Con algo de humor, con algo de picardía... en mi cabeza todo eso se transformó en muchas ganas de seguir escribiendo sobre mis aventuras amorosas.

Y ahí es donde les pregunto: ¿se acuerdan cuando les conté que había estado mucho tiempo de novia y corté? Bueno, en ese terremoto emocional que me generó mil cambios decidí empezar algo nuevo para cambiar un poco el aire y conocer gente nueva. Así que me anoté en un taller de teatro. Las primeras clases no entendía muy bien de qué iba el taller, me parecía una flasheada atrás de otra. Después del tercer encuentro pensé: “Si la próxima sigue así, no vengo más”. Pero casi como en una comedia romántica, fue cuando estaba a punto de darme por vencida que ese día arrancó un pibe nuevo. Se llamaba Agustín y KÉ DECIRTE... ¡estaba bárbaro! Desde el segundo cero cuando entro al salón donde estábamos, todas las pibas nos quedamos mirándolo como si el mismísimo Ryan Gosling hubiera entrado por la puerta a darnos clases de cómo ser la Barbie de ese Ken (si, quizás es mucho).

Como estaba soltera y quería pasarla bien me dije a mí misma: “Vamo' a intentarlo”. Así que sin muchas vueltas, cuando terminó la clase me acerqué y lo saludé. Le di un poco de charla y en 3, 2, 1 bingo: nos pasamos nuestros Instagrams. Al principio no interactuamos mucho. Bueno, en realidad no interactuamos nada. Yo subía historias haciéndome la sex  esperando un fueguito y nada… hasta que un jueves por la noche, subí una foto de mi gato Ramón acostado a los pies de mi la cama y ahí sí, me respondió. Me preguntó cómo se llamaba, me contó que él amaba los gatos y que también tenía uno: Pipo. Así que, charla va charla viene, no me preguntes cómo pero el asunto se puso hot. Tanto que Agus me dijo las palabras mágicas: “Estoy solo en casa, ¿tenés ganas de venir?”. Y cómo tenía más que ganas, obvio que le dije que me pedía un auto y salía para allá. Era la 1 AM, así que los dos sabíamos a qué iba. No, a ver una peli no era. 

Llegué cerca de las 2 AM, toqué timbre y Agus bajó enseguida. Una vez que subimos al ascensor empezamos a chapar, parecíamos esas parejas de película pochoclera que entran con un chape furioso al departamento, se desvisten (obvio sin parar de chapar) y se tiran en la cama a resolver el asunto. La diferencia es que nosotros cuando entramos al departamento tuvimos que frenar el fuego porque ni bien puse un pie en el departamento escucho un grito que me hizo cag*reme hasta las patas

Sip.

Le pisé la cola a Pipo.

El tipo salió disparado hasta la otra esquina del (léelo fuerte) MICRO-MONO-AMBIENTE en el que vivía Agustín. Él obvio fue atrás del gato a ver si estaba bien y me dice “¡Ay Vale! ¡¡Lo pisaste!!” así que fui y le hice unas caricias para no quedar tan para el traste. Después de todo, el animal no tenía la culpa de vivir ahí. 

Por qué resalte el tipo de departamento en el que vivía el pibe este, te estarás preguntando. Y es porque, querida amiga ohlalera, yo necesito que te imagines intentando tener sexo con un flaco, en un monoambiente, con un gato ahí dentro, sin otra habitación donde dejarlo. Para las que nunca tuvieron gato, les cuento que a veces pueden ser un poquito intensos… quieren estar cerca tuyo todo el tiempo. Aún cuando estás en plena acción con otra persona, el gato quiere frotarse un poco contra tu pierna. Así fue todo el rato que estuvimos en acción. Agustín lo sacaba, Pipo se subía. Agustín lo volvía a sacar, Pipo se volvía a subir. La situación ya me estaba desesperando y necesitaba que terminara, así que agarre y le dije “Agus ya fue, déjalo”. Unos minutos después, con Pipo en primera fila, Agustín acabó y yo, bueno… la pasé bien (y sí amiga, la verdad que con un gato ahí imposible tener un orgasmo). 

Una vez que terminamos, nos quedamos acostados en la cama un rato, haciendo un poco de fiaca y charlando. Miro la hora en el celu y le digo: “Bueno Agus, me voy yendo que arranco temprano mañana”. Nos levantamos, agarro mi ropa, me pongo el jean, y acá el chabón me dice: “Vale, ¿no viste el forro?”

*Momento de tensión*

Miro alrededor

*Momento de megatensión*

"EHHH... Nop, como que te lo sacaste vos ¿no?", fue lo único que atiné a decir.

Él empezó a buscarlo por todos lados, yo sin entender bien por qué tanta desesperación, me uní a la búsqueda. Sacamos las sábanas, levantamos el colchón, corrimos la cama, revisamos todo. El forro no estaba.  Agustín agarra la cabeza con cara de desesperación. Me mira. Mira a Pipo. Me vuelve a mirar. “Se lo comió el gato”. K-H-É pienso yo. Agustín se puso muy nervioso... Amaba a su gato y no sabía lo que podía pasarle si dejaba pasar el tiempo. Así que se vistió rapidísimo y me dijo: “Lo voy a llevar a la guardia veterinaria ya mismo ¿Me acompañás?”. Ante un pedido así, con cara de pollito mojado, no me quedaban muchas opciones, así que decidí acompañarlo.

Madrugada de un viernes. Agustín, Pipo, posible preservativo adentro de Pipo y yo esperando que nos atendieran en la guardia de la veterinaria. Una imagen hermosa.

Pasaron unos cortos minutos hasta que nos atendió el veterinario. Le hicieron una radiografía a Pipo y, por suerte, el médico al mostrarnos las imágenes nos dijo que no veía nada raro. Entonces Agustín, que se veía más relajado que antes, dice: "No entiendo, no estaba en ningún lado el preservativo. Dí vuelta el depto y no apareció". En ese momento, siento algo raro entre mi jean wide leg y mi pierna. Intentando ser lo más disimulada posible, doy un paso para atrás y cae de mi jean el preservativo al piso del consultorio. Los ojos de Agustín y el veterinario se direccionaron directamente hacia el piso. La vergüenza que sentí es indescriptible. El médico nos miró intentando encontrar las palabras para pasar ese momento incómodo. "Bueno chicos cualquier cosa me avisan". Salimos del consultorio sin hacer ningún comentario. Caminamos hasta la esquina y todavía sin emitir sonido nos despedimos. Es el día de hoy que no volví a hablar con él (por suerte).

Así que ya sabés amiga... antes de ir a la casa de cualquier chongo, indagá sobre cómo vive. O al menos si tiene mascotas que les guste estar en primera fila mientras uno tiene sexo. 

Con amor,

La chica de las citas.

 

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