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Fenómeno mundialista: cómo la Selección argentina se convirtió en un símbolo de redención

La pasión más terrenal libera su poder espiritual convirtiendo a la Argentina en un vórtice expansivo de gratitud.


Lio Messi durante el Mundial Qatar 2022.

Lio Messi durante el Mundial Qatar 2022. - Créditos: Getty



Desde hace años, quienes recorremos distintos caminos espirituales sabemos que Argentina tiene algo especial. Sin duda somos un vórtice de fe. Los argentinos estamos infiltrados por la búsqueda de algo más grande, quizás se deba a nuestro linaje inmigrante, no lo sé. Lo constatamos tantas veces, somos un país generoso en las crisis, que entiende de devoción (desde la Vírgen de Luján hasta el Gauchito Gil), que conoce de grietas, pero no porque nos paremos desde el odio en la vereda opuesta, sino porque en nuestro corazón estamos convencidos de que eso en lo que creemos es lo mejor.

Somos un pueblo de buenas intenciones, y especialmente somos creyentes. No es casual que el #elijocreer se haya vuelto el hashtag de este mundial, ni que seamos seguidores por naturaleza de ídolos, mesías, dioses terrenales. Porque el argentino se entrega, se rinde, reza. Y hay algo muy místico en eso. Hemos cargado por tantos años el mote de soberbios y egocéntricos, pero en el fondo lo que subyacía, era un anhelo de encontrar un salvador, alguien que nos libere del dolor, de la incertidumbre, de las adversidades tercermundistas. Casi como un mecanismo de defensa, para pararnos frente al mundo con nuestras heridas sin que se nos noten. Hay que ser argentino, ¿no te parece?, y cada uno de nosotros hace lo que puede.

Sin embargo, algo sucede ahora mismo. Algo que no me lo esperaba. El fútbol está siendo el instrumento de redención. Tantas veces bastardeado, incluso tomado por la violencia y la corrupción, ¿quién hubiera imaginado que sería nuestro portal hacia la unidad y los valores humanos? No hablo de la alegría del éxito, que puede durar quizás un rato, si no de la huella que deja en nuestra sociedad los aprendizajes de todo el proceso y sus referentes. Y estuvo siempre delante de nuestras narices y no nos dimos cuenta –al menos no yo– que la ola expansiva de transformación solo podría generarse con algo suficientemente popular y masivo como el fútbol. Una ola que nos barrenó a todos.

Debo confesar que al principio hice un esfuerzo para conectarme con el Mundial, casi como si fuera un deber para vibrar con una posible alegría. Por eso, lo que se me viene hoy, con las calles tomadas de hinchas, de familias, de messinianos, de maradonianos, de devotos de la pelota: gracias por custodiar el fútbol y mantener la mística. Como quien cuida una fe, un camino de salvación, con la valentía de creer cuando el resto se mantiene crítico y escéptico. Porque gracias a ellos se convirtió en el vehículo de conexión para todo un pueblo. Entonces, gracias a todos los que sufrieron cuando a muchos de nosotros nos daba lo mismo. Y así, hackearon el algoritmo: lo más terrenal nos demostró su poder espiritual. Gracias a ellos hoy vivimos esta ceremonia de gratitud, y ya lo sabemos: sólo puede alcanzar la plenitud quien reconoce lo que tiene… Así que, ¿quién te dice…? Ojalá que una nueva era comience.

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