Teatro Colón: así quedó la nueva confitería restaurada

“No tocamos nada de la caja arquitectónica ya que el edificio cuenta con protección patrimonial y el teatro cuenta con un equipo de conservación muy riguroso”, señala Larguía. Y cuenta que el piso del lugar fue el aspecto que más tiempo demandó: “El trabajo de ebanistería fue exhaustivo”, afirma.

De acuerdo a una ingeniería casi quirúrgica restauraron los listones de madera de roble de Eslavonia uno por uno. Para encarar la restauración Larguía y equipo se pusieron en la piel de los usuarios: “Conectar emocionalmente con el respeto que merece este espacio, con los espectadores que hace años sienten el lugar como propio fue el punto de partida para potenciar y transformar la experiencia”, destaca.

La consigna fue ampliar la capacidad de la confitería y fomentar la interacción entre los visitantes. Para eso se reemplazó la gran barra central por dos barras más pequeñas ubicadas en los extremos, lo que permitió una mejor circulación y se priorizó las áreas de asientos.

Además, se incorporó un gran sillón central, un dispositivo que funciona como protagonista de la escena desde donde se observan dos grandes obras de arte. Por un lado, el retrato de Enrique Carusso, una de las voces más importantes de la historia de la ópera que debutó en el Teatro Colón en 1915, interpretando la ópera Aída. Y por otra parte, una pintura de la soprano española María Barrientos, que entre 1911 y 1921 protagonizó diversas óperas.

Las mesas bajas y las altas, con banquetas, cumplen la función de promover diálogos en un contexto dominado por los colores neutros. “Las barras realizadas en espejos tonalizados en bronce y biselado, conviven con el mármol, en una búsqueda de elegancia y sofisticación”, puntualiza la interiorista, también escenógrafa y directora de arte.
El proyecto de inversión para la puesta en valor de todas las confiterías del Colón –las obras en Foyer y Tucumán destinadas a los espectadores completan la trilogía– supera los 200 millones de pesos, según confirmó Sebastián Lusardi, director ejecutivo de Grupo L: “Apostamos a preservar este lugar lleno de historia, arte y cultura, cuidándolo y trayendo la mejor gastronomía para ofrecer una experiencia culinaria a la altura de este increíble teatro”.

Por otra parte, el bar Paseo de los Carruajes está abierto al público.  Está ubicado entre las calles Tucumán y Viamonte y fue creado por el proyectista del teatro, el arquitecto Francisco Tamburini con un objetivo particular: que las damas que asistían al Colón no se mojaran el ruedo de los vestidos al bajar de los coches los días de lluvia. Sin embargo, el pasaje tuvo una función secreta, la de funcionar como un pasadizo secreto para que las viudas asistieran a las funciones sin ser vistas durante sus períodos de duelo. 

Actualmente está abierta para quienes no tengan entradas pero quieran tomar un café en un entorno mágico, sobre este pasaje que atraviesa el teatro, remodelado en 2010. El dato es que ofrecen la misma carta que en las confiterías de los pisos altos y está abierto hasta las 23.

Desde hoy quienes disfruten del ícono urbano o asistan a funciones de orquestas y óperas de cámara podrán hacer una pausa dentro de un decorado distinto, un espacio contemporáneo que a la vez integra la historia del teatro que desde 1908 figura en el podio de los referentes de la música clásica, la danza y la ópera.