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Día Mundial de la Adopción: a los 35 años adoptó a Juani y se convirtió en mamá monoparental

Gabriela Ponce cuenta su recorrido para llegar a la maternidad. Esperó cuatro años hasta que le avisaron que había una nena de 10 años que necesitaba una mamá. Se conocieron y se eligieron.


mama-monoparental.jpeg - Créditos: Gentileza



Gabriela Ponce siempre supo que sería mamá. Pero fue recién después de cumplir 30 años que empezó a ocuparse del tema: ya había averiguado sobre métodos de reproducción asistida y quería saber si la adopción era una opción.

Por eso en 2017 asistió a una charla organizada por la asociación “Ser familia por adopción”, en la que la titular del Registro de Adopción bonaerense, Claudia Portillo, le despejó todas las dudas.

“Ese día volví en el auto sabiendo que quería adoptar”, expresó. La funcionaria había sido muy clara: se le buscaba una mamá a un niño, y no al revés. También trató el tema de la monoparentalidad: dijo que quienes se anotaban -solas o en pareja- tenían las mismas chances. Y le brindó una pista fundamental a la hora de postularse: considerar el tema de la edad, ya que la gran mayoría de quienes lo hacen esperan ser padres y madres de bebés menores de un año, con lo cual las posibilidades se reducen drásticamente.

No estaba buscando un bebé

Gabriela se lo replanteó y descubrió que no estaba buscando un bebé, sino que quería ser mamá. Pensó en sus posibilidades y se anotó para un solo niño (por ser monoparental) de entre dos y cinco años, con algún problema de salud que fuera tratable en la pequeña ciudad donde vive, ya que su trabajo no le permite hacer viajes frecuentes. “Quise ser lo más coherente con mi posibilidad en ese momento”, dijo.

A los dos años la llamaron para ver en qué situación estaba y si quería hacer algún cambio. Y decidió ampliar el rango de edad hasta los nueve años. Siguió esperando, sin dejar de asistir a charlas sobre adopción. Siempre estuvo convencida de que la maternidad debe surgir de un deseo y necesita preparación.

Un llamado que le cambió la vida

En diciembre del año pasado, cuando se encontraba en plena mudanza por un cambio de empleo, le sonó el teléfono y la voz que escuchó del otro lado era la psicóloga del juzgado. Después de cuatro años de espera, le estaba contando que había una nena de diez años que venía de una vinculación fallida y quería una mamá sola. “No quería alguien que se pelee tanto con otra persona, ni que le griten”, contó Gabriela. “Me dijeron que me tome tres o cuatro días para pensarlo. Pero hablé con mi papá y mi mamá y a las pocas horas llamé al juzgado. Ahí empezó la vinculación”.

Después de viajar algunos kilómetros llegó al hogar donde finalmente conocería a Juani. Llevaba un montón de ilusiones y un pequeño zorro de peluche, que pensaba regalarle a quien sería su futura hija.

mama-monoparental2.jpeg - Créditos: Gentileza

Las primeras impresiones

La primera impresión la dejó un poco desconcertada y con angustia, porque la nena entró llorando a la habitación donde la estaba esperando. Después le explicaron que el llanto se debía a que no había sido invitada a un cumpleaños. Entonces le ofreció el peluche y con ese gesto comenzó el vínculo: Juani dejó de llorar, miró unos segundos su nuevo peluche y después se colgó de Gabriela en un abrazo emocionado.

La vinculación duró entre diciembre y febrero. En ese tiempo aprovecharon para afianzar los vínculos familiares. “Soy mamá monoparental, pero no estoy sola. Mis papás viven al lado y vienen todas las mañanas cuando me voy a trabajar para prepararle el desayuno y llevarla a la escuela”, contó Gabriela.

También aprovecharon para que Juani conozca la escuela. “Fue un cimbronazo, porque ella venía de una escuela rural muy chiquita. Pero entre la directora y las maestras lo logramos”, relató orgullosa.

Hoy Juani hace los deberes sola, un avance impensado en el verano. Ya le dieron su boletín y mejoró tanto que aprobó. “Cuando se tiene contención y cuando existe un plan y una rutina todo cambia. Ella lo demostró en tres meses”, expresó.
Sabe que no es lo mismo parir un hijo biológico y saber que recibió desde el principio lo que le corresponde por derecho, que ser mamá por adopción porque algo falló; es decir, que se vulneraron sus derechos. Pero destaca que con el apoyo de una red de contención todo es posible. Y vale el esfuerzo.

Hoy disfruta a Juani (tanto como su hija a ella), mientras espera que en septiembre termine la guarda y salga el juicio de adopción. Junto con otras familias, todos los viernes publican en Twitter un hijo sobre alguna historia en particular, con el hashtag “adoptenniñesgrandes”, para alentar a quienes todavía tienen dudas o miedos. “Hay muchos chicos que están esperando una familia”, dice con una sonrisa que es el mejor testimonio de que los sueños se cumplen.

Nota originalmente publicada en julio de 2022.

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