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"Viajé a las Islas Malvinas y así lo viví": una crónica sobre las huellas y la memoria de la guerra

Nuestra cronista hizo un viaje a las Islas Malvinas que funciona como una forma de revisitar nuestra historia y la memoria de los caídos en la Guerra, en su 42° aniversario.


Nuestra cronista en el Cementerio de Darwin, el lugar en el que descansan con honor los héroes de Malvinas caídos en combate.

Nuestra cronista en el Cementerio de Darwin, el lugar en el que descansan con honor los héroes de Malvinas caídos en combate. - Créditos: Candela Blanco



Llegué al aeropuerto de Río Gallegos a las 10 am para subirme al único vuelo mensual que sale desde territorio argentino, un sábado al mes, rumbo a las Islas Malvinas. La única aerolínea comercial que opera ese trayecto es Latam Airlines y te tiro un buen dato para buscarlo: tenés que poner como destino Mount Pleasant (no aparece ni como Falklands, ni Islas Malvinas, ni Port Stanley, ni Puerto Argentino). Si viajás vía Chile, la frecuencia asciende a un vuelo semanal (todos los sábados). Debido a esto, la estadía mínima son 7 días, de sábado a sábado.

Otra alternativa para llegar -especialmente durante la temporada de verano- es en cruceros que van por el día. Cuando llegué ya había gente en la fila del check in. Como era de esperarse, somos todos argentinos. Estoy segura de que el dolor de tener que entregar el pasaporte para que nos emitan el boleto es unánime. Aunque el hecho de que en las pantallas anuncien el vuelo con destino a “Puerto Argentino” me reconforta un poco y me
emociona aún más.

Menos de 1 hora y media nos separan de la Isla Soledad, la más grande del archipiélago y en donde se concentran la mayor cantidad de los 3200 habitantes totales, así que el vuelo resulta un suspiro. Aterrizamos en Mount Pleasant y es paradójico que en un trayecto tan corto, todo se sienta tan lejano. Que un lugar que sentimos tan nuestro, de golpe no lo sintamos propio. Otro idioma, otras costumbres, otra bandera. El aeropuerto es una base militar y el trato también. El sello en el pasaporte es el primer gran puñal.

El micro para ir a la ciudad tardó casi lo mismo que el vuelo. Fui con un contingente de veteranos de Corrientes que iban al mismo hotel y en esos kilómetros de ruta solo atravesamos campo y, bien al estilo inglés, pasamos por las cuatro estaciones. Al bajar, recibidos por el viento, lo primero que escuché fue a uno de ellos decir: “Nada cambió” y sus ojos se llenaron de lágrimas al igual que los míos. Estamos en Las Malvinas.

La vida en Puerto Argentino (o Puerto Stanley)

Nada ha cambiado demasiado en la geografía de Puerto Argentino (o Puerto Stanley)

Nada ha cambiado demasiado en la geografía de Puerto Argentino (o Puerto Stanley) - Créditos: Candela Blanco

El Malvina House Hotel en el que me hospedé, es el más grande de los 4 o 5 hoteles disponibles que hay en toda la capital y su nombre nada tiene que ver con un reconocimiento a nuestra soberanía, sino que, aunque parezca mentira, era el nombre de la hija del dueño.

Puerto Stanley -o como lo conocemos nosotros: Puerto Argentino- parece una mini ciudad de escenografía, súper prolija y quedada en el tiempo. Cuenta con un solo colegio al que asisten aproximadamente 200 alumnos, un único hospital, un cuartel de bomberos, una central de policías y dos mercados con casi ningún producto fresco, ya que todo lo importan de Inglaterra, Chile o Uruguay. Casi todo está concentrado en Ross Rd, la calle principal, en donde también hay un busto de Margaret Thatcher a modo de homenaje y en donde se encuentra la casa de la gobernadora. No tiene cajeros automáticos, ni Internet libre en ningún lado por eso todavía tienen alquiler y venta de películas en DVD y casi no usan Whatsapp. Tampoco hay transporte público, pero sí la mayor cantidad de camionetas Land Rover Defender que vi en mi vida -que manejan con el volante a la derecha, claro-. La moneda local es la libra de las Islas Falklands, la cual tiene el mismo valor que la libra esterlina y se puede conseguir en el único banco que tienen.

La mayoría de los isleños maneja las camionetas Land Rover, con el volante hacia la derecha.

La mayoría de los isleños maneja las camionetas Land Rover, con el volante hacia la derecha. - Créditos: Candela Blanco

El momento más difícil: la visita al cementerio de Darwin

Visitar el cementerio de Darwin es el momento más emotivo para cualquier ex combatiente y cualquier visitante.

Visitar el cementerio de Darwin es el momento más emotivo para cualquier ex combatiente y cualquier visitante. - Créditos: Candela Blanco

La mañana siguiente fue la más emotiva de todo el viaje, porque junto con otros jóvenes que se hospedaban en el hotel nos unimos a los correntinos para ir al mítico Cementerio Argentino de Darwin. Estar ahí con un grupo de veteranos de guerra fue de lo más conmovedor que viví en mi vida. Verlos volver cargando sus heridas en lugar de fusiles, con el corazón en la mano pidiendo a gritos un oído que les cure el alma es de los momentos que me quedarán guardados para siempre en el pecho. Animarse a volver, a remover el pasado y reencontrarse con quienes quedaron en la guardia permanente, me parece un acto de valentía mucho mayor que haber ido con apenas 18, 19 o 20 años a la guerra.

Llovía, el viento no daba tregua y el frío que penetraba todas las capas de abrigo se sentía en todo el cuerpo. Imaginarse a esos chicos provenientes del litoral, ahora convertidos en hombres, defendiendo una soberanía en condiciones tan hostiles, no hay forma que no te quiebre. Luego de abrazos, lágrimas, relatos y homenajes, empezaron al unísono a cantar las estrofas del himno nacional. De golpe, empezó a caer granizo e inmediatamente ellos lo tomaron como una señal que sus compañeros de batalla les enviaban desde el cielo.

Convivir con los veteranos de guerra y sus historias

Escuchar a veteranos de la Guerra de Malvinas, una experiencia que deja huellas

Escuchar a veteranos de la Guerra de Malvinas, una experiencia que deja huellas - Créditos: Candela Blanco

A lo largo de toda esa semana nos fuimos conociendo más con los veteranos. Por las noches, después de comer, nos cruzábamos en el lobby del hotel y al mejor estilo peña argentina me quedaba por horas escuchando sus historias. Algunos se abrían más fácilmente, a otros les llevó más tiempo, pero se notaba que todos, sin excepción, tenían una necesidad imperiosa de ser escuchados. ¿Cuántas cosas habrán vivido que nunca se animaron a compartir con nadie?

Fue en una de esas charlas de hotel que uno de ellos recordó que llegó a las islas con 82 kg y volvió con menos de 60 kg. Otro, confesó indignado: “No nos enseñaron a rendirnos”, y explicó que cuando terminó la guerra, no sabía qué tenía que hacer, que los ingleses le salvaron la pierna (y su vida) cuando lo capturaron en su posición, con una herida de bala -que aún conserva en su cuerpo-, lo trasladaron al buque Canberra, lo operaron con todo el instrumental necesario, lo alimentaron y lo cuidaron en su recuperación. Pero lo más desgarrador fue que muchos coincidieran en que varias veces habían deseado morir, que un misil los alcanzara, para dejar de sentir hambre, frío, miedo y la muerte que los rodeaba. Para dejar de sufrir.

Volver a casa

Visitar la fauna típica de las Islas es otro planazo que no podés perderte si visitás Malvinas

Visitar la fauna típica de las Islas es otro planazo que no podés perderte si visitás Malvinas - Créditos: Candela Blanco

Los siguientes días continué mayormente con el “turismo de guerra”, porque aunque haya una
interesante flora y fauna que explorar, creo que como argentinos es muy difícil ir a las Malvinas con otro objetivo que no sea conocer nuestra historia y honrar a nuestros héroes.

Salvo por un cartel en la ventana de una casa que decía: “A la Nación argentina y su gente, serán
bienvenidos en nuestro país cuando dejen de reclamar soberanía y reconozcan nuestro derecho a autodeterminarnos”, la verdad es que el trato hacia los argentinos en mi experiencia fue bueno. Si bien no hablé particularmente de la guerra con ellos, los pocos kelpers con los que traté fueron súper amables. Creo que mientras uno se comporte con respeto, de su parte recibirá lo mismo.
La vuelta es dura, no sé bien cómo describirlo, pero siento un poco de angustia. Siento el orgullo un poco pisoteado y me duelen más que antes las vidas que se llevaron estas islas. Llegué sintiendo que íbamos a un lugar muy nuestro, pero la sensación al final es de querer volver a casa.

¿Qué requisitos necesitás para viajar a las Islas Malvinas?

A diferencia de lo que muchos creen, como argentinos, NO se necesita NINGÚN tipo de permiso o Visa para viajar a las Islas Malvinas (o Falklands). Los únicos requisitos son:

- Pasaporte vigente por la duración de tu estadía.
- Boleto de regreso
- Evidencia de alojamiento y fondos personales suficientes para su estadía en las Islas.

También es clave un seguro de viaje que incluya el traslado aéreo (pues cualquier complejidad, incluso la gente local es trasladada a continente y sin seguro, ese vuelo debe ser impagable).

Para el regreso se paga una tasa de salida de 25£ al embarcar desde el aeropuerto internacional. Puede ser en efectivo o con tarjeta de débito o crédito.

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