Picasso, bodegones y rituales milenarios en lo mejor de Málaga

Es una de las ciudades más antiguas del mundo y sin embargo, reboza de juventud. Quizás es por la atención que ha recibido en los últimos años, aquella que le ha lavado la cara, la sigue vistiendo de cultura, buen gusto y alegría, como característica principal de sus habitantes. Todo esto se percibe en las calles (pulcras), en las construcciones cuyas fachadas están siendo remodeladas, en los monumentos, museos, tiendas de regalos y cientos de callecitas con propuestas para ir a beber unas cañas, vermouths y disfrutar unas tapas.

Málaga tiene 2800 años de historia, fue habitada por los fenicios, por los romanos y por los árabes pero hoy es una niña mimada que se posiciona como la cuarta ciudad española donde más empresas se crearon durante el 2015, después de Madrid, Barcelona y Valencia, por encima de Alicante. La ciudad está en la mira de los emprendedores y se nota en el aire. Es una de las pocas zonas de España con saldo migratorio positivo, aunque sigue muy ligada al turismo y sí que le va bien.

Pablo Picasso nació en dicha ciudad. Si bien permanece el hogar donde se crió y el museo Pablo Picasso, al cumplirse en 1981 el centenario de su nacimiento florecieron "Los Jardines de Picasso", un paseo obligado. El diseño del parque está construido en una disposición simétrica en forma de los pétalos de una flor, complementado por ficus centenarios, jacarandás y plantas tropicales. Junto con este espacio se puede conocer la Fundación Picasso Museo Casa Natal, con más de 280 obras que abarcan toda la innovación del pintor, con material de entre 1892 y 1972, y el Museo Casa Natal, con recuerdos infantiles y familiares del pintor y de su padre, José Ruiz Blasco. Picasso está presente en toda la ciudad, pero vale la pena ir a conocer el origen de su genialidad.

Esta ciudadela fortificada fue una construcción típica del período andalusí, siendo la más representativa la Alcazaba de Málaga, prototipo de la arquitectura militar fenicia del siglo XI. El fuerte queda en una colina y junto con el Castillo de Gibralfaro es un lugar indispensable de visita, por la vista, por la arquitectura, por la genial conservación y por sus hermosas piezas y jardines. La entrada es más que accesible (2,2 euros) y en el medio de la recorrida se puede disfrutar de un jugo o caña en el bar del lugar.

Una vez en la colina, la vista panorámica permite ver la ciudad de Málaga. Allí estaban los tesoros del Rey Hacem, que consistían en una librería, con cuadernos de oro y azul, una botica con perfumes y colecciones escogidas de olores. Aún sobreviven vasijas de cerámica y demás elementos que se fueron recuperando con el tiempo. Se puede subir en el ascensor (desde la calle Guillén) y bajar a pie.

Y en el medio de la explanada hacia el puerto del Málaga, se erige el Pompidou. Una imponente estructura transparente y colorida de 6300 metros cuadrados en formato de CUBO en el medio de Málaga. Es la primera sede externa del Centro Nacional de Arte y Cultura Francés situada fuera de su país. Se inauguró en 2015 y en poco tiempo se convirtió en uno de los museos más visitados de Andalucía, con más de 100.000 visitas. El museo estará disponible durante cinco años (con posibilidad de prórroga) y contiene más de 70 piezas en exposición permanente de 90 obras totales. No faltan Frida Khalo, Pablo Picasso, Francis Bacon, René Magritte o Joan Miró, entre otros. Ofrece un ordenado recorrido por el arte de los siglos XX y XXI que se renueva cada cinco semestres y se completa con exposiciones temporales. La entrada es gratuita los domingos y el resto de los días, sale alrededor de 9 euros (aquí hay promociones con otros museos). Tema aparte es la tienda de recuerdos, con una selección de libros, juguetes y objetos imperdibles.

Hay muchos lugares para ir a comer y beber pero este lugar es una institución, pues se erige en una mansión del siglo XVIII, aunque el bodegón data de 1971 y lleva su nombre por el apodo que llevaban los guías turísticos de antaño. Dice la leyenda que allí pasaban sus tardes desde la Duquesa de Alba hasta Antonio Banderas. Es hermoso, cuenta con un restaurante del vino, preciosos patios y recovecos y una vista privilegiada a la Alcazaba y el anfiteatro romano (descubierto en 1951). Además, los mozos son simpáticos y amables. Eso sí, por la tarde y noche está lleno de gente, pero vale la pena la experiencia y las cartas. Hay desayuno, almuerzo, cócteles y cena.

Fue recuperado, reacondicionado y hoy, este mítico edificio musulmán ofrece los mismos servicios milenarios de siempre: baño de vapor al estilo árabe, rituales con baño, exfoliaciones, masajes relajantes, acompañados por té de menta y rodeados de hermosas paredes con azulejos tradicionales y mármol genuino. Ofrecen además diferentes tipos de experiencias. En el sitio se puede acceder a promociones y es necesario hacer reserva previa.