Nati Jota y su vida después de Luzu TV: "Las redes sirven para el levante"
Nati Jota es una de las voces de las nuevas generaciones. Después de renunciar a Luzu TV, charlamos con ella sobre relaciones, la comunicación en la era del streaming y su propio futuro.
Fotos de : William Kano
Producción de: Virginia Gandola
30 de abril de 2023
En su bio de Instagram, Natalia Jersonsky se define a sí misma como “pensadora contemporánea”, porque observar la vida cotidiana y elaborar pequeñas teorías al respecto es una de sus pasiones. Estudió periodismo, pero fue en las redes sociales en donde encontró un medio de expresión propio, que la llevó a ser conductora de televisión, influencer y, en el último tiempo, romperla como una de las voces de “Nadie dice nada”, el éxito de Luzu TV.
Pero hace apenas unos meses, renunció porque -según ella- ya no la estaba rompiendo tanto: “sentí que se me espaciaban más los momentos brillantes míos. Sentía que tenía momentos copados, pero que se hacían esperar cada vez más. Me sentía demasiado cómoda...” Así que, después de un merecido descanso en las playas de México, está enfocada en diseñar lo que se viene. Pudo contarnos poco: será en el universo streaming también, porque extraña demasiado tener un micrófono delante.
¿Vos te sentís la voz de una generación?
Quizá decir “la voz de una generación” es un montón, pero sí me siento la voz de muchas. Es algo de lo que me fui dando cuenta cuando empecé en Twitter, cuando veía que mis tuits tenían engagement, muchos retuits o comentarios diciendo “no puedo creer, me pasa lo mismo”. Esa es la gran frase que recuerdo de esos tiempos. Pensé que era la única a la que le pasaba. Y me fui dando cuenta de que capaz puedo decir lo que piensan otras personas. Lo empecé a sentir en ese momento y en otros espacios, ya fuera en mi blog o en mi libro después, o en la radio. Sí siento que digo cosas que pienso y de repente me doy cuenta de que quizás había otra gente que también lo pensaba y no había encontrado las palabras, o capaz tampoco tenía un micrófono adelante.
¿Cuáles son los temas que sentís que representás?
Siempre me gustó hablar mucho de las relaciones, quizá por una infancia y una adolescencia siempre consumiendo muchas novelas y cosas alrededor de los vínculos. Quizás haya un momento de quiebre donde uno entiende la diferencia entre la vida real y todas esas series y pelis que veíamos y ahí puse el ojo. Dije: “Esto no lo cuentan en las pelis”. Este lado B que no está tan bueno, pero desde el humor casi siempre. Quizá cuando tenía 17 años me encontré sorprendida y dije: “Está bueno contarlo”. No sé si fui tan consciente, pero sentí que estaba descubriendo algo nuevo, este mundo de las relaciones no está tan bueno y es así. Hoy en día hablo mucho de cosas de mi familia, de la vida cotidiana. Eso es un gran espacio para mí. Siento que es infinito, que no se acaba y que uno está todo el tiempo investigándolo y aprendiéndolo, porque, básicamente, es la vida. Siento que soy bastante observadora, del afuera y de mí misma. De cómo siento las cosas, de qué me pasa, entro, hurgo y busco el porqué. Me estoy mirando todo el tiempo y a partir de ahí armo pequeñas teorías y quizás hay otras personas a las que también les pasa.
¿Hay un tobogán entre lo que te pasa y lo que decís al aire?
Depende. En la radio me pasaba una especie de tobogán. Una tiene un cierto filtro, ha crecido.
¿Tenés un filtro de verdad? ¡No te creemos!
Creeme que sí. Trato de que sea lo más tobogán posible y siento que podría ser ciento por ciento tobogán si todos fuésemos más tolerantes. Porque, en realidad, no tengo ideas malas ni lastimo a nadie. Pero no es tan así, la gente tiene cierta intolerancia muchas veces. Hay gente a la que le puede caer mal por vivencias propias, entonces a veces me evito problemas y freno un poco ese tobogán, pero soy más tobogán que otra cosa. Me pasaba el otro día con algo que tuiteé. A veces digo “esto no está mal, no estoy molestando a nadie”, pero hay gente que se lo puede tomar de esta o aquella manera. ¿Qué hacés, Nati, lo tuiteás igual? Y siempre me gana el sí y después termina pasando que me bardean y digo “pero ¡si yo sabía!”. Pero no me quiero entregar a bajarme de cosas que no estoy jodiendo a nadie porque después se arme algo...
Y en el después, ¿te golpea esa repercusión? ¿O te resbala?
Sí, cuando es muy masivo sí. Yo trato de entender cada vez más que eso no tiene que ver conmigo. Que esa gente no me conoce, no está hablando de mí, está hablando de algo que yo dije. Que se lo tomó de una manera que se la quiere tomar así. Pero bueno, sirve mucho dejar de estar tan encima del celular en esos momentos. Si te están bardeando, y estás mirando el celular todo el tiempo, parece que la única verdad es esa. Y en realidad, son un par de personas que hicieron un poco de ruido, tuvieron retuits, pero no es la vida real. Siempre me sirve separar un poco, volver a mis cosas, a mi gente y a lo que estoy haciendo. Tengo un momento cada vez que pasa eso en el que digo: “¡Ah, eso no es todo!”.
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“Siento que soy muy observadora, del afuera y de mí misma. De cómo siento las cosas, de qué me pasa, entro, hurgo y busco el porqué. Me miro todo el tiempo”.
Pero por momentos te afecta, porque es tu laburo también...
Sí, y a veces la agresión es tan fuerte que por un momento creés que es eso la verdad. Después trato de desconectarme, trato de creerme menos importante. Yo te puedo decir que las últimas diez veces que me bardearon –porque son muchas–, te juro que las diez te las puedo explicar, no tengo maldad y no hubo nada tan grave en lo que dije. Pudo haber algún error, puede haber habido un chiste que no se entendió. Por un lado, te contás eso, y por el otro, agarrás el celular y sentís: “Todo el mundo me odia”, después decís: “Esto no es la vida real”. Es un montón. También hay algo de impotencia porque se va generando una conversación, que no la podés frenar. El otro día decía: “Es como que vos estás preso en una mentira, tenés la llave que es tu verdad, pero no la podés usar”. El que te quiere bardear te va a seguir bardeando o ni lea tu respuesta. Siempre cuando sale algo lo ven millones de personas, pero tu respuesta la ven 15 o mil o dos mil. Bueno, reina, inhalá y exalá que en dos o tres días pasa.
¿Cuál recordás como la peor experiencia en redes?
Fue hace un par de años cuando salieron unos tuits míos de 2009, de cuando era adolescente, que no estaban bien, la verdad. Eran feos, políticamente incorrectos, bastante horribles. Yo era más chica. Ahí la pasé mal, fue en 2020 y lo sufrí bastante. Pedí disculpas en su momento y creo que fue la más justa de todas las que tuve. No tenía los mismos valores que ahora, era más pendeja de mierda, y segundo, era un contexto en el que todo el mundo tuiteaba esas cosas. Se decían en la tele. Poné un chiste que se estaba contando en Videomatch en ese momento...
Nadie resiste un archivo.
Totalmente. A mí me tocó eso en una oleada que les pasó a varios y un poco se bajó a tierra que no podemos mirar con los ojos de hoy cosas de hace diez años. Eso lo tuve siempre re claro. Y lo tengo claro hasta de cosas que me chocan a mí de otras personas. Cuando salen cosas de la tele de hace 15 años y la gente se horroriza, yo digo: “Loco, fue hace 15 años ¡basta!”. Preocupémonos por lo que pasa ahora. En ese momento, estábamos todos mirando y nadie decía nada. No culpemos al que habló, sino a todos los que mirábamos y lo dejamos pasar. Éramos todos parte de lo mismo. Por eso no señalo esas cosas, así como no señalo hoy en día a alguien más grande con una mente más retrógrada. Las cosas cambiaron muy rápido a nivel ideológico.
Siendo la voz de una generación que tuvo que sacar un montón de tabúes, un tabú del que se empezó a hablar más es el de la salud mental, ¿te pega a vos de alguna manera?
Yo le doy mucha entidad en mi vida. Voy al psicólogo, me parece muy importante. No siempre estoy re arriba. Tuve épocas en las que no estaba tan bien, sin nada grave. Para mí es muy importante hablar y blanquear que uno no está todo el tiempo bien. También tengo unas rachas de mierda. A mí me parece re importante, y desde mi lugar, blanquear que está bien no estar bien. Y hay maneras de transitarlo. No creo ser de esas personas que tiene que aclarar “mi vida no es perfecta como creen”, porque es obvio. Yo soy bastante transparente y cuento las malas.
¿Usás tus redes para visibilizar que no estás siempre arriba?
Hago un mix. No siempre que estoy triste lo pongo. A veces te da un poco de cosa abrirte tanto porque, al fin de cuentas, cuando estás triste, estás triste de verdad. A veces convertir esa tristeza, angustia o lo que sea en un texto, un concepto, es como transformar un sentimiento negativo en algo para decir y está buenísimo. Me cambia el mood. Yo estaba re mal, escribí un texto, me gustó cómo quedó y lo subo. Y me responden: “Ay, me re pasa”, “qué lindo”, y es como que ya cambié de órbita. Pasé de angustia a comunicación. A mí eso me revitaliza.
¿Y qué observás hoy que les está pasando a las personas de tu generación con respecto a los vínculos?
Creo que hay una sensación de infinitud de posibilidades, porque en Instagram tenés un montón y si no, tenés las aplicaciones. Entonces, al haber tantas opciones para vincularse, uno se termina quedando un poquito en el molde porque sabés que tenés la opción. Siento que hay menos acción y no hablo particularmente del sexo. Sino de llegar a los hechos, los encuentros, hay menos que antes. Vos sabés que podés, entonces capaz lo pateás. “Puedo ver a este, bueno, cuando tenga ganas lo veo”. Ya te quedás con eso y con que hay una cosita que no te gusta y te fijás otro porque tenés Instagram, tenés Tinder, etc. Cuando enseguida algo no me gusta, lo doy de baja. No hay ni siquiera profundización de conocer un poquito más. Veo poco encuentro. También pienso en mí y me hago cargo. Salgo con un pibe una o dos veces y si algo me hizo un poquito de ruido, de manera inconsciente, me empiezo a bajar porque ya va a aparecer otro que me guste, prontamente, entre las redes, la vida.
¿También hay algo de “me merezco más”? Este mensaje que hace que pongas la vara más alta y que antes quizás era todo lo contario.
Puede ser. Igual yo, ante la duda, pienso que todavía nos lo tenemos que creer. Siento que el amor propio está instalado más como discurso que como realidad. Siento que parte de creérselo es decirlo, a algunos les saldrá mejor, pero no sé hasta qué punto está interiorizado. A mí también me gusta hablar de eso, “bueno, me quiero, pero hasta ahí”. Y también lo digo porque no me resulta genuino a mí y me parece exagerado y lo veo lejano. Hay días que me quiero y días que no, esto me gustaría mejorarlo. Blanquearlo de verdad. Yo de verdad me quiero, pero tampoco es que me amo. Tengo momentos, hay otros días que me quiero meter un bife.
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Como tenés tu hashtag #mecreomil, es un poco decírtelo.
Es una intención. Es un momento. Hay un momento en que me creo mil y otro cero y otro 520 mil. Al menos, en mí, no es constante y no creo que en otro lo sea. Me parecería raro alguien que se crea mil todo el tiempo. De base está confundido, nadie es mil todo el tiempo.
Y en los momentos en que te creés cero, ¿cómo salís de ahí?
Supongo que me distraigo. En los momentos en que me creo cero en algo puntual, me caigo un poco del bocho y me distraigo con...
¡Instagram!
¡Con likes! (Risas). Bueno, ojo, por momentos yo pensaba: “Estoy media bajón, voy a subir una foto en la que salí linda a ver si con unos likes levantamos”. No, pero creo que me distraigo. Me pongo algo en la tele, veo a mis amigos, eso. Otra vez..., ¿cuál es la vida real? ¿Esto en lo que me caí o hay todas estas otras cosas bien? Hago buenos vínculos, me llevo bien, es poner la cabeza en otro lado y cuando volvés a ese mismo tema, ves desde otra óptica que te habías caído del bocho por demás.
¿Las redes sirven para el levante? ¿Tuviste vínculos de ahí?
No sé si mis vínculos más fructíferos han empezado en las redes, pero sí sirven para el levante. Hablo de mi caso, no me hablo con 30 mil chabones; de hecho, me estoy hablando con cero en este momento. Probablemente de 20 charlas, capaz salís con uno. Sí hay levante, pero se habla mucho más de lo que se lleva a cabo.
¿Sentís que hay una nueva soltería? Para las que estamos en pareja hace tiempo, estar soltera se ve re bueno.
Para mí no es ni un cuento ni el otro. Yo estoy soltera, tengo 28 años y me siento en un momento muy pleno de mi vida. Estoy muy contenta, hago todo lo que quiero, me levanto con una sensación de “¡otro día para ser feliz!”. Me levanto con ganas de todas las cosas que puedo hacer por mi libertad. Ahora, estuve en pareja y para mí fue hermoso. Y la soltería tiene momentos más traumáticos como un domingo lluvioso, por ejemplo. No, mentira, no siempre... Pero hay momentos en los que te sentís sola. También hay momentos en que te podés sentir sola estando en pareja. Creo que está muy bueno estar soltero hoy en día. Hay algo del discurso del amor propio que nos ha penetrado porque yo me veo feliz y a mis amigas también.
Otro rollo que solemos tener las mujeres es la relación con nuestro cuerpo. ¿Qué aprendiste para que eso sea parte del amor propio?
Sí. Siento que es un aprendizaje que le falta, que no sé si concretará algún día. Pero a mí me ayudó mucho todo el entorno. Cada vez veo más otro tipo de contenido que a mí me empodera porque veo cuerpos muy distintos de los que en una época se hablaban como “lindos” o “correctos”. Veo cuerpos muy distintos a esos, muy empoderados, muy orgullosos, muy plantados, y los veo hermosos. A mí me hizo muy bien eso. Yo con mi cuerpo tengo un vínculo buena onda, siento que por momentos lo quiero, por momentos no. Siento que es hegemónico, pero también no me reconozco un cuerpo de una modelo. Y me gusta también mostrar, a veces, mis inseguridades por dos motivos. El primero, porque me parece que les hace muy bien a otras personas ver a alguien mostrando “ciertos defectos”, como a mí me hizo tan bien ver en otras ciertas cosas como puede ser la celulitis o diez mil cosas más. Siento que es un círculo que se arma. Y por otro lado, me hago cargo, es como “bueno, soy insegura, lo primero que voy a mostrar es esto”. Es como abrir el paraguas. Yo tengo estrías en las tetas, porque me crecieron muy de repente cuando era adolescente. Durante mucho tiempo me dieron mucha inseguridad. Tenía 15 años y usaba bikinis rarísimas que me taparan todo para que no se me vieran. Con el tiempo empecé a entender que muchas personas las tenían. Dije: “Ah, bueno, pará, esto es re normal”. Me empecé a amigar. Un día te hacés la loca y ponés algo de las estrías en Twitter como si no te importara, pero un poco te importó. Después lo empezás a hablar y ya lo normalizás, lo hablé en la radio, pim pum pam. Pero bueno, un día subí una historia en bikini, alguien me pone algo de las estrías y a mí me hincha las bolas. Pero ¿qué hago? En vez de ponerme mal, agarro la respuesta de esa persona y la expongo. No por escracharlo, sino por “miren lo que me dice”. Un montón de chicas me respondieron.
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“Siento que el amor propio está instalado más como discurso que como realidad. Hay días que me quiero y también días en los que me quiero meter un bife”.
Ahí es donde está el aporte más grande.
Yo no me puedo hacer la que no me importan las exigencias de la sociedad con el cuerpo. Un poco me importa y me siento víctima. No es que me liberé, para nada. Me encantaría poder decir “amo mi cuerpo y todos los cuerpos”. Yo tengo mis enrosques.
¿Y cómo está la soltería en los varones?
Siento que el chabón está un paso más relajado que la mujer. A mí me pasa a veces que me hablo con un pibe y digo “¿cuándo nos vemos?”. Patean. Patean más que yo todavía, por esto que te digo de tener tantas opciones. También ellos están recién pasados por el cambio de la mujer que siempre decía que “no” a la mujer que dice que “sí”, ahora ellos dicen “tenemos un montón de opciones, ¡aprovechémoslas!”. Seleccionan mucho, eso siento. Antes el hombre la tenía que remar un montón para salir con una y después de no sé cuánto tener relaciones sexuales. Hoy está mucho más fácil la cosa. La mujer siempre pudo elegir.
Vos decís que hoy la mujer dice más que sí... ¿a qué?
Sí a salir y a tener relaciones sexuales. Antes quizás estaba mal visto.
O estaba esa idea de decir que no para hacerte la “difícil”...
O capaz ni querías de verdad. O te implantaste la idea de que para estar con alguien te tenías que ver cinco veces. Ahora se adelantó mucho. Podés querer o no querer y no tenés un chip previo de lo que deberías hacer o qué van a decir. Yo te hablo del mundo que yo curto.
En lo laboral, ¿por lo general sos más segura o te sale el famoso síndrome del impostor?
Tengo de las dos cosas. Mi psicóloga dice que una viene con la otra. Una cuando es insegura, también por momentos se cree mil como para callar esa inseguridad. Tengo momentos en que siento que la rompí y momentos en los que digo que estuve fatal. No tengo grises. Lo que pasa es que el “pésimo” mío es que salió “regular”. Yo siento que cuando algo sale neutro, está mal. Pienso que cuando alguien me contrata para algo, es porque dice “esta piba la va a romper”, no “esta piba va a aprobar con seis”. Es una autoexigencia mía. Si solo cumplí, está mal.
¿Empezaste a tener esa sensación en Luzu TV?
En Luzu empecé agarrando porque sí, después empecé a sentir que la rompíamos y me empecé a sentir muy bien yo. Con muy buena respuesta de la gente que nos escuchaba, eso fue muy hermoso, es de lo mejor que me llevo, además de ver a Argentina campeón del mundo. Y después sentí que se me espaciaban más los momentos brillantes míos. Sentía que tenía momentos copados, pero que se hacían esperar cada vez más. Me sentía demasiado cómoda, me hubiera encantado quedarme, pero estar cómoda no sé si es para este momento de mi vida. Cuando tenga 50 años, capaz sí quiera estar cómoda, 40 capaz también, ahora tengo 28 y no sé si quiero estar cómoda, o al menos no estirar la comodidad. Me empecé a sentir demasiado a gusto, quieta, y me la jugué.
¿Y cómo es el “después”? Este vacío donde tenés todo por delante...
Los primeros días sentí como un salto al infinito. Me imaginé que un director de Hollywood me pedía para una película, porque ahora puedo, infinitud... Imaginate, me fui a la Antártida. ¿Podés ir a la Antártida de sábado a miércoles? Sí. Me sentí infinita, pero siento que la infinitud se va achicando, aparte no viene el director de Hollywood. Y una empieza a tener ciertas opciones. Por suerte tuve bastantes, eso me puso muy contenta, poder elegir. Es un mimo para el trabajo hecho. Pasaron dos o tres meses, sigo laburando para cosas en mis redes, pero, obviamente, una tiene más tiempo libre que al principio está buenísimo y después de un mes... me da mucha data. Así que estoy en vías de arrancar algo nuevo porque me gusta trabajar. Bueno, más o menos, pero hay que trabajar.
¿Se puede contar lo que se viene?
Todavía no, pero estoy muy contenta y ojalá me acompañe la gente.
¿Por qué lado va? ¿Por el lado del streaming o la tele?
Tiene que ver con el streaming. La verdad es que a mí la tele me encanta, mucho. Pero hoy me da un poco de miedo. Siento que en otro momento me tiraba de cabeza a cualquier cosa de tele que me hubiesen ofrecido. Y hoy –por suerte y agradezco– me han llamado de varias cosas de tele, pero estoy más dudosa. Quiero prestar más atención a ver a qué. Pero hoy siento que va más para el lado del streaming.
Te debe pasar la abstinencia de streamiar todo lo que te pasa.
Sí, a veces me anoto cosas para cuando tenga un micrófono adelante. Cuando dejé Luzu hacía el chiste de “me voy a llenar de nuevas historias y vuelvo”. Lo que pasa es que la gente que te sigue es muy fiel, te escucha siempre. Y me pasa que después voy a una entrevista en otro lado y veo en los comentarios “ya sabíamos esa historia...”. Porque cuando una cuenta tanto de su vida, obvio que te vas a repetir. Extraño bastante tener un micrófono adelante. Tengo ganas de volver.
¿Cuál es para vos el arte de escuchar? ¿Qué hay que tener para escuchar de manera genuina?
Creo que la curiosidad orgánica propia. Como trabajo de hablar, en la vida real me gusta mucho preguntar al otro. Capaz me pongo en modo entrevistadora y es también mi trabajo. Estoy a veces un poco cansada de hablar yo y de mí, aunque no parezca. Me gusta mucho detenerme en el otro, ahondando en cosas muy particulares que capaz no me las puede dar otra persona. Es eso, encontrar lo particular que el otro tiene para decir y despertar tu interés genuino. Si todos ponemos diez segundos en la otra persona, entramos. Creo que es muy importante la escucha, desde la observación. Suelo estar muy atenta para encontrar ese match conmigo. •
MAQUILLÓ Y PEINÓ VERO FOX. AGRADECEMOS A VIOLE RIBOTTA POR SU COLABORACIÓN EN ESTA NOTA.