Generá tu #Movidafeliz y hacé foco en lo bueno
Convertite en una happiness planner, organizá tu “ahora” y lográ una felicidad sustentable poniendo el foco en lo bueno.
24 de septiembre de 2014 • 10:39
Créditos: Lucas Engel. Arte de Ana Pagani. Realización de Diego A. Martínez (DAM). Estilismo de Josefina River
En el fondo, es lo que todas queremos para nuestras vidas. Y últimamente, es de lo que se está hablando. Sí, la felicidad se puso un poco de moda. Científicos y académicos la estudian, los gurúes de las más diversas disciplinas la enarbolan como una bandera, e incluso el mismísimo papa Francisco dio a conocer hace poco un decálogo de claves para alcanzarla. ¿Cómo ser más felices? ¿Por qué, de repente, se gesta una especie de "movida feliz" y se habla tanto del tema? Como humanos, estamos diseñados para sobrevivir, pero hoy el foco está puesto en el "cómo". Y desde que la ciencia se puso a investigar cómo se logra "lo bueno" en nuestro cerebro –las emociones positivas, por ejemplo–, es posible pensarla y entenderla desde otro lugar. Ya no como ese concepto abstracto, lejano, casi inasible, que podríamos llamar "felicidad evitativa", porque es un escenario que armamos en nuestra mente en donde todo lo que nos molesta, duele o falta deja de existir, una especie de Disney ilusorio pero imposible de hacer realidad, porque no podemos instalarnos en ese territorio todo el tiempo.
¿De qué felicidad hablamos?
La felicidad de la que queremos hablar hoy es otra. Más valiente y responsable. Que se apoya en conceptos sólidos y muy prácticos. Que no necesita grandes epopeyas, porque se vivencia en las cosas más simples y chiquitas de la vida. El gran descubrimiento es que para ser feliz –aunque suene raro– hay que organizarse. Darle un lugar en tu grilla mental a lo que ya tenés o sos, y también a lo que deseás o querés cambiar, para que tu habilidad multitasking no te prive del presente. Por eso, no es una organización enfocada solamente en el logro y la acción –o sea que no se apoya solamente en lo que hay que hacer para conseguir lo que te está faltando–, sino otra bien distinta que se comprometa a habitar esos momentos de "mientras tanto". Seguro conocés la sensación que te invade cuando sentís que no estás haciendo nada, que el tiempo corre y que vos simplemente estás "desperdiciándolo", como si lo único que valiera fuera la acción con un propósito. La propuesta pasa por tomar conciencia y registro de que esa sensación ambiciosa e ilusoria nos está matando la felicidad de hoy, de lo que sí ya somos y tenemos –incluso ahora mismo, ¿pensaste que quizás estar leyendo OHLALÁ! y disfrutar de un momento de lectura para vos puede ser una porción de tu felicidad diaria?–.
Hay una frase de William Morris que resume sintéticamente el espíritu de lo que queremos transmitir: "El verdadero secreto de la felicidad reside en tener un interés genuino en todos los detalles de la vida cotidiana". Vamos hacia ahí, hacia los encuentros reales con la vida y con las personas que nos rodean. Vamos hacia una felicidad más cerca de la experiencia, con más contacto y compromiso. De eso se trata "el juego de la vida".
Porque, en definitiva, solo sos feliz cuando notás que sos feliz. Y eso está en tus manos.
Convertite en una happiness planner
Créditos: Lucas Engel. Arte de Ana Pagani. Realización de Diego A. Martínez (DAM). Estilismo de Josefina River
La felicidad no se compra ni tampoco hay recetas para lograrla, sino que es un estado que nace de tus propias acciones. Tampoco depende del día que tengas ni de cómo los demás te traten, sino que tiene que ver con los hábitos que empieces a incorporar en tu vida cotidiana. Para construir una vida bien vivida y cultivar la felicidad, hay que prestarle especial atención al "aquí y ahora". Repetirte como un mantra: "Estoy haciendo lo mejor que puedo hacer hoy". No vayas a lo grande, andá a lo chiquito: a tu casa, a las rutinas que hacés todos los días, a tus objetos cotidianos, a tus vínculos cercanos. Eso es lo que vas a necesitar para empezar a "microorganizar tu ahora". Acá van algunos conceptos clave:
1) CONECTATE CON LO BUENO: la cantidad poco tiene que ver con la conexión. Tener mucho –de cualquier cosa, no solo lo material– no te asegura que vayas a sentirte más plena. Ejemplos sobran: cuántas veces organizaste una megafiesta de cumpleaños, invitaste a tooodo el mundo y te quedó una sensación de que realmente querías estar con solo tres o cuatro personas de esa lista, las que de verdad te importaban. O que llenaste tu agenda de actividades, una atrás de la otra, pero solo sentiste que estabas ahí en la mitad. El resto lo hiciste "por hacer nomás". Lo mismo que pasa con los vínculos o con tu agenda puede pasarte con los objetos de tu casa, con la ropa de tu placard, con los alimentos que comés, con las actividades que elegís hacer. Con todo, básicamente. Gretchen Rubin, en su libro Happier at Home, lo resume en pocas palabras: "Cuando siento conexión con mis posesiones, me siento más viva, energizada por ellas. Y cuando me siento desconectada, me siento pesada. Porque tenía cosas que no quería o no necesitaba. Y empecé a sentir que podría sentirme más feliz con menos. Porque no era la cantidad de cosas que tenía, sino la conexión que tenía con esas cosas". Estar realmente comprometida y elegir conscientemente lo que nos rodea –desde una amiga o una pareja hasta los muebles que querés que estén en tu casa– nos va a hacer sentir con una vitalidad inusitada. Por el contrario, hay que hacer el ejercicio opuesto, tratar de deshacerte de todo aquello con lo que ya no te conectás. Que sentís que no tiene que ver con vos. Porque quiere decir que no lo necesitás.
2) ELEGÍ LOS AMBIENTES EN QUE TE MOVÉS: te habrá pasado alguna vez de entrar a algún lugar y percibir que hay una atmósfera que te hace sentir bien inmediatamente. O, por el contrario, tener ganas de huir de un lugar porque es denso, porque hay algo del espacio que no te cierra, o que hasta te hace doler la cabeza. Muchas veces creemos que el ambiente es inocuo, pero los estudios científicos demuestran lo contrario. Somos muy sensibles a los espacios donde nos movemos, por eso es importante elegirlos y cuidarlos con conciencia. Organizar tu ambiente –tu casa, por ejemplo– te hace bien. Hábitos como limpiar, ordenar placares y hasta cambiar los muebles de lugar cada tanto nos traen un aire nuevo. No es lo mismo trabajar en un escritorio despejado, ordenado o lleno de fotos o imágenes que nos ponen contentas que hacerlo en un cubículo sin luz, desordenado o sucio. A veces, pequeños cambios hacen la diferencia. Pero además del físico, el ambiente también aplica a los círculos de personas y vínculos. Volvete cuidadosa a la hora de elegir tus compañías, porque es uno de los pilares desde donde se cultiva la felicidad. Pasá tiempo con ellos, invertí en esas relaciones. Por el contrario, evitá a esas personas que son tóxicas para vos o que te quitan la energía de vivir. Vos sabés exactamente quiénes son. OK, sabemos que no siempre se puede evitarlas. En los casos en que no puedas zafar, armate dentro de vos la sensación de que sos una heroína y que vas a poder sortear el contacto con esa persona. Es casi una ley: para ser felices, tenemos que facilitarnos los espacios y las compañías que están en sintonía con nuestro modo de estar en el mundo. Por ejemplo, si de repente elegiste ser vegetariana pero seguís frecuentando todos los fines de semana a un grupo de amigos que ante cada asado te insisten o boicotean tu elección, quizá tengas que hacerte a un lado. O proponer encuentros en los que tu elección no esté puesta en juego.
3) ADAPTATE AL ENTORNO: para sentirnos felices, es importante encontrar el balance justo entre los momentos en que nos sentimos protagonistas y esos otros en los que somos parte de proyectos más grandes y grupales. Hay una imagen que lo resume: hay tiempo para ser "cola de león" y tiempos para ser "cabeza de ratón". Lo primero te da pertenencia y lo segundo te conecta con tus propias ganas, tus deseos más personales y la sensación de que no te estás postergando. Si una trata de "luchar" con el entorno, termina pasándola mal. Por otra parte, también tené en cuenta que ese entorno puede moldearse, que podés negociar siempre y cuando estés dispuesta a poner vos primero eso que querés que haya: si buscás reconocimiento de un superior en tu trabajo, también sabé reconocer qué es lo que esa persona le aportó a tu crecimiento. O si querés que en tu pareja haya más compromiso o diálogo, primero fomentalo vos, y vas a ver que enseguida eso vuelve.
4) CULTIVÁ HÁBITOS SALUDABLES: puede ser despertarte cinco minutos antes de que suene el despertador, solo para desperezarte y darte el lujo de hacer fiaca un ratito. Puede ser pasar por delante de un árbol que te encanta cada vez que llegás a tu trabajo y dedicarle un momento para contemplarlo. Puede ser leer, meditar, salir a caminar, andar en bici, ayudar a otros, jugar con tu perro o lo que se te ocurra. Los hábitos son herramientas poderosísimas, porque te dan poder, te disciplinan y no te insumen mucho gasto de energía mental –casi que los hacemos en piloto automático, porque el cerebro no usa los lóbulos prefrontales, los de la atención–. Arrancá por hacer una lista de todas las cosas que te hacen feliz, o que disfrutás hacer. Para empezar a ponerlas en acción, quizá tengas que elegir solo una o dos actividades y tratar de incorporarlas de a poco, como si fuera un botiquín de rescate. Así, sumando hábitos chiquitos (¿te acordás de la teoría fractal?), vas a ir experimentando una mayor sensación de conexión con lo que te hace bien. Ojo, también vale hacer la antilista, esa con las cosas que no te hacen feliz, para ir eliminándolas progresivamente.
5) TOMÁ DECISIONES: hay algunos que dicen que la felicidad es una decisión. Bueno, algo de eso hay. Porque hay que elegir conscientemente qué es lo que vas a cuidar y qué es aquello que ya no te importa tanto. No podés andar "regateando" la felicidad; hay que tener en claro que hay costos que se pagan. Si a vos te hace feliz llegar a desarrollarte profesionalmente, quizás el costo sea no disponer de tanto tiempo libre. O si tu felicidad llega bajo la forma de la maternidad, o de construir una pareja, probablemente no puedas salir todos los fines de semana como lo hacías hace un tiempo. Una elige, siempre. Y quizás esos costos te duelan cada vez que los tengas que pagar –por ejemplo, cada vez que tus amigas solteras organicen un plan y vos no puedas sumarte–. Siempre van a existir tentaciones o "desviaciones" de tu plan de vida, mucho más en esta era en la que hay tantos estímulos y se vuelve más difícil decidir. En esos momentos, revisá tu ecuación: ¿es más lo que gano que lo que pierdo? Si la respuesta es sí, estás tomando decisiones correctas. Por otra parte, pasá en limpio aquellas cosas que ya no te interesan. Respetá lo que sos y lo que tenés ganas de hacer; es preferible que no vayas a una reunión "a medias", porque seguramente salgas con una sensación de haber perdido el tiempo, cuando podías haberte conectado con uno de tus "hábitos felices". Y lo repetimos, si no podés zafar, es preferible aplicar la "técnica de la heroína" –"¡mirá qué genia que soy que me banco esta!"– antes que ponerte en un lugar de "víctima" –"uf, vine porque me obligaron"–.
6) FOCALIZÁ EN LO QUE HAY: hay situaciones que no son las ideales. Hay personas que no son como quisiéramos que fueran. O hay realidades que distan demasiado de la idea de felicidad. El mundo no es perfecto y lo sabemos, pero aun así podemos rescatar algo positivo de cada situación. Este es otro de los hábitos para practicar con todo lo que nos rodea. El ejercicio es evitar irse a la crítica enseguida –aunque eso es lo que va a intentar hacer nuestra mente– y apagar a nuestra evaluadora interna, que si funciona el 100% del tiempo nos desconecta del amor, de la simplicidad y la belleza de todos los días. Acordate: la gratitud trae felicidad. Mirá a tu alrededor ya mismo. Podés ver lo que no hay o lo que falta. O podés elegir ver lo que hay. Y celebrarlo. Podés levantarte cada mañana y pensar: "Qué bajón, madrugar tanto para ir a trabajar, encima en algo que no disfruto". Muy distinto es despertarte y decir: "Qué lindo día de sol, qué bendición tener un trabajo y tener la chance de vivir un día más". Cambia el panorama, ¿no?
La felicidad está ahí, al alcance de tu mano. Ya la tenés. No tenés que cambiar. Solo necesitas verla. Sacarle el velo opaco de lo cotidiano y aprender a saborear la vida. Y sí, vas a ver que es tan linda y divertida como un juego.
¡Practicá!
Créditos: Lucas Engel. Arte de Ana Pagani. Realización de Diego A. Martínez (DAM). Estilismo de Josefina River
Al sumar registro y conciencia a tus días, de a poco vas a identificar miles de fuentes de felicidad cotidianas. Con ellas, intentá armar una especie de ritual privado y chiquito. Llamémoslo caprichosamente la "lista de las tres cosas buenas". ¿En qué consiste? Todos los días, buscá tres cosas (¡solo tres, no te cuesta nada!) que te hayan hecho feliz ese día, o cosas por las que estás agradecida. Nada es insignificante. Vale todo. "El sol me daba en la cara hoy mientras iba en bici", "pude hablar con una amiga por teléfono y decirle lo importante que es para mí", "cociné una receta nueva... ¡y me salió buenísima!". Cada anochecer, cuando termines tu día, contáselo a alguien. Puede ser incluso un lindo momento para compartir con tu pareja, con tu familia, e incluso es un hermoso hábito para enseñarles a tus hijos. Si no te animás, escribí la lista en tu agenda, como si fuera una más de tus obligaciones. Si cada día de tu año encontrás tres motivos para estar agradecida o para sentirte bien, el balance no está nada mal: ¡son más de 1000 razones en un año!
Resoluciones para ser feliz
Gretchen Rubin, la autora de Proyecto Felicidad y Happier at Home, creó su propio sistema para registrar la felicidad presente en su vida según el mes.
SEPTIEMBRE (posesiones): armar un altar en casa y cultivarlo.
OCTUBRE (matrimonio): besar a nuestra pareja cada mañana y noche.
NOVIEMBRE (crianza): planear aventuras y darles cálidas bienvenidas y despedidas a los hijos.
DICIEMBRE (autoconocimiento): despegarse de "personas sanguijuelas" y abandonar el autocontrol.
ENERO (tiempo): sufrir solo por quince minutos y custodiar el tiempo libre de mis hijos.
FEBRERO (ambiente): adoptar buenos aromas y celebrar los desayunos del fin de semana.
MARZO (familia): tener una conversación difícil con mis padres, planear una pequeña sorpresa y colaborar con mis hermanos.
ABRIL (comunidad): practicar actos de amabilidad espontáneos.
MAYO (presente): tener conciencia del "ahora".
¿Te animás a encarar tu propia #Movidafeliz? Contanos qué cosas te plenifican.
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