¿Hay vida después de la muerte?
¿Por qué debería haber algo "más" cuando llega el fin?, se pregunta nuestro columnista y reflexiona junto a un grupo de amigos sobre las posibles alternativas.
17 de mayo de 2015
Créditos: Corbis
¿Qué viene después de la muerte? Sí, en una cena de amigos se habló de lo de siempre: la vida en general, la vida de cada uno, las mujeres de cada uno, los hijos de cada uno, la aventura sexual de alguno, el paso del tiempo, las lesiones que tenemos ahora a los 40 cuando jugamos al fútbol. Los problemas de todos. Se habló de política, de la grieta, del torneo de 30 equipos, de la Champions League, de House of Cards, de Mad Men, de Louis C. K. De los trabajos de cada uno. De lo que estábamos comiendo en ese momento. Hasta que alguien preguntó: "¿Qué viene después de la muerte?". Primero, silencio. Ojo, no digo que venga silencio después de la muerte. Lo que quiero contar es que hubo un silencio luego de la pregunta, como si estudiáramos si la pregunta era de verdad o no.
"¿Sabés qué viene después de la muerte? Esta", contestó el primer gracioso. "Tu vieja viene", dijo otro. "Mirá lo que viene", dijo un tercero, y le lanzó un pan que ya se iba poniendo duro. "Después de la muerte nos vamos al cielo si nos portamos bien y al infierno si hacemos las cosas mal", dijo el religioso con una seguridad envidiable. Las certezas y las definiciones tranquilizan, y por supuesto que esa noche el que iba a dormir más tranquilo era el creyente. "Para mí, se termina; no hay nada más, esto es todo", dijo otro, y recibió un adolescente abucheo y decenas de servilletas, migas y cucharitas en forma de misiles de parte de todos.
Aunque algunos estuvieron de acuerdo. "¿Por qué debería haber más?". "Porque sí, algo más tiene que pasar, no puede ser, la vida está buena, pero es como si le faltara un rulito". "¿Y te parece que el rulito no lo vamos a conocer en esta vida y queda como una intriga para después de la muerte?". Por suerte, alguien acercó el helado y nos ocupamos de servir, de juntar las cucharitas que estaban en el piso y de tomar o comer, cada uno le dice como quiere a lo que se hace con el helado.
Duró poco el silencio. Alguien dijo: "Para mí, existe la reencarnación". Hasta ese momento, fue la teoría más festejada y con más repercusión. Todos sabían qué querían ser: "San Martín", dijo el primero. "Algún animal", dijo otro, y fue abucheado. "Yo reencarnaría en el próximo marido de tu mujer". Qué fácil es entretenerse o arrancar risas en un grupo de amigos que cena una noche por semana. Ya todos están preparados para reír. "¿Por qué suponen que la reencarnación está por venir y no que es lo que estamos viviendo ahora?". La mitad no entendió la pregunta. "Esta tal vez sea la segunda vida", insistió con su teoría, y todo el mundo entendió y quedó en silencio. "Ojalá que esta tenga una segunda vida", dijo monotemático y obsesivo con su miembro el mismo de siempre. Pero todos se ríen aunque no cause gracia y nadie se atreve a decirle que el comentario ya no tiene el mismo efecto.
"Cuando te morís, te vas a vivir al corazón de las personas que te quieren". Algunos aceptaron la teoría, les pareció bien. Otros le preguntaron al que la dijo si estaba leyendo a Coelho o algo así. "‘Te vas a vivir al corazón es una metáfora", dijo uno. "No, si vas a ir a vivir de verdad", contestó otro, y las risas aliviaron la situación. Casi todos se sirvieron un poco más de helado. "Para mí, después de la muerte pasa el 60 y te lleva al Tigre a pasear al Puerto de Frutos un domingo a las 7 de la tarde". "Eso si te portás mal, porque ese es el infierno", dijeron dos a la vez, y las carcajadas explotaron. Fue el principio del fin de la noche. Todos sabían que el encuentro estaba terminando y después vendría el momento de dormir, despertarse y empezar al otro día con la vida de siempre. •
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