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Historia de vida: "Me hice nómade por amor"

Agustina Macías (27) planeó un viaje de tres meses y desde hace dos años anda por el mundo. Conoció a un israelí y murió de amor. Se hizo profesora de yoga y ahora, junto con Amit, su pareja, practican el nomadismo como estilo de vida




Créditos: Mariana Eliano

"Llevé una mochila liviana"

Me fui de Buenos Aires el 5 de abril de 2012, después de un maratón de despedidas con amigas y familia. Llevé una mochila liviana, mi plan era recorrer Europa durante tres meses junto con mi amiga Gime. Pero, en el fondo, aunque no se lo dije a nadie, yo sabía que me iba a terminar quedando un poco más. Tenía un pasaje de ida y vuelta a España, lo había conseguido por 900 dólares ocho meses antes de partir. Había guardado ahorros en una billetera de Mickey desde que tomé la comunión. Por algún motivo, siempre guardé todo lo que me dieron, así que me las podía arreglar bien. Estaba angustiada, me quería escapar de todo. Una psicóloga me hubiera dicho que los problemas se suben con una al avión, pero, en mi caso, irme me cambió la vida.
Recién ahora, después de dos años, puedo ver claro lo que me impulsó a dejar todo acá. Toda mi vida había intentado ser lo que los demás esperaban: la alumna 10, la mejor ingeniera, la mejor hija, la mejor atleta, la novia del capitán de rugby del club, la más linda, la más flaca, me súper exigía con la comida... Cuando empecé a trabajar en Quilmes, hacía jornadas de 12 horas por día, y tenía el celular disponible los fines de semana. También salía mucho, tomaba, los viernes no dormía y los sábados me iba directo a jugar al hockey. Trataba de desconectarme, sentía que mi vida era chata. Y un poco lo era... porque no era mi vida, sino lo que creía que tenía que ser.

"ME SEPARÉ DE MI AMIGA Y experimenté realmente lo que eS estar sola"

Arrancamos por Europa, recorrimos los típicos países turísticos. Recién cuando llegamos a Turquía empecé a sentir un cambio. Me di cuenta de que Occidente y la forma de vida que conocía eran solo una parte del mundo y una posibilidad. Y entonces, cuando me separé de Gime porque ella volvió a Buenos Aires, fue cuando empecé a experimentar realmente lo que es estar sola. Recorrí Israel trabajando en hostels como voluntaria (lo hacía a cambio de un colchón y comida) y después me fui a una granja de cabras al norte, donde me dedicaba a empaquetar quesos. Me sentía bien, veía que podía arreglarme con poco, con nada. Un compañero de ese trabajo acababa de volver de la India, estaba fascinado y me decía que no podía perdérmelo, que yo tenía que ir. Me insistió tanto que me convenció y finalmente saqué un pasaje.

"En la India empezó todo"

Ya llevaba 5 meses de viaje, pero en la India empezó todo. Al principio, no fue un viaje espiritual. No creía en eso ni me interesaba... Estaba alucinada con lo simple que es la gente, con que todo fuera al revés de acá, tan caótico que nadie te mira ni te juzga. Sin embargo, cuando estás en la India, las palabras "meditar" y "yoga" empiezan a ser parte de tu sistema, y de a poco entran en tu vida. Para ese entonces, las capas se me iban cayendo. Ya me había deshecho de todo lo que había llevado: le regalé la netbook a un amigo israelí, perdí el iPod, me robaron la cámara de fotos y casi no tenía ropa. Con todo eso, se caían también las capas internas, las expectativas, las exigencias. Ahí nadie me preguntaba por mi pasado, entonces, mi otra yo se diluía frente a nuevas vivencias y personas.

"Durante meses, no me miré al espejo"

En la India no hay espejos, estuve meses sin mirarme. Cada tanto te ves en un reflejo o en fotos de Facebook. Yo me imaginaba fea, porque tenía el mismo pantalón y la misma remera siempre, no me lavaba el pelo con champú por muchos días ni me depilaba las cejas, porque no había espejos, y sin embargo, por primera vez, mucha gente me decía que era hermosa. Me fui dando cuenta de que mi belleza no respondía a lo que yo había creído siempre, a tener la cola más o menos parada, a tener dos kilos de más o menos, sino que respondía a mi interior, a cómo estaba yo. Mientras tanto, mis papás me mandaban mails que decían: "Agus, nos preguntan por vos y ya no sabemos qué decir", "¿Qué vas a hacer?" y "Por favor, volvé". Yo les respondía que estaba feliz y que simplemente explicaran eso, aunque todavía me sentía pesada, tenía una carga, una presión que no me dejaba disfrutar del todo. Para esa época, conocí a una anciana hermosa, con mucho poder, que hacía lecturas de aura. Fui a su casa y estuve varias horas con ella. Fue una sesión muy profunda y me hizo ver que gran parte de mi miedo radicaba en decepcionar a mi papá. ¿Viste cuando caen las fichas en el tragamonedas del casino? Así fue ese momento para mí: toda mi vida había estado tratando de satisfacerlo a él. Mi papá era mi modelo de vida feliz, y creía que ser como él era garantía de algo. Hasta que me di cuenta de que tenía que dejar de buscar vivir su vida y empezar a vivir la mía. Le mandé un mail muy fuerte, en el que le decía que me perdonara pero que necesitaba dejarlo ir, hacer lo que me hacía feliz a mí, y su respuesta fue generosa y humilde.
Ahí hice un clic, dejé de contestar a los mails de Quilmes con propuestas para volver, dejé de pensar en las posibilidades laborales que me esperarían a mi vuelta, en lo que pensarían en Buenos Aires, en todo. Respondía a los mails de mis amigas y mi familia cuando quería, ya no hacía tantos llamados, y le pedí a mi hermana que pusiera en venta mi Gol para juntar más plata. Dejé de sentir que tenía que tomar una decisión, mi viaje seguía.

Créditos: Mariana Eliano

"Conocí a Amit y no nos volvimos a separar"

El 21 de diciembre de 2012, a las 6 de la tarde, me cambió la vida por completo. Estaba en Gorkawa, una playa en la costa oeste de la India, recorriendo un mercado de artesanos, y un amigo me presentó a Amit. Fue una locura ese momento, sentí la conexión más grande de mi vida con una persona que no había visto jamás. Nos abrazamos y yo no podía parar de reírme, sentí literalmente que se me estaba abriendo el corazón. Desde ese día, no nos volvimos a separar.
Era un petiso, pelado y flacucho, pero me volvió loca ver a una persona tan relajada, positiva y que, sin conocernos, me hacía sentir segura. No segura porque trabajara, tuviera un auto o una familia divina, sino porque él me transmitía confianza. Por primera vez en mi vida, alguien me hacía sentir que podía equivocarme y él iba a estar al lado mío igual. Los primeros días no hablábamos mucho, pero nos abrazábamos y nos poníamos a llorar: los sentimientos salían y no entendíamos por qué.

"Dejé de ser una espectadora"

Amit venía de una historia diferente de la mía, pero había tenido la misma sensación de despertar que yo experimenté en la India. Él había dejado su país, Israel, apenas terminó el servicio militar, a los 22 años. Trabajó como técnico de computadoras para juntar plata y arrancó un viaje de 8 meses que terminó en la India. Ahí le pasó lo mismo que a mí, sintió que había despertado. Entonces, se fue a trabajar a Irlanda con un objetivo: quería juntar plata antes de cumplir los 30 para poder dejar de trabajar. Le fue bien, se iba todas las temporadas previas a la Navidad a vender un producto para chicos que fue furor. Así ahorró plata durante 8 años, hasta que cumplió su meta y se fue a la India.
Juntos, empezamos a recorrer. Él me contó que ya había conseguido la visa y que planeaba quedarse en la India por un tiempo. Me preguntó qué planes tenía yo, y no tenía ninguno, así que todo cerró. Amit me mostró ese otro mundo, un mundo en el que ya estaba, pero al que observaba de afuera. Me enseñó a vivirlo: me decía: "Instalémonos a vivir acá, vamos a la meditación, metámonos en este curso, conozcamos a este gurú". Ya no era una espectadora.

"Nos movemos con el clima y no tengo apego a nada"

Ahora somos nómades, nos movemos en función del clima, esquivamos el frío extremo y también el calor. Así vamos de un lugar a otro. Viajamos con una moto que nos deja teñidos de negro después de 15 o 24 horas de viaje por caminos de tierra y nos instalamos en comunidades donde compartimos la vida con otras familias. Muchas veces cocinamos pan para todos, ayudamos con el cuidado de los chicos y tenemos plantaciones de especias o árboles de frutas comunitarios, que usamos para preparar las comidas. Es un estilo de vida en el que el consumo no existe para nadie, nosotros simplemente gastamos plata en algunos víveres del mercado.
No tener una casa significa no tener apego a nada, ni siquiera tengo un perro del que ocuparme, entonces, nada de lo que tenemos es indispensable. No usamos heladera ni horno, comemos en el piso y con la mano. A veces nos encontramos en lugares donde no hay electricidad ni agua caliente, y la calentamos con gas.
Mis nuevas costumbres me ayudaron a valorar las cosas más simples, y gracias a que me di el tiempo para pensar, descubrí que tenía una pasión, el yoga, y me hice profesora. Ahora practico todos los días y doy clases a donde sea que viajemos. Con eso, me alcanza para vivir. Amit hace tratamientos de sanación, en los que trabaja con la energía del cuerpo para eliminar bloqueos mentales y físicos.

"Estoy afuera del sistema y le perdí el miedo al cambio"

Hay algo que traía desde siempre. A mí nunca me gustó ir al shopping ni tener celular. Ahora puedo decir que no lo quiero, sin que me resulte raro. La ropa me llega a través de amigos con los que me cruzo o porque la encuentro, pero no puedo ir a comprarla, no me gusta. Cuando vivía en la Argentina, iba los fines de semana a una villa miseria con un cura de mi barrio, y en verano misionaba en el norte, pero eso no me alcanzaba para estar tranquila con la desigualdad que vivía respecto de otra gente. Ahora siento que no contribuyo a ese sistema, porque estoy fuera. Le perdí el miedo al cambio, ya no me quiero aferrar a algo que me asegure la felicidad. En este momento de mi vida, estoy actuando sin red ni previsión, pero confío plenamente en que si lo hago con amor, todo va a salir bien. Descubrí y comprobé que vivir el ahora me permite encontrarme con sorpresas todo el tiempo.
Vos también podés dar a conocer tu testimonio. Escribí a contatuhistoria@revistaohlala.com

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