"En la pulseada, el más astuto es el que preserva su paz mental": una mirada conciliadora en la respuesta de Lali a Milei
En la respuesta que le dio ayer Lali Espósito a Javier Milei, encontramos algunas preguntas y reflexiones para poder pensar la libertad, las relaciones asimétricas de poder y cuál es un posible camino hacia la conciliación.
16 de febrero de 2024 • 14:17
Lali Espósito respondió a los ataques y acusaciones de Javier Milei. - Créditos: Getty
Entonces todo se vuelve una ensalada: la utilización de los fondos públicos, la expectativa de sacralización de una ciudadana, el abuso de poder, la respuesta pública de una artista al, ni más ni menos, presidente argentino. Entonces: ¿qué suena más fuerte?, ¿dónde posamos la atención cuando hay demasiado ruido?
Frente a cada conflicto en la vida, a mí siempre me sirve ordenar la información... debe ser por mi deformación profesional de editora. Lo primero que pienso es: ¿qué es importante para mí?, ¿qué me genera más quietud en los momentos de caos? En principio, la unidad. No es más inteligente ni más pillo el que responde con astucia para tener razón y meterte la tapa, sino el que tiene la capacidad de recibir el estímulo y convertirlo en mayor silencio y paz.
Nadie es un santo, pero cada uno de nosotros en alguna discusión tenemos la oportunidad de reducir nuestro ego y hacer un llamado a la verdad que nos hace sentido a todos: ojo por ojo, nos terminaremos quedando todos ciegos. En un conflicto nadie está impoluto, todos estamos manchados de sangre: con nuestras propias heridas, primero, y después con las que nos hicieron. A todos nos duele algo y a veces la excusa del dolor es más fuerte que el verdadero síntoma... y de seguro tiene mejor marketing. Tiene mejor viralización en redes.
Ahora, en esa pulseada, tendrá que haber alguien que se deje ganar, no porque se inmola, sino porque es tan astuto como para preservar su paz mental. Entonces, ¿de qué se aferra tu mente para seguir enojada? Esa pregunta nos cabe a todos. ¿Es Lali la responsable del desfinanciamiento del Estado, que lleva más de un siglo?, ¿no está en su derecho de pronunciarse políticamente? Y cuando lo hacemos, ¿nos tenemos que "bancar la pelusa del durazno"?, ¿las carencias de hoy avasallan cualquier sentido común o habilidad para generar una transformación?, ¿acaso no estamos todos de acuerdo de las necesidades esenciales?
Yo creo que cada pregunta tiene un sesgo y está bueno hacernos cargo de nuestros anteojos sucios y empañados y, al mismo tiempo, saber qué es inamovible, qué es verdad para nosotros. Creo que el aparato de Gobierno no debería nunca targetear a nadie, simplemente porque es un tanto dispar esa pelea. No digo que las intenciones no sean buenas, pero lo cierto es que para que la pureza de la acción se mantenga, como decían Los cuatro acuerdos de Miguel Angel Ruiz Macías, tenemos que ser impecables con la palabra, y ahí sí –de nuevo– por rango se le pide más a un presidente. ¿Creemos que la bestialidad arrasará con nuestros problemas?
Hemos comprobado en nuestra propia vida que la fuerza y la calma son necesarias. No es nunca a todo o nada, la vida va siendo, vamos encontrando los caminos y lo que sí sabemos es que de esta, como de todos los desafíos más difíciles, salimos juntos o muertos. De nosotros depende honrar la vida por sobre nuestras formas fijas y únicas, de nosotros –de cada uno–, no solo del presidente o de Lali–, porque siempre lo supimos, en vez de mirar afuera, hay que mirar lo propio, porque cuando sana uno, sanamos todos.
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