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Intensamente 2: cómo funciona la mente de un adolescente según la psicología

La psicóloga María Fernández Castaño, co-autora del libro Claroscuros de la maternidad, analiza el poder de las comparaciones en la adolescencia: algunas inspiradoras y otras desestructurantes.


Riley, la protagonista de Intensamente 2, atraviesa la adolescencia.

Riley, la protagonista de Intensamente 2, atraviesa la adolescencia. - Créditos: Pixar



Intensamente 2 nos introduce en el apasionante mundo de la adolescencia, cuando se produce un huracán de emociones que todavía no tienen suficiente regulación ni estabilidad. En esta etapa es crucial la consolidación de la identidad. 

Según Sigmund Freud en la vida anímica el otro cuenta como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo. La amistad es una adquisición tardía en el desarrollo psíquico.

En el mundo adolescente la amistad ocupa un lugar primordial. Lo que hacen o dicen los amigos y amigas puede afectar y resultar más significativo que los mensajes de los adultos. El grupo de pares adquiere relevancia justamente para dar fuerza, por un lado, a la tarea psíquica de desprendimiento de los padres hacia la independencia y, por otro, para consolidar la propia identidad a partir de un reordenamiento identificatorio. Se resignifica el mundo infantil, surgen nuevos vínculos, experiencias e identificaciones.

 

Las comparaciones se presentan en todas las etapas de la vida pero cobran especial importancia en la adolescencia por el papel que tienen los semejantes en la búsqueda de identidad. Luis Kancyper diferencia las comparaciones estructurantes o inspiradoras de las comparaciones desestructurantes o patogénicas que causan sufrimiento y violencia.
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- Las comparaciones inspiradoras permiten una identificación con aspectos de los otros que enriquecen la subjetividad así como la autoafirmación a partir del reconocimiento y aceptación de las diferencias con los demás. 

- En la adolescencia son frecuentes las comparaciones desestructurantes que ponen en evidencia la vulnerabilidad del sentido de sí mismo. Así vemos a Riley compararse con la nueva líder de la secundaria a quien idealiza y atribuye cualidades extraordinarias. En ese momento, Riley se ubica en un lugar inferior, desvalorizado y hace sobreesfuerzos para cumplir con lo que ella misma cree que la hará pertenecer al grupo de las populares. Se tiñe el pelo de rojo para ser como ellas e imita sus actitudes dominada por la envidia.

 

Surgen la vergüenza y el sentimiento de insuficiencia (“Im not good enough”: no soy suficiente”) que acrecienta su ansiedad. Utiliza el tedio como una máscara para disimular su inseguridad y su preocupación constante frente a las otras. En el momento en que revela su verdadero interés por su banda favorita se burlan de ella las chicas que adoptan una posición de superioridad. Allí emplea el sarcasmo para retractarse negando sus propios gustos para identificarse forzosamente con las populares.

En este tipo de comparaciones masoquistas la persona se ubica en el lugar desvalorizado, se somete y coloca al otro en un pedestal inalcanzable. Se genera así un sufrimiento que la lleva a perderse, a actuar sin pensar para lograr una meta imposible: ser otra para ser aceptada, en lugar de poder ser reconocida por sí misma. 

Riley se compara con las amigas de primaria que irán a otro colegio. Surge la agresión y la ira por tener que separarse y el rechazo hacia ellas las convierte en rivales de las cuales tiene que huir y defenderse proyectando en ambas al enemigo. Aquí vemos la comparación paranoide con otro que se ubica en el lugar de un rival al que hay que combatir y sobre el cual hay que triunfar. En las rivalidades de la adolescencia muchas veces surge esta comparación con un enemigo que puede atacar y del cual hay que diferenciarse y defenderse mediante distintas formas de agresión.

En un momento Riley quiere triunfar y denigrar a las demás estableciendo una comparación maníaca que la lleva a acciones dañinas que no logra controlar. Posteriormente, con la ayuda de sus amigas y de su mundo interno logra recobrar el sentido de sí misma y el reconocimiento de las demás como pares que merecen respeto y tolerancia.

Surgen de este modo comparaciones inspiradoras en las que el semejante aporta confianza, afecto, empatía, diferencias y pertenencia a una historia compartida.

Por Lic. María Fernández Castaño, psicóloga clínica. Web: www.mariafernandezcastano.com. Gentileza para OHLALÁ!

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