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La nueva canción de Shakira y Bizarrap: aguanten las despechadas

Sole Simond nos propone: "Darle espacio al dolor, a sentir, a que el fuego que hierve por dentro se vuelva llamarada, da espacio a la sanación".


Shakira

Shakira - Créditos: Getty



Una de las fases del duelo es el enojo. Un enojo que te toma, que trasciende la lógica, que te hierve la sangre, un enojo que no encuentra explicaciones. Sin embargo, ese enojo tiene mala prensa. Tan acostumbradas a mostrarnos superadas, sin que se nos note, procurando lo mejor para la familia y evitar quedar como las locas, que nos hemos construido una trinchera emocional para parecer enteras.

No es sólo frente a una decepción amorosa, es el puchero que te guardás en un conflicto laboral, es la sonrisa forzada frente al agravio para no confrontar y perder la compostura, es la mentira que decís para salir airosa, es la foto de Instagram donde sonreís mientras en el fondo te sentís morir. Es el chalequito de fuerza que nos hemos diseñado para exponernos y seguir adelante frente a la desesperación, el sinsentido, la tristeza, la incertidumbre.

Y de pronto viene Shakira para mandar todo al cuerno y llorar con Monotonía mostrándose con el hueco en el pecho y con este nuevo feat con Bizzarap, donde se da el lujo de despotricar, gozar al otro, echar culpas, de pasar facturas, de nombrar a la suegra, de comparar a la actual con un Twingo o un Casio, de ningunear al padre de sus hijos, de enrostrarle su nuevo éxito millonario. En fin, todo lo que no hay que hacer. ¿Y qué? Y lo hace igual. Y esto, amigas, es de lo más poderoso. Que venga una Shakira a decir mi reputación me la suda, yo te canto las cuarenta con el riesgo de quedar como una loca despechada y, en cambio, quedar como la puta ama de los corazones rotos. Eso, es de valientes.

Vuelvo a decir: el enojo es una fase. Es parte, no es lo único. Ya llegará el tiempo de integrar las partes, de entender qué cedimos, o dónde nos descuidamos, o qué decisiones fueron las erradas, o cuál es mi 50%. Ese tiempo, siempre llega.

Sin embargo, darle espacio al dolor, a sentir, a que el fuego que hierve por dentro se vuelva llamarada da espacio a la sanación. ¿Y qué pasaría si todas lo hiciéramos? Ya no sería la excepción a la regla, sería un modo más integral y sincero de vincularnos con el mundo, incluso sabiendo que tiene fecha de vencimiento, que nadie sigue llorando eternamente por esa decepción amorosa, pero que cuando nos parte al medio es lo que toca.

Y sepamos: todo grito desolado busca despertar oídos sordos, nadie grita ni despotrica por gusto. Entonces, ¿qué tenemos para decir? Que nos merecemos relaciones con responsabilidad afectiva, con compromisos genuinos, donde el diálogo sea la medicina, donde los acuerdos puedan ser respetuosamente repactados, donde los hijos sean preocupación de ambos. En definitiva, la difícil tarea de acompañarnos. Habrá muchas variables, infinitas e incontrolables, pero siempre que podamos honremos al otro como bandera.

Por último, ojalá que aquellas que se muestran “rotas” puedan ser todavía más atractivas, exitosas, poderosas, porque abrazaron todas sus partes y, lejos de estar rotas, están más enteras que nunca.

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