Según pasa diciembre

Si hay un acto inaugural que marca el comienzo de la temporada de fiestas, es bajar del placard la caja de adornos para el árbol. Cuando ponés la estrella en la punta, se empieza a terminar el año. Seas de las que aman o de las que odian las fiestas, este es un momento que no pasa inadvertido.

Llegan las despedidas masivas, pero hay una a la que no querés faltar. Aunque vas a tener la agenda estallada (seguro tengas que rescatar la que dejaste de usar en junio), te hacés tiempo para verte con las chicas y, por más que sepan que se ven de nuevo en días, ¡festejar como si se acabara el mundo!

En la coctelera emocional que vivimos a fin de año hay algo que seguro te mueve el piso: ver que todas las corridas que hiciste para que tu hijo llegara a las clases de canto valieron la pena cuando lo escuchás cantar en la muestra de fin de año y llorás descontrolada de emoción. Es verdad, vos estás sensible..., pero ¡él está tan grande!

Además de las dos columnas que se van armando en tu cabeza –lo que sí y lo que no hiciste en este 2015–, están la oficina y los compromisos laborales que no se pueden evitar. Encima, tu jefe se va de vacaciones en enero y quiere ver el cierre de contabilidad antes de irse. ¿Y adiviná a quién le toca dejar todo en orden?

Te prometiste que esta vez ibas a comprar los regalos con anticipación. No sabés qué pasó en el medio, pero te encontrás el 23 a la noche en un shopping, lista de invitados en mano y sacándole humo a la tarjeta de crédito. ¿El secreto? Sumar un autorregalo para abrir a las 12.

A mitad de mes, creíste que no llegabas, pero lograste surfear la Nochebuena en la casa de tus suegros, organizar la cena de Año Nuevo y hasta quedaste divina con el regalito a tu cuñada. Llega el momento de brindar y festejar porque estás agotada... pero ¡lo hiciste!