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¿Tu pareja usa zunga?

Estamos en pleno verano y seguramente ya lo notaste: cada vez son más los que se suman al destape masculino. ¿Te da vergüencita o apoyás la liberación?




Créditos: Corbis

Hay que reconocerlo, son válidas las excusas para despedir el clásico traje de baño: les da calor, junta arena, no se termina de secar más y deja un bronceado espantosamente desparejo. Si él empieza a quejarse, preparate, el zungazo es inminente. Las pruebas están a la vista. Hoy, esa prenda que antes solía estar restringida a chapuzones en playas lejanas (donde no lo conocía nadie) va asomando (nunca mejor usado el término) por nuestros paisajes cotidianos. Y trae cola. No son ellos los únicos que se codean cuando el intrépido del grupo decide hacer su destape, detrás de cada hombre enzungado, siempre hay murmullos. Liberación masculina, exhibicionismo y deseo, todo parece condensarse en esos pocos centímetros de tela que está a punto de estrenar tu novio. Qué calorcito, ¿no?

De deseante... ¡a deseado!

No importa si en casa tenés al Pocho Lavezzi (¡qué afortunada!) o si tu gordi es más bien perfil bajo, la malla carpa –esa larga y suelta hasta las rodillas que tanto le gusta al conservador hombre argentino– iguala. Frente a un hombre tan cubierto, vos solo podés limitarte a espiar qué tan marcados están los bíceps del de la sombrilla de al lado, los "six packs" de abdominales que pegó el bañero este año o qué extraño es el tatuaje del amigo de tu primo, pero todo sucede en el marco de una cierta discreción garantizada por el largo y ancho de la prenda. Lo que la zunga viene a incorporar al panorama es la polémica noción del "paquete" exhibido a la luz pública. Digámoslo claro: la mallita de lycra marca. Lo mucho o poco que hay, lo marca. Por ende, la posibilidad de relojear, de que se te escapen los ojitos un poco más abajo que de costumbre, se vuelve concreta. La zunga es polémica porque llega para expandir hacia el sur el mapa del cuerpo masculino y del deseo femenino. Y esto, que parece inocente, se vuelve insolente e incómodo. No se supone que a las mujeres nos interese eso, al menos no explícitamente. Aun cuando no seas del club de las "devoradoras oculares", la posibilidad de vislumbrar más claramente el panorama masculino, admitámoslo, es tentadora. Pero esto, claro, tiene un lado B. Si es tu chico el que se suma a la tendencia, esa posibilidad también estará en el menú del resto de las mujeres de la playa. A veces, lo que el zungazo pone en juego es qué nos pasa a nosotras con nuestro deseo. Si nos sentimos cómodas con nuestras propias inquietudes y si somos capaces de permitir que ellos se muestren y vivan sus cuerpos como más les gusta, sin ridiculizarlos, sin pasarles nuestros mambos.

Bien educadas

Durante décadas, hablamos de que ninguna mujer debería pedirle permiso a su hombre respecto de la ropa que usa, ni avergonzarse de su cuerpo, ni sacrificar comodidad para respetar los tabúes machistas. Pero ¿qué nos pasa a nosotras cuando son ellos los que deciden destaparse?
A muchas, la zunga nos choca. Podemos tolerarla en versión bóxer o en versión "shortcito Mundial 78" (ese corto que a los jovencitos Passarella y Maradona les quedaba tan bien). La bancamos siempre y cuando sea más larga, menos elastizada, más discreta..., ¡lo menos zunga posible! La muy cavada, esa que parece una bombachita y nos revela "un hombre en tanga", nos parece una atrocidad y explotamos en carcajadas si tenemos que enfrentarnos a una en vivo y en directo. La mayor parte del tiempo olvidamos que lo que es o no es estético es un aprendizaje, producto de cierta educación. Las mujeres somos perfectamente capaces de admirar un cuerpo desnudo de otra mujer e incluso de considerarlo más lindo que el masculino, y solemos atribuirlo a cuestiones naturales ("es más armónico", decimos). Nada más lejos de la verdad. Lo que nos parece lindo o feo tiene que ver con lo que aprendimos –o no aprendimos– a apreciar. Y, por supuesto, el cavado masculino, el "paquete" y el pubis no están en la lista de "objetos oficiales" a admirar. Sin embargo, en la era de Facebook, Tinder, Happen y Badoo (¡sí, cada vez hay más!), la elección de posibles parejas está determinadísima por lo que entra por los ojos. En este contexto, es esperable que los límites de lo que ellos muestran y lo que nosotras miramos se expandan. En un mundo en el que se organizan miles de "bikini open" cada verano pero ni un "zunga open", algunas cosas comienzan a cambiar. Ya era hora, ¿no te parece?

Revolución zunga

Sesenta y ocho años pasaron desde la "revolución bikini". Sesenta y ocho años desde que las mujeres dijimos basta de broncearnos mal, de tardar mil años en secarnos, de sentirnos pegoteadas y avergonzadas de nuestro cuerpo. ¿Te suena? Revisar ese momento histórico puede ayudarnos a entender ciertos procesos en los que está entrando la masculinidad por estos días. Así como la "revolución bikini" tuvo su contracara, señalada por muchos como una desacralización del cuerpo femenino y mayor exigencia estética sobre las mujeres, puede que la "revolución zunga", si es que finalmente se desata, venga a exponer cambios similares. Tal vez el desprejuicio y la aceptación del propio cuerpo entren en la lista de los asuntos pendientes masculinos y sea este el momento de que ellos comiencen a rever algunos de sus propios complejos. Todas hemos vistos las burlas del grupo hacia aquel que decide "acortar el short playero" y lo "censuradores" que los hombres pueden ser entre ellos mismos. También puede ser que el destape masculino vuelva más explícita una competencia estética que hasta ahora parecía ser solo un tema femenino. Habrá, por supuesto, quienes estén más allá del bien y el mal, probablemente hombres adultos a los que tener pancita no les moleste y vivan el destape con alivio y confort. Otros lo usarán como un recurso más de conquista, de exhibición de dotes y puesta en valor en el cada vez más competitivo mundo de la seducción "a primera vista". Sin toda esta vuelta de rosca, es probable que el zungazo nos enfrente a una lección simple pero dificilísima de entender: la libertad de ser quienes somos y de usar lo que queremos usar.

es un sentimiento

Tal vez antes de alarmarnos por lo que nuestro hombre va a exhibir este verano 2015, o de reírnos en la cara una vez que se calzó orgulloso su zunga, o de que nos importe lo que vaya a decir nuestra vecina de sombrilla cuando vea a nuestro chongo-marido desfilar hacia la orilla, debamos recuperar el eje de la cuestión: hombres y mujeres deberíamos ser libres. Es un derecho de todos disfrutar del sol, del agua, del calor como se nos cante. Con outfits que nos lleguen hasta la rodilla o apenas nos cubran las partes. De estricto color negro o animal print fluorescente. Que mire quien mire, que desee quien desee, lo que cada uno siente bajo su piel es la cuestión. Mirar y dejar mirar. Sentir y dejar sentir.

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Minirrepo: "Amo la zunga"

Agustina Olivera (artista) y Marcos Ortiz de Rosas (ex rugbier, abogado y dueño de una empresa de telecomunicaciones) se definen como "evangelizadores de la zunga". Y para llevar adelante esta misión crearon juntos, hace tres años, su propia marca: Zungas Amor. Hoy, desde la web, venden modelos inspirados en situaciones autobiográficas y exhiben orgullosos las fotos de sus audaces clientes.
¿Cómo empezó esta militancia?
Marcos: Mi amor por la zunga empezó hace como veinte años, cuando fui a jugar un torneo de rugby a Australia y me compré la primera. Chiquita, colorida, fuerte. Hice lo que hacen todos los argentinos en el exterior, me destapé (risas). Cuando la conocí a Agustina, ya era un gurú de la zunga.
Agustina, ¿cómo te sumaste a la causa?
Agustina: Me copé con lo cómodo y libre que lo veía y, como acá no se conseguían zungas lindas y yo tengo mano para la costura, empezamos a elegir telas juntos y a armar nuestros propios modelos. Nuestros amigos fueron los primeros en animarse y hoy no lo cambian por nada.
¿Qué simboliza la zunga?
Marcos: Lo que está por venir. El hombre libre, sin prejuicios, cómodo con su cuerpo, con su masculinidad, con su vida.
¿Qué opinás de la zunga? ¿Te gustaría que tu pareja use una? Además, ¿te animarías a pasar las vacaciones separados?

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