La Selección en la era de las nuevas masculinidades: los varones también lloran

Pero La Scaloneta está mostrándonos otra masculinidad, "frágil" le dicen algunos, humana, preferimos nosotras. Definitivamente, hablar de las emociones todavía es tabú. Por eso tenemos la mirada tan afilada y por eso es que varias de las situaciones que vimos en el equipo de la Selección Nacional fueron celebradas. Quizás algún día no sea noticia, pero por ahora lo es.

Pablo Aimar, el ídolo del fútbol de los 90 que ahora es parte del Cuerpo Técnico, se mostró emocionado, vulnerable y envuelto en un llanto sin consuelo después de que Messi anotara el primer gol contra México. Mientras eso sucedía en el banco de los técnicos, el equipo celebraba. La imagen más tierna que vimos fue la de Enzo Fernández llenando a besos a su compañero de equipo: Messi. ¿Vergüenza? ¿Pudor? No: alegría, felicidad y poder demostrarle todo el amor que en ese momento sentía.

Cuando el partido llegó a su fin, y la prensa fue a buscar al Dibu, el arquero que pasó a la historia como una pared que sostuvo el invicto que más celebramos en los últimos años, frente a las cámaras de todo el mundo declaró: “Sufrí mucho estos tres días, hablando mucho con mi psicólogo, porque la verdad que me pateen dos veces y me metan dos goles es difícil de tragar”.

Ayer, Lisandro Martinez desbordó en emoción, su llanto fue el llanto de una persona que -por suerte- no puede contener lo que siente, y el periodista que lo está entrevistando, no duda ni por un momento en abrazarlo para darle consuelo.

En otra cámara, veíamos al gran Lionel Scaloni, pidiéndole a los gritos a una persona de seguridad, que le permitiera a su hijo Ian que bajara al campo de juego con él, para abrazarse, para compartir y para llorar juntos. Padre e hijo permitiéndose las lágrimas y el amor. Sí, hay que llorar para liberar las angustias. 

Hace pocos días, cuando en un Twitch que revolucionó las redes sociales, el preparador físico y algunos compañeros criticaron a Alejandro Papu Gómez su corte de pelo, el comentario del Papu y de Messi, fue rotundo: "ya no se opina sobre el cuerpo del resto" - sentenció. 

Y finalmente, el capitán, un capitán que también se enoja. Un líder que sabe que los sentimientos reprimidos no sirven de nada. Un líder que, cansado de escuchar críticas, recibir golpes y aguantar opresiones, un día se enojó. Pero antes de hacerle lugar a eso, fue el líder empático que se construyó a sí mismo, y así fue que Lionel Andrés Messi corrió a abrazar al Dibu Martinez cuando se desplomó de emoción (y nervios) en el campo de juego después de pelearla hasta el último minuto. 

Los hombres sienten. Los hombres lloran. Los hombres son frágiles y saben que mostrarse vulnerables es la que va. Y eso los hace libres y -sin dudas- mucho más fuertes.  Y si no, miren a La Scaloneta.