Soy una "control freak”
Tener todo bajo control puede hacerte sentir muy segura... o estresarte un montón. ¡Soltá!
11 de mayo de 2016 • 09:28
Créditos: Inés Auquer
Si sos una militante del orden y la vigilancia, una acumuladora serial de datos, de interrogatorios infinitos y pesquisas ridículas, seguramente también seas una pelota de nervios y estrés. Nadie dice que sea malo controlar, pero pasa como en los videojuegos: si les das como una frenética a todos los botoncitos del joystick juntos… el juego puede dejar de ser divertido.
CON LA PAREJA
Conocés de memoria todas sus claves y contraseñas –del celu, sus redes sociales y el home banking– y cuando él se duerme antes que vos, le revisás su WhatsApp con los pibes del club, mirás quién es esa "mina que está buena" que le puso corazón a la foto que subió al Instagram y te quedás despierta hasta las 3 a. m. de un miércoles para chequear que vuelva con la ropa sucia cuando dijo que iba a jugar al fútbol. O sos la vigilanta que, en una fiesta, va cual control de alcoholemia y dice: "Amor, mirá que yo borrachos no llevo, eh...". El día que estés haciendo las mismas cosas que le criticás a tu suegra..., ese día llegaste a tu límite.
¿Cómo zafarla?
Una cosa es controlar porque percibiste un cambio de actitud y querés estar atenta para salir de un engaño. Pero si controlás PARA que no sea infiel..., ahí vas muerta. La fidelidad se construye de adentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro. Otra cosa: tu pareja no necesita OTRA mamá. Correte de ese lugar porque perdés espacio (y atractivo) como mujer.
CON LA CASA
Antes de decir "hola", la "controladora doméstica" ataca con un "sacate los zapatos, que se contamina el ambiente". También son las que hacen una lista para tener ordenado día por día qué espacios toca limpiar, ya sea que se ocupen de esto ellas o un tercero. Y a la noche, en vez de mirar una serie, revisan que esté todo hecho "tal cual lo pidieron". A estas devotas de Marie Kondo les agarra insomnio si recibieron gente a comer en sus casas y quedaron los platos sin lavar en la cocina hasta la mañana siguiente. Y se violentan con las cosas fuera de lugar al grito de: "¿Estas medias sucias caminaron solas hasta acá, ehhhh?". Bueno, ni hablar si su pareja llega de jugar al fútbol y –al mejor estilo Hansel y Gretel– deja un caminito de pelotitas de caucho que invaden el blanco impoluto del piso. Ahí se arma groso.
¿Cómo zafarla?
Hay que reflexionar acerca de la eficacia entre lo lindo que es que esté todo lindo... y la "vida" que estamos dejando para que eso ocurra. Porque la "vida" tiende a ensuciar, desordenar, deteriorar. Y no dejar que eso suceda es un signo de inflexibilidad, de rigidez y, en el fondo, de incapacidad de adaptarte a otras condiciones "no tan perfectas".
CON LOS HIJOS
La mami control freak tiene línea directa con el pediatra, que ya le pasó su WhatsApp con el objetivo de que ella deje de llamarlo 28 veces por día. También es común que le respire en la nuca to-do-el-tiem-po a la persona que está al cuidado del niño –a veces hasta al mismísimo padre o a sus propias santas madres– con órdenes, advertencias apocalípticas ("mirá que si duerme más de dos horas de siesta, yo leí que puede ser una reacción defensiva de su cuerpo, bla, bla..."), sintiendo que ellas son la única voz autorizada para entender a sus hijos. Bastante confundidas con la diferencia entre los límites sanos y el control desmedido, estas madres crecen a la par de sus críos y, vale la aclaración: les espera una adolescencia dura, durísima.
¿Cómo zafarla?
Cuando criamos hijos con otros, la clave es no transmitirles una imagen de fragilidad e inutilidad (el "yo lo cuido bien y vos..., hacés lo que podés"). ¡Ojo!, porque eso no hace otra cosa que deteriorar la confianza. Si ya hablaste, advertiste y transmitiste valores, hay que hacer un switch y ponerse en modo pasivo. Y confiar.
CON LA APARIENCIA FÍSICA
Partamos de que está buenísimo cuidarnos y sentirnos cómodas con nuestro cuerpo. Hacer ejercicio, alimentarnos bien y ocuparnos de vernos lindas. Pero a la fitness freak, esto no le alcanza. Ella mira las etiquetas de los productos, cuenta matemáticamente las calorías que consume y anota en una app todo lo que come en el día para luego reajustar su dieta. Porque ahora dejó las harinas. Y el azúcar. Y los lácteos. Ah, y el alcohol. Y cuando tiene un evento social, se lleva un tupper porque ahora solo está comiendo frutas de estación. También hace ejercicio. MUCHO. Y lo registra en oootra app, para demostrar que lo que lleva corrido en kilómetros desde que empezó el año es el equivalente a un viaje al norte de Brasil. Si un día no la encontrás, buscala en el gym o en el gabinete de su esteticista. Prácticamente vive ahí.
¿Cómo zafarla?
No está mal recordar que nuestro cuerpo tiene un linaje biológico. Qué le damos para nutrirse y cómo lo cuidamos son tan solo algunas de las variables que lo modifican. Peeero... la herencia y el paso del tiempo ¡son inevitables! Así que hacé tu duelo por el "cuerpo perfecto" y ampliá tu idea de lo bello (acá también hay mucho de actitud en juego).
CON la plata
A veces, pasa más por administrar los recursos que por una cuestión de obsesión, pero el vil metal también desata algunos costados freaks. El ahorro desmedido al punto de no salir a comprarte un helado porque están "ahorrando para la casa", la pasión por volcar TODO a un Excel, hacer presupuestos y compararlos con los de los años anteriores ("estamos gastando un 7,9% más en ir al cine que hace dos años") o incluso emprender inversiones a larguísimo plazo, la pulsión por las compras comunitarias ("¿y si vamos al Mercado Central y compramos 50 kg de tomates que nos van a salir más baratos?") o la imposibilidad del disfrute real por estar pendientes del tema monetario suelen ser algunos de los síntomas más fuertes de este tipo de controladoras.
¿Cómo zafarla?
Es probable que le des mucha importancia al dinero, al punto de sentir que te "vaciás" si das algo. Si es tu caso, tomalo como un ejercicio: hacé un regalo "porque sí" a alguien. Entrenate en soltar ese peso que le das a lo material; quizá compruebes que a fin de mes no te cambia tu nivel de vida, y ganes la experiencia de recibir la gratitud de alguien.
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Experta consultada: Lic. Paula Mayorga, psicóloga.
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