Kundalini Dance para ponerle ritmo al yoga

El kundalini yoga llegó a Occidente de la mano de Yogi Bhajan en 1968. En pleno Woodstock, este maestro hindú les mostró a los participantes del festival de rock más recordado de la historia que podían conseguir los mismos estados alterados sin ingerir ni fumar nada, solo con su respiración, una serie de ejercicios físicos (llamados “krishas”) y meditaciones que ayudan a incrementar la energía vital, la fortaleza, la flexibilidad, el equilibrio y la depuración.

Según la tradición de Oriente, el objetivo de la práctica del kundalini yoga es despertar a la serpiente, Sakti. Cuando está lista para desenrollarse, asciende a través de los chakras en la columna para unirse por encima de la corona de la cabeza con Siva, la pura conciencia que permea todo el universo.

Yogi Bhajan afirmaba que en esta práctica una persona “debe iniciarse a sí misma”. Por eso animaba a la gente a aprender, para después salir al mundo a enseñar lo aprendido. Hoy, el kundalini yoga es practicado por cientos de miles de personas en todo el mundo. En India, el KRI (Kundalini Research Institute) otorga certificados oficiales en esta técnica sagrada. Fue así que una egresada de esa escuela, la californiana Wahe Khalsa, se preguntó si no sería buena idea combinar el kundalini con la música. Y así nació el kundalini dance, que hoy es furor en Santa Mónica, Los Ángeles, en Manhattan, Nueva York..., y ahora, en Argentina.

En un encuentro, que dura aproximadamente una hora y media, el primer paso es una entrada en calor para conectarse con el cuerpo. La respiración consciente te ayuda a meterte de a poco dentro de tu cuerpo, a silenciar el afuera y aquietar la mente. Al poner tanto acento en la respiración, el kundalini no deja más opción que estar presente.

Después, se realizan los krishas, que son una series de ejercicios (¡hay más de 8 millones!) que trabajan con un órgano o conjunto de órganos del cuerpo. Y también con estados anímicos específicos, principalmente la negatividad, para transmutarla.

Luego, la instructora pone un tema para sacudir todo y largarse a bailar. ¡Te sorprendería escuchar la variedad de mantras en sánscrito que ya tienen su versión punchi punchi! La intención de cada canción es muy importante: se busca que las letras y las melodías eleven el espíritu.

Los docentes ofrecen cierta estructura y algunas instrucciones para que te sientas cómoda en tu cuerpo y en el espacio, pero hay mucho lugar para tu interpretación, para encontrar tu propio ritmo, hasta que se manifiesta tu fluir, tal como ocurre en una fiesta.

En un nivel físico, la danza siempre es muy beneficiosa. Mejora la circulación de la sangre, aumenta la frecuencia cardíaca, acrecienta el nivel de endorfinas. Con el kundalini dance, en particular:

Te conectás con tu voz: los cantos de mantras frenan las frecuencias de pensamiento. Te conectan con la devoción: el ego se corre de eje y aparece la gratitud hacia el universo, lo divino, el misterio.

Vivenciás tu propia maestría: “Ong Namo Guru Dev Namo” –el mantra al comienzo de la clase– te ayuda a conectarte con la cadena dorada de maestros, pero también con tu maestría. Lo que te haya hecho a vos llegar a ser quien sos.

Te empoderás: el kundalini, con sus mantras y ejercicios, te recuerda que el poder está en vos, solo hay que ir a su encuentro.

Te animás al ridículo: de a ratos estás cantando, gritando, bailando, haciendo cosas que normalmente pensás que están mal. Cortás con la estructura, liberás la mente y el cuerpo.

Estimulás tu creatividad: los krishas y también la danza trabajan mucho con la imaginación. Al estar con los ojos cerrados, lo que ves es tuyo. ¡Vas jugando con tu interior!

Transpirás: dice la bailarina Gabrielle Roth, creadora de los 5 ritmos, que transpirar es orar. “Sudar es una antigua y universal forma de sanación, sea en el gimnasio, en un sauna o en un temazcal. Yo lo hago en la pista de baile. Cuanto más bailás, más sudás. Cuanto más sudás, más rezás. Cuanto más rezás, más te acercás al éxtasis”.

Descargás: el kundalini alienta todo tipo de descarga. Eso que normalmente reprimimos, acá se celebra. Así que podés ser honesta y reír, bostezar, toser, suspirar, llorar..., ¡largar todo!

Dicen que en esta era, la de Acuario, el maestro está dentro de nosotros. Ya no es necesario seguir a un gurú por todo el mundo, también podés hacerte responsable y encontrar esa maestría en vos, y puede que en el kundalini dance encuentres una gran herramienta.

No por nada Wahe Khalsa definió el kundalini yoga como “una técnica hermosa que ayuda a abrir tu corazón y tus centros energéticos. Abre la corriente energética y tu disposición para salir de tu zona de confort, para encontrarte con tu coraje y vivir por fuera de la caja”.

Bailando, además, afloran muchas emociones. Algunos lloran, otros ríen, otros disfrutan de moverse y muchos aseguran que ni siquiera recordaban cómo era bailar. Es sanador en muchos niveles.

Silvina Lamorte es locutora; hace siete años, estaba en un momento de mucha impotencia cuando, caminando por la plaza Armenia, vio un cartelito en la puerta del centro de yoga Valletierra que decía “happy yoga”. Enseguida la atrajo la idea del yoga asociado a la felicidad. Hizo el instructorado en Argentina y luego el oficial en India. En sus clases siempre introducía un poco de música electrónica, pero lo hacía con culpa: “¿Se podrá?”, se preguntaba. Encontró la respuesta en 2013 en el Sat Nam Fest en Joshua Tree, Los Ángeles. Ahí conoció a Wahe Khalsa, que empezó a dar una clase de kundalini y después puso a bailar a todos, alrededor de 400 o 500 personas. “Quiero esto”, dijo Silvina. Se formó en la práctica y la trajo a Argentina.

“Con el kundalini dance transpirás, transpirás, transpirás, el corazón te hace ta, ta, ta, y cuando frenás..., sentís todo junto el opuesto de ese frenesí. Sentís tu alma. La quietud, la paz, la alegría en tu interior”.